Hoy hace 30 años que el Gobierno de Suárez, todavía no elegido en las urnas sino como sustituto de Carlos Arias, decretaba una amnistía para los perseguidos por el régimen de Franco por razones políticas. De esta amnistía solo quedaban exentos los terroristas.
A un mes de su llegada al cargo, daba el primer paso importante para el inicio de la Transición. Ello abría las puertas del diálogo con la oposición, del apoyo de Europa y el país daba inicio a un proceso que, con luces y sombras