La entrevista en el diario El Mundo y el mitin de Vista Alegre han sido el cenit del Presidente Zapatero a lo largo de lo que llevamos de legislatura. Tanto en una como en otro, han quedado meridianamente plasmados los objetivos del actual gobierno, objetivos que ya se iban vislumbrando a lo largo de la actividad legislativa y política.
Sin lugar a dudas el objetivo número uno es la permanencia, lo cual en un dirigente político es lógico, aunque quizás lo que no sea tan lógico es que la misma cueste un precio desorbitado.
El objetivo número dos es la transformación de la sociedad. El Presidente Zapatero es un exponente de las nuevas generaciones, unas generaciones poco dada al esfuerzo y al sacrificio, altamente consumista, desprovista de valores, puramente hedonista y relativista. Con este tipo de gente ha conectado perfectamente Zapatero, con premisas como el pacifismo, el ecologismo, el feminismo o la homosexualidad, ideas fuerzas sustentadas a base de una campaña de marketing perfectamente orquestada y con el apoyo de la inmensa mayoría de los media.
Con estas premisas le resulta fácil transformar la sociedad en ese modelo light, basado en el laicismo y el relativismo. Para conseguirlo ha iniciado la demolición de aquellas instituciones que pueden resistir esta ofensiva: la escuela y la Iglesia. La primera, intentando convertirla en una institución al servicio de sus objetivos y para ello hay que eliminar la educación privada, religiosa o no, de forma y manera que sea la enseñanza pública la única que forme a los estudiantes, por supuesto en los principios establecidos por el gobierno. En el camino se van eliminando asignaturas como la religión y se sustituye por otra de adoctrinamiento que recuerda la antigua Formación del Espíritu Nacional de tiempos de Franco.
Respecto a la Iglesia es, lógicamente, el enemigo a batir ya que sus valores y principios chocan, necesariamente, con los establecidos por ZP. Valores como los de la familia, el respeto a la vida desde la concepción, el matrimonio heterosexual, la solidaridad, el esfuerzo, etc. chocan con el pseudo nihilismo a imperar.
En el aspecto político, su gran y declarado objetivo, es eliminar a la derecha y para ello no duda en aliarse con todos aquellos grupos que puedan coadyuvar a su objetivo: nacionalistas, separatistas o terroristas, formando una gran alianza que expulse del juego político a una parte sustancial de la ciudadanía española.
En lo social dando fuerza a grupos marginales y minoritarios como los homosexuales, los antiglobalización y otros cuyo radicalismo militante les convierte en la fuerza de choque del partido, remedo de las milicias de los años ’30. Si no basta, el pacifista ZP no duda en echar mano de las Fuerzas de Seguridad como ocurrió en el caso de los dos militantes del PP detenidos ilegalmente en un episodio mas próximo a las actuaciones de los chequista rojos o los gestapistas nazis, pero que sirve de aviso a navegantes de que ZP y los suyos no se van a parar en minucias, recordemos el cerco y asalto a sedes del PP entre el 11 y el 14M, para conseguir sus objetivos.
ZP no es un “bambi”, no es una sonrisa a una cara pegada, se trata de un elemento peligroso que ha conseguido unificar tras de si al PSOE, marginando al resto de los dirigentes y obligándoles, mediante la humillación a los posibles rebeldes, a rendirle pleitesía como quedó escenificado en la votación del Estatuto de Cataluña en el Congreso. También ha conseguido atraerse a las masas, a unas mediante promesas más o menos demagógicas y a otras porque el modelo de sociedad les atrae, suave, sin problemas, relativista. Frente a ZP y sus postulados, nos encontramos con una oposición acobardada, incapaz de defender sus postulados con firmeza, mas preocupada porque la dejen jugar que por defender los valores de los que se dice representante, sin un discurso articulado, coherente y continuo con lo que lleva la desorientación y el desánimo a sus seguidores y lo inhabilita para plantear esos valores a esa parte de la sociedad todavía obnubilada por el efecto ZP.
El grave problema es que los efectos del proceso puesto en marcha por el Presidente: pactos con terroristas, desarme del estado de derecho, desvertebración de España, desarticulación de la sociedad, etc. tienen un efecto corrosivo que, tarde o temprano, pasará factura y es una incógnita si en ese momento una sociedad tan alienada como la actual sabrá responder al reto.
