Hace un par de días surgió la noticia de que el Ministro de Hacienda de Brasil, Palocci, mano derecha del Presidente Lula había sido detenido por corrupción. Era la última, hasta el momento, generadas por la financiación irregular del Partido de los Trabajadores en las últimas elecciones presidenciales. Ese dinero provenía, entre otros, de Fidel Castro. Palocci no solo había negado saber nada del tema, sino que cuando el portero de su aportó datos sobre la misma así como las francachelas que allí se realizaban, el ministro, sin mandato judicial y en el mas puro estilo mafioso, mandó investigar datos privados de dicho portero, entre ellas sus cuentas privadas. Como consecuencia de las denuncias, también ha quedado al descubierto que el propio Lula conocía los datos de dicha financiación y no solo sus manos derechas Dirceu y Palocci. El Presidente brasileño llegó al poder como símbolo de la “nueva izquierda latinoamericana” democrática y social. Procedente de una familia humilde, trabajador manual, dirigente sindical alcanza la máxima magistratura del país y se convierte en el icono de la izquierda “moderada”, incluso está bien visto por una parte del capital, no de ese capital que cree en el libre mercado, las leyes claras y el respeto a las mismas, mas bien de ese un tanto turbio que gusta de moverse en ambientes un tanto opacos. De nada sirve que se conozca sus simpatías hacia Fidel, que se rodee de antiguos guerrilleros y marxistas reconocidos, es el símbolo de una “nueva izquierda” y muy admirado en el socialismo europeo. Cuando empiezan las denuncias de corrupción, rápidamente sale en su defensa los “progres” de salón: es la derecha reaccionaria de Brasil, con la ayuda inestimable de EEUU, los que atacan a Lula por su éxito y su carisma, dicen sus corifeos. Cuando se demuestra que la corrupción existe, dicen: son sus asesores, pero el es no sabía nada, le engañaron. Y ahora, que toda la verdad surge ,¿qué?. ¿No recuerda lo ocurrido en Brasil a la etapa felipista en España y también lo que llevamos de la de ZP?, recordemos Flick y Flock, la Expo, el affaire del Mystere o el caso Juan Guerra, sin olvidar el GAL mezcla de negocios sucios y crímenes, pasando por el inefable Roldán. Y con el Presidente Rodríguez, desde el crédito a Montilla, pasando por el “rackett” de ERC a los funcionarios o la OPA o lo mas reciente, de ayer mismo en Marbella. La izquierda siempre se ha querido rodear de una aureola de incorruptibilidad, pero la realidad dice lo contrario, los ”100 años de honradez” del PSOE se pueden traducir en 100 años de corrupción, pues en el PSOE la corrupción es endémica, desde Pablo Iglesias asociado a facinerosos para imponer su UGT, al asunto del Vita tras la guerra civil española, pasando por todo lo anteriormente dicho y mas. Pero no solo la izquierda española, recordemos los suicidios en Alemania hace unos años o en Francia los negocios del hijo de Mitterrand, el caso Elf-Aquitaine o el de la sangre contaminada con el inefable Fabius al frente. La izquierda, históricamente, ha sido corrupta, no todos los miembros de la izquierda, por supuesto, pero si muchos de sus dirigentes. Por tanto no son quienes para dar lecciones de ética y rectitud y quienes creemos en la legalidad y la justicia debemos denunciarlo, oponernos y no dejarnos dominar por su verborrea hueca. |
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estadounidense, ...
Hace 1 día
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EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ALFONSO HERNÁNDEZ PARDO
Cuando en 1977 se aprueba la Constitución es Presidente de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona. Y cuando en 1980 se denuncia el caso CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA, el Gobierno Suárez ya lo ha nombrado PRESIDENTE DE LA AUDIENCIA. Más sutilezas y derivaciones paralelas.
Por Rafael del Barco Carreras
Si otros ya se manifestaban “demócratas”, o progresista, Eladio Escusol Barra (fiscal del caso), él se mantenía furibundo franquista. Sin aparente sintonía con otro de los miembros del Especial Tribunal que juzgará el caso, José Luis Barrera Cogollos (en cuya toma de posesión de Presidente de la Audiencia en el 2000 se elogia que en su época franquista se atreviera a clamar por los Derechos Humanos, e incomprensible la reelección en el 2005 cuando la Audiencia es un caos, los grandes casos con media de diez años hasta los juicios, y el 30% de bajas laborales según un estudio de la nueva Generalitat de izquierdas) o Adolfo Fernández Oubiña (“contratado” por el Bufete Piqué Vidal, y cuya vida y milagros merece un libro aparte). El futuro demostrará su especial talante, expedientados los dos, Barrera pasará a lo Civil, y Oubiña de Presidente de la Sección Primera a de nuevo juez de instrucción.
Don Alfonso, hombre de boina, pero su mujer luciendo brillantes en un Premio Planeta junto a Luis Pascual Estevill (por desgracia mi abogado). Otro letrado, en el colmo del cinismo, me espetó que por suerte para mí Don Alfonso me condenó solo a los dos años, diez meses y veintiún día pasados en prisión de los doce pedidos por Fiscalía, Ayuntamiento y Consorcio, pero yo nunca he sufrido el síndrome de Estocolmo, y desde entonces le he maldecido todos los días de mi vida, aunque nunca se me ocurrió el disparate de otra de sus víctimas que pistola en mano entró en el Palacio de Justicia dispuesto a matarlo. Lo abatieron antes de perderse por los tétricos pasillos.
