Era, sin lugar a dudas,
Margaret Thatcher uno de los grandes
exponentes de la política del siglo XX. La hija de tendero, de lo que se sentía
tan orgullosa, se abrió paso en el entonces elitista Partido Conservador hasta
llegar a Ministra y después Premier, la primera y única del Reino Unido.
Orgullosa de ser de clase
medias combatió los prejuicios hacia la misma, heredada del izquierdismo
obrerista reinante en la sociedad británica desde los ’20 y sobre todo desde el
fin de la S.G.M., con la llegada del Labour al podre.
En los años ’70, el Reino Unido
agonizaba, con una sociedad desmoralizada, pobre, menos de 5000 libras de renta
per cápita, una inflación del 25% y unos sindicatos cuyo omnímodo poder nadie
cuestionaba. Con más de 86 millones de jornadas perdidas por huelgas, el
gobierno se vio obligado en 1976 a pedir un recate al Banco Mundial.
La llegada de Thatcher al
poder cambió radicalmente las cosas y, lo más importante, las mentalidades.
Puso coto al poder de los sindicatos tras un duro pulso con los mineros, dejó
la inflación en menos del 5% y, a mediados de los ’80, la renta de los
británicos se había multiplicado por 5. Instauradora del llamado capitalismo popular, animó a las clases
medias a invertir en bolsa, llegando pronto a más de 3 millones de personas con
valores en la Bolsa. Reanimó el mercado financiero de la City hasta convertir a
Londres en lo que es hoy: la capital financiera.
En política exterior fue
igual de firme: consiguió de Europa el famoso cheque británico con su frase: “devuélvanme mi dinero”. Tampoco cedió
ante los golpistas argentinos y no dudó en lanzar a las fuerzas británicas a
liberar Malvinas en una difícil campaña rechazada hasta por sus mandos
militares. Firme contra el IRA, que atentó contra ella, no cedió al chantaje de
las huelgas de hambre hasta la muerte de algunos activistas y defendió a sus
fuerzas de seguridad cuando aniquilaban a terroristas como en el famosos
incidente de Gibraltar.
Su firme oposición al
comunismo, su defensa de la libertad y la firmeza de sus convicciones las
trasladó hasta la URSS, en 1976 cuando no siendo aun Premier, lanzó su famoso discurso contra el comunismo
y luego animando a Gorbachov a liberalizar el régimen.
Coetánea de otros dos
grandes, Juan Pablo II y Reagan, el mundo cambió gracias a estas tres grandes personalidades,
desde el anodinismo a la defensa firme de los valores democráticos.
El mundo les debe mucho a
los tres y el Reino Unido a Thatcher, hasta el extremo que su legado, en gran
parte, lo han seguido defendiendo conservadores y laboristas. Descanse en paz
una grande, a su vez, sencilla, mujer común como ella gustaba definirse.