Sin lugar a dudas el objetivo número uno es la permanencia, lo cual en un dirigente político es lógico, aunque quizás lo que no sea tan lógico es que la misma cueste un precio desorbitado.
El objetivo número dos es la transformación de la sociedad. El Presidente Zapatero es un exponente de las nuevas generaciones, unas generaciones poco dada al esfuerzo y al sacrificio, altamente consumista, desprovista de valores, puramente hedonista y relativista. Con este tipo de gente ha conectado perfectamente Zapatero, con premisas como el pacifismo, el ecologismo, el feminismo o la homosexualidad, ideas fuerzas sustentadas a base de una campaña de marketing perfectamente orquestada y con el apoyo de la inmensa mayoría de los media.
Con estas premisas le resulta fácil transformar la sociedad en ese modelo light, basado en el laicismo y el relativismo. Para conseguirlo ha iniciado la demolición de aquellas instituciones que pueden resistir esta ofensiva: la escuela y la Iglesia. La primera, intentando convertirla en una institución al servicio de sus objetivos y para ello hay que eliminar la educación privada, religiosa o no, de forma y manera que sea la enseñanza pública la única que forme a los estudiantes, por supuesto en los principios establecidos por el gobierno. En el camino se van eliminando asignaturas como la religión y se sustituye por otra de adoctrinamiento que recuerda la antigua Formación del Espíritu Nacional de tiempos de Franco.
Respecto a la Iglesia es, lógicamente, el enemigo a batir ya que sus valores y principios chocan, necesariamente, con los establecidos por ZP. Valores como los de la familia, el respeto a la vida desde la concepción, el matrimonio heterosexual, la solidaridad, el esfuerzo, etc. chocan con el pseudo nihilismo a imperar.
En el aspecto político, su gran y declarado objetivo, es eliminar a la derecha y para ello no duda en aliarse con todos aquellos grupos que puedan coadyuvar a su objetivo: nacionalistas, separatistas o terroristas, formando una gran alianza que expulse del juego político a una parte sustancial de la ciudadanía española.
En lo social dando fuerza a grupos marginales y minoritarios como los homosexuales, los antiglobalización y otros cuyo radicalismo militante les convierte en la fuerza de choque del partido, remedo de las milicias de los años ’30. Si no basta, el pacifista ZP no duda en echar mano de las Fuerzas de Seguridad como ocurrió en el caso de los dos militantes del PP detenidos ilegalmente en un episodio mas próximo a las actuaciones de los chequista rojos o los gestapistas nazis, pero que sirve de aviso a navegantes de que ZP y los suyos no se van a parar en minucias, recordemos el cerco y asalto a sedes del PP entre el 11 y el 14M, para conseguir sus objetivos.
ZP no es un “bambi”, no es una sonrisa a una cara pegada, se trata de un elemento peligroso que ha conseguido unificar tras de si al PSOE, marginando al resto de los dirigentes y obligándoles, mediante la humillación a los posibles rebeldes, a rendirle pleitesía como quedó escenificado en la votación del Estatuto de Cataluña en el Congreso. También ha conseguido atraerse a las masas, a unas mediante promesas más o menos demagógicas y a otras porque el modelo de sociedad les atrae, suave, sin problemas, relativista. Frente a ZP y sus postulados, nos encontramos con una oposición acobardada, incapaz de defender sus postulados con firmeza, mas preocupada porque la dejen jugar que por defender los valores de los que se dice representante, sin un discurso articulado, coherente y continuo con lo que lleva la desorientación y el desánimo a sus seguidores y lo inhabilita para plantear esos valores a esa parte de la sociedad todavía obnubilada por el efecto ZP.
El grave problema es que los efectos del proceso puesto en marcha por el Presidente: pactos con terroristas, desarme del estado de derecho, desvertebración de España, desarticulación de la sociedad, etc. tienen un efecto corrosivo que, tarde o temprano, pasará factura y es una incógnita si en ese momento una sociedad tan alienada como la actual sabrá responder al reto.
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