A mi entender fue de los “duros” nombrados por Adolfo Suárez para mantener el ¨Orden”. Si el orden franquista como el de siglos del Imperio se basaba en Capitanía General, Virreinato, con el Ejército y sus ramificaciones Guardia Civil y Policía Nacional, la Audiencia formaba el segundo gran pilar institucional. El pilar de eso que Franco y los suyos definían el “Estado de Derecho”, donde la pirámide fascista del “ordeno y mando” funcionaba a la perfección. Los juicios se predeterminaban, los bienes se asignaban, y todo parecido con “Justicia” una burla. El Régimen lo abarcaba todo. Y si en lo Civil el Registro de la Propiedad nos descubriría sagas familiares acumulando fortunas (a pesar de los sueldos de miseria), en lo Penal, la Policía y Guardia Civil con sus torturas, y el “hábilmente interrogado”, decidían los sumarios y sus señorías firmaban las sentencias en juicios no más largos e inteligibles que una misa en latín.
Estrasburgo definiría la Audiencia de Barcelona revolcando los casos clave de aquella época, los asesinatos del ex alcalde franquista Viola, o del poderoso industrial Bultó, el incendio de la discoteca Escala, o la represión contra los alocados “rojos”. Sin olvidar los muertos en la Modelo entre los motines de 1977 y la represión hasta 1983. El Poder Absoluto degenera a quien lo ejerce. El “dolo” (voluntad de delinquir) no existía, el “desacato” mantenía firmes a cualquier, ya fuera abogados, testigos o culpables, los fiscales obedientes al Mando, y la SALA determinaba con su SOBERANÍA las pruebas que sustentarían el fallo (habitual que en los pasillos esperaran “testigos” profesionales a tanto la declaración), y la segunda instancia, pilar de la Justicia Democrática y obligada por la Carta de Derechos Humanos de la ONU firmada por España, no existía, pues el recurso al Supremo solo determinaría si el procedimiento se ajustaba a derecho, sin valorar las pruebas convertidas por la Sala en parte de su infalibilidad papal, y siempre se ajustaba, a menos que un “mando superior” entorpeciera el procedimiento.
Y Hernández Pardo, un fingido fanático de la divina procedencia del Poder, y cuando él solo debía mantener la maquinaria en funcionamiento (ya no juzgaba por Presidente de la Audiencia) se atribuye un caso “goloso”, el CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA, para él solo, quitándoselo al juez legal y natural, el Presidente de la Sección Primera, Manuel Derqui Valbuena, como si la Constitución no existiera. Actuando a lo virrey se saca de la manga disposiciones del pasado siglo (referentes a sustituciones accidentales) y constituye una Sala para ese solo caso, y el “órgano colegiado” se convierte durante dos años en bicéfalo, firmando al mismo tiempo con dos composiciones. ¿Porqué?. Dinero, mucho dinero, aunque no era el caso más suculento del momento, 1.200 millones denunciados. La punta del iceberg, por debajo muchos miles de millones a mano, con el Banco Garriga Nogués y Javier de la Rosa Martí (y tras él el primer banco nacional, el Banesto, todo el franquismo de entonces y la Caixa…con su enorme Caja B, dinero negro). Sin olvidar que quien le nombra Presidente, el Gobierno Suárez, también está presente en el caso a través del Consorcio, y los suyos en Barcelona recibiendo créditos del Banco. Si los acusadores, Serra y Maragall con su abogado Rafael Jiménez de Parga (que también lo era de Banesto) ya lo habían descubierto, y hasta el instructor Ezequiel Miranda de Dios vivía en un hermoso piso del abogado de los De la Rosa, Juan Piqué Vidal (abogado también de JORDI PUJOL), el caso merecía su personal control, demostrando que el orden jerárquico franquista se hallaba por encima de la Constitución, y que el Presidente de una Sala (en teoría propietario de la plaza desde su nombramiento impreso en el BOE) era un simple muñeco de quita y pon. Y no solo se reservó el caso sino que nombró un Juez Especial, José Álvarez Martínez, para cerrar las peligrosas investigaciones que decretara Miranda de Dios ante mi insistencia. Y aquí, todos los abogados contestándome “se recurre al Supremo, al Constitucional…”, entre cretinos anda el juego… ya matizaré.
Con los años, considerando que Don Alfonso presidía la Junta Electoral Provincial de Barcelona, y en 1980 JORDI PUJOL desbanca a los alocados “rojos” con ganas de poner patas arriba todas las instituciones y máxime la Audiencia (sede de represión), imaginé la mano divina, no en vano, por encima de la LEY, obedecían al “Dios, Patria y Rey”. Si la alcaldía cayó en buenas manos, Narcís Serra del clan Samarach, y después Pascual Maragall del de Porcioles, olvidando el marxismo propio de los “hijos de papá” contestatarios, la incipiente y peligrosa Generalitat de Tarradellas, con vocación de Estado, es decir, de tragarse la Audiencia, debía librarse de rojos foráneos e incontrolados. Evidente que ante la izquierda furibunda y catalanistas nunca ganarían los corruptos de la Derecha Clásica, tipo Eduardo Bueno, el “bueno para Cataluña” (hombre de Banesto y por tanto de De la Rosa). Debía pues facilitarse la victoria a un banquero, que habría olvidado tres años de cárcel tras quince de ganar dinero con el franquismo, y de familia de “derechas de toda la vida”, o sea, fieles al Régimen. Un flautista para esa Cataluña de los sueños de un millón de catalanistas. Y ganó Pujol, y la Audiencia seguiría un largo camino sin ingerencias “rojas”, con tiempo para domesticar a las “ordas” a base de sueldos y chollos, y consolidar cargos, retiros y fortunas. Murió como su adorado Dictador, en la cama.
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