He visto en televisión la promesa de los nuevos ministros ante el Rey y me ha sorprendido que todavía la fórmula mantenga el “respetar y hacer respetar la Constitución”, pues, sobre todo, en el caso de Rubalcaba esa promesa es mas falsa que el beso de Judas, por mucho que ahora se quiera exonerar a Judas.
No se si faltar a una promesa solemne como la realizada hoy se llama perjurio, en cualquier caso es de suponer que debe tener algún tipo de sanción legal, además del oprobio moral que sobre el falsario debería caer. No parece que eso preocupe mucho, pues, supongo, Rubalcaba también usaría la misma fórmula en los tiempos de Ministro de la Presidencia y mintió sobre el GAL tela. Pero no hay que remontarse tan lejos, nuestro ínclito Presidente nos ha mentido sobre el precio político a ETA y el también prometió respetar y hacer respetar la Constitución. El problema es que el hecho de que los políticos mientan parece ser parte del trabajo y como dijo, creo que fue, el llamado “viejo profesor” las promesas electorales están para incumplirla, ¡pues eso!, también las solemnes promesas al ocupar las altas magistraturas de la nación.
El envilecimiento de la política en España está alcanzando cotas espeluznantes: corrupción, mentiras, connivencias de tipo económico, tres por cientos a tope, préstamos gratuitos, etc. dibujan un panorama desolador sobre una clase política mas preocupada de sus intereses personales, políticos y económicos, que del buen gobierno de la nación.
Desgraciadamente no se les pide responsabilidades, no se les exige que cumplan el contrato con la ciudadanía que representan los programas electorales, mas bien es el rito a cumplir como justificación de que los “cerebros” del partido correspondiente hacen sus deberes y preparan esos mamotretos insoportables y que nadie se preocupa de leer, los ciudadanos, ni de cumplir, los políticos. Y así la vida pública se va deslizando por la pendiente de la incuria sin que a casi nadie parezca preocuparle. La pregunta es, ¿a dónde nos conducen estas actitudes?.
No se si faltar a una promesa solemne como la realizada hoy se llama perjurio, en cualquier caso es de suponer que debe tener algún tipo de sanción legal, además del oprobio moral que sobre el falsario debería caer. No parece que eso preocupe mucho, pues, supongo, Rubalcaba también usaría la misma fórmula en los tiempos de Ministro de la Presidencia y mintió sobre el GAL tela. Pero no hay que remontarse tan lejos, nuestro ínclito Presidente nos ha mentido sobre el precio político a ETA y el también prometió respetar y hacer respetar la Constitución. El problema es que el hecho de que los políticos mientan parece ser parte del trabajo y como dijo, creo que fue, el llamado “viejo profesor” las promesas electorales están para incumplirla, ¡pues eso!, también las solemnes promesas al ocupar las altas magistraturas de la nación.
El envilecimiento de la política en España está alcanzando cotas espeluznantes: corrupción, mentiras, connivencias de tipo económico, tres por cientos a tope, préstamos gratuitos, etc. dibujan un panorama desolador sobre una clase política mas preocupada de sus intereses personales, políticos y económicos, que del buen gobierno de la nación.
Desgraciadamente no se les pide responsabilidades, no se les exige que cumplan el contrato con la ciudadanía que representan los programas electorales, mas bien es el rito a cumplir como justificación de que los “cerebros” del partido correspondiente hacen sus deberes y preparan esos mamotretos insoportables y que nadie se preocupa de leer, los ciudadanos, ni de cumplir, los políticos. Y así la vida pública se va deslizando por la pendiente de la incuria sin que a casi nadie parezca preocuparle. La pregunta es, ¿a dónde nos conducen estas actitudes?.
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