sábado, abril 15, 2006

Los nuevos populismos

Los últimos resultados electorales en Hispanoamérica demuestran un avance del neopopulismo tan típico de aquellas latitudes. Sin embargo, a diferencia de movimientos de los años 40 o 50´ el componente mas importante es el indigenismo, factor que no tenía gran peso en aquellas épocas en las cuales era el marxismo el núcleo esencial: Getulio Vargas en Brasil, Jacobo Arbenz en Guatemala, Paz Estensoro en Bolivia, Castro en Cuba son exponentes de dichos movimientos en los 50’ a los que siguieron Velasco Alvarado en Perú y, el mas marxista, Allende en Chile. El único, y quizás más exitoso, de los movimientos populistas que no tuvo raíces marxistas sino parafascistas fue el peronismo, si bien en los inicios de su descomposición a finales de los 70’ tuvo una rama marxista y terrorista: los montoneros.
En los 90’ empieza la reacción etnicista en todo el continente, con un punto de inflexión en Perú con el triunfo del “chino” Fujimori frente a Vargas Llosa. No era un triunfo indigenista, pues Fujimori es de origen japonés, pero si etnicista, un no blanco frente al blanco.
Después aparecieron los Chavez, confusa mezcolanza de ideologías pero con fuerte deriva indigenista, los Morales en Bolivia, Humala en Perú, el caos ecuatoriano,etc. Junto a ellos dos elementos social marxistas como Lula y Tabaré y un extraño elemento neoperonista como Kirchner. Pese a sus diferencias tienen en común su rechazo al liberalismo y a los Estados Unidos, lo que les lleva a formalizar algún tipo de alianza más o menos firme. La excusa es que históricamente los indígenas han sido marginados y que el liberalismo no ha sido capaz de sacar de la pobreza a sus países, que solo la actividad paternalista del Estado ayudará a superar esas desigualdades. Por ende se cuestiona la democracia vaciándola de contenido más allá del voto, un voto controlado por el poder a través del dominio de los instrumentos del estado, los medios de comunicación y el control social.
En verdad la deriva populista no puede solucionar los problemas, en primer lugar porque se trata de problemas que dimanan de los primeros tiempos de la independencia, cuando las élites criollas se hicieron con el poder negando participación a los indígenas e, incluso, procediendo a su exterminio como en Argentina, Uruguay y casi en Chile. Esa situación se ha extendido a lo largo de los últimos 200 años y ni anteriores gobiernos populistas, marxistas o parafascistas lo solucionaron. El segundo problema es la escasa conciencia ciudadana de los habitantes de aquellos países, tanto por las circunstancias históricas como por la nula voluntad de sus dirigentes de creación de esa conciencia. En Latinoamérica se habla mucho del pueblo, ente amorfo y manejable, pero muy poco del individuo, del ciudadano, ente pensante y capaz de actuar. Todo gobierno autoritario, y los populismos, por no hablar de los marxismos, lo son, no tienen interés en la participación ciudadana, autónoma y libre, sino encuadrada en las organizaciones que al estado le interese, como forma y manera de poder manipular a sus pueblos. Por ello odian el liberalismo, como epítome de esa libertad y a Estados Unidos, como exponente del mismo, justificando ese rechazo en actuaciones injustas de ese país en el continente, aunque olvidando las muchas ayudas obtenidas del mismo.
Las reivindicaciones indígenas de mayor participación en la vida económica, social y política son justas, pero los demagogos que las encauzan las utilizan como elemento de acceso al poder y perpetuación en el mismo, por lo que jamás intentarán mejorar sus condiciones, pues solo en la permanente reivindicación y culpabilización del otro encuentran su razón de ser.
Por ello, se hace necesario que los elementos liberales, que los hay y de alto nivel, de Hispanoamérica con la ayuda de sus homólogos europeos y estadounidenses, coadyuven para educar a los habitantes de esos en la creación de ciudadanos y no súbditos, para que puedan tomar conciencia de que son ellos los que deben dirigir su destino mediante gobiernos verdaderamente democráticos y no mediante caudillos cuyo única obsesión es imponer sus directrices y perpetuarse en el poder.

1 comentario:

Dieguistico! dijo...

El latinoamericano en general es poco consciente de sus derechos como ciudadano, y propenso a imaginar entelequias como "el pueblo" o "la nación". En general hay una contradicción en el modo en que la gente realmente actúa y su imaginario ideológico.
Un continente de pequeños empresarios que no se dan cuenta de su condición de tales y tienen un discurso fuertemente anti empresario.
En fin, así estamos.
Alguna vez un funcionario norteamericano dijo que los argentinos no teníamos un problema económico, sino un psicológico.
Creo que tenía razón...