martes, noviembre 12, 2013

Once del once


Hace 95 años se firmaba el armisticio que ponía fin a la P.G.M.. Aquel acto fue totalmente superfluo, pues las subsiguientes conversaciones “de paz” generaron tal catarata de odio y rencores que Europa no tendría tranquilidad, por llamarlo de alguna manera, hasta después de 1945.

Como algún autor ha dicho, la diferencia entre el Congreso de Viena en 1815 que dio paso a bastantes años de paz y Versalles es que a Francia no se la despojó ni de soberanía ni de territorios, pero Alemania, Austria, Rusia,Polonia, etc., se vieron inmersos en una serie de guerras a lo largo de los ´20.

Pero igual o más grave fue el sentimiento de frustración de la población en una guerra que costó 30 millones de vidas e inválidos, los problemas no se habían resuelto y quienes fueron a la guerra con gran optimismo o habían muerto o habían vuelto0 vencedores pero derrotados ( los aliados) o vencidos y derrotados ( austro-alemanes), así que la rabia dio paso a las tendencias nacionalistas o marxistas que dieron como fruto inestabilidad y violencia en toda Europa: guerras en el Báltico, guerra ruso-polca o polaca-ucraniana, revueltas en Hungría, Baviera, Bulgaria, etc. y un sentimiento social de desesperación que se plasmaría, a sensu contrario, en la degeneración del Berlín de los años 20 donde todo valía, cualquier experimento “intelectual” o social. También París y otras ciudades se contagiaron del disfrute de la desesperación.

Con EE.UU. fuera del juego, las potencias europeas no fueron capaces de incluir ni alemanes ni rusos en el sistema y ambas naciones, tras su acuerdo en Rapallo en 1922, serían las grandes agitadoras del continente, sin que británicos o franceses salieran de su marasmo. La crisis económica terminó por arrumbar con las democracias para dar la alternativa a comunistas y nazis o regímenes similares en prácticamente, toda Europa continental.

El resultado es de sobra conocido, una guerra con más de 70 millones de víctimas, daños incalculables y una tiranía desde “Stettin a Trieste” como diría Churchill.

Por tanto poco hay que celebrar de aquel armisticio y si reflexionar sobre el mismo y sus consecuencias para evitar otra hecatombe.