Hoy es un día triste para los españoles en general y para los catalanes en particular, pues entra en vigor el Estatuto de Cataluña. Ignoro si el mismo es conocido por los catalanes y el resto de los españoles, si se lo han leído tantos habitantes del principado como votaron o más o menos, pero desde luego quién haya tenido la paciencia para leérselo debe estar tan preocupado como yo.
No se trata solo de que el texto sea una verdadera Constitución, mucho más abstrusa y farragosa que la europea, que ya es decir, sino que sus planteamientos bordean, cuando no incurren, en un totalitarismo exacerbado. No voy a repetir lo que hasta la saciedad ya se ha dicho sobre el mismo, sobre su intervencionismo, control de la vida de los ciudadanos, incluyendo la privada, etc., al respecto animo a todos a leerlo, creo que es necesario.
Sobre lo que quiero reflexionar es sobre el drama que para España y sus ciudadanos está siendo la explosión nacionalista y sus consecuencias, consecuencias que ya estamos sufriendo. No me refiero a los grandes principios, me refiero a las cosas mas diarias que están siendo afectadas. Lo estamos viviendo estos días en Galicia, donde por un absurdo concepto idiomático no hay el suficiente número de efectivos para combatir los pavorosos incendios que allí están teniendo lugar, o que por un absurdo orgullo no se pida ayuda a otras Comunidades o estamentos, UE incluida, para no menoscabar la autonomía de gestión, sin importar que ello cueste vidas humanas y unas pérdidas pavorosas, pues prima mas el prurito de yo mando en mi erial. Lo sufrimos con el tema del agua, donde la mezquindad regional mas extrema llega a negar el agua unas regiones a otras o permitir impávidos que mientras España se muere de sed el Ebro vierta al mar millones de metros cúbicos del necesario elemento. También en las grandes nevadas, cuando las máquinas quitanieves de una comunidad se paran en su “frontera” y dejan sin limpiar el resto de la carretera por pertenecer a otra región. Estas gilipolleces, no puedo definirlas de otra manera, están perjudicando nuestra viada diaria, nuestros intereses y nuestros derechos, solo para que unos políticos infames puedan presumir de un cierto poder y vivir parasitariamente de todos nosotros, sin resolver los problemas.
Si este problema es genérico en, prácticamente, todas las Autonomías, a la cabeza de la manifestación se ha puesto Cataluña, laboratorio donde podemos ver ya en la práctica lo que va a ser el futuro de este país. Hasta tal extremo prima el nacionalismo sobre cualquier otra idea que el mencionado estatuto lo aprueba Convergencia, partido teóricamente entre liberal y socialdemócrata, cuando se trata de una ley totalmente intervencionista y, también, da su beneplácito Uniò, partido, en teoría democristiano, cuando la norma atenta contra muchos de los principios cristianos. Lógicamente está de acuerdo el PSC con un estatuto nacionalista radical, cuando se supone que ello es la antítesis del socialismo. Conclusión, la ideología no importa, lo que interesa es ser mas nacionalista que el otro y, en nombre de ello cometer las tonterías mayores posibles, para significarnos como mas nacionalistas que los otros, la vieja teoría de haber quien mea mas lejos.
Pero si todo lo anterior es grave, mucho mas preocupante es la pasividad social, ante tanto dislate no hay una reacción ciudadana, nos quedamos observando y sufriendo estas decisiones, mas o menos sorprendidos pero sin reaccionar, aceptando un dislate detrás de otro. La pregunta es, ¿hasta cuando?, ya que no es posible seguir con este estado de cosas que está disolviendo las instituciones comunes y retrotrayéndonos a una especie de taifas medievales o cantones decimonónicos, totalmente absurdo e incompatible con el siglo XXI. Parece llegado el momento de que levantemos nuestra voz y exijamos poner fin a este sinsentido.
No se trata solo de que el texto sea una verdadera Constitución, mucho más abstrusa y farragosa que la europea, que ya es decir, sino que sus planteamientos bordean, cuando no incurren, en un totalitarismo exacerbado. No voy a repetir lo que hasta la saciedad ya se ha dicho sobre el mismo, sobre su intervencionismo, control de la vida de los ciudadanos, incluyendo la privada, etc., al respecto animo a todos a leerlo, creo que es necesario.
Sobre lo que quiero reflexionar es sobre el drama que para España y sus ciudadanos está siendo la explosión nacionalista y sus consecuencias, consecuencias que ya estamos sufriendo. No me refiero a los grandes principios, me refiero a las cosas mas diarias que están siendo afectadas. Lo estamos viviendo estos días en Galicia, donde por un absurdo concepto idiomático no hay el suficiente número de efectivos para combatir los pavorosos incendios que allí están teniendo lugar, o que por un absurdo orgullo no se pida ayuda a otras Comunidades o estamentos, UE incluida, para no menoscabar la autonomía de gestión, sin importar que ello cueste vidas humanas y unas pérdidas pavorosas, pues prima mas el prurito de yo mando en mi erial. Lo sufrimos con el tema del agua, donde la mezquindad regional mas extrema llega a negar el agua unas regiones a otras o permitir impávidos que mientras España se muere de sed el Ebro vierta al mar millones de metros cúbicos del necesario elemento. También en las grandes nevadas, cuando las máquinas quitanieves de una comunidad se paran en su “frontera” y dejan sin limpiar el resto de la carretera por pertenecer a otra región. Estas gilipolleces, no puedo definirlas de otra manera, están perjudicando nuestra viada diaria, nuestros intereses y nuestros derechos, solo para que unos políticos infames puedan presumir de un cierto poder y vivir parasitariamente de todos nosotros, sin resolver los problemas.
Si este problema es genérico en, prácticamente, todas las Autonomías, a la cabeza de la manifestación se ha puesto Cataluña, laboratorio donde podemos ver ya en la práctica lo que va a ser el futuro de este país. Hasta tal extremo prima el nacionalismo sobre cualquier otra idea que el mencionado estatuto lo aprueba Convergencia, partido teóricamente entre liberal y socialdemócrata, cuando se trata de una ley totalmente intervencionista y, también, da su beneplácito Uniò, partido, en teoría democristiano, cuando la norma atenta contra muchos de los principios cristianos. Lógicamente está de acuerdo el PSC con un estatuto nacionalista radical, cuando se supone que ello es la antítesis del socialismo. Conclusión, la ideología no importa, lo que interesa es ser mas nacionalista que el otro y, en nombre de ello cometer las tonterías mayores posibles, para significarnos como mas nacionalistas que los otros, la vieja teoría de haber quien mea mas lejos.
Pero si todo lo anterior es grave, mucho mas preocupante es la pasividad social, ante tanto dislate no hay una reacción ciudadana, nos quedamos observando y sufriendo estas decisiones, mas o menos sorprendidos pero sin reaccionar, aceptando un dislate detrás de otro. La pregunta es, ¿hasta cuando?, ya que no es posible seguir con este estado de cosas que está disolviendo las instituciones comunes y retrotrayéndonos a una especie de taifas medievales o cantones decimonónicos, totalmente absurdo e incompatible con el siglo XXI. Parece llegado el momento de que levantemos nuestra voz y exijamos poner fin a este sinsentido.
1 comentario:
Lo único que puede frenar o mitigar esto es el Tribunal Constitucional. Y ya se está en ello.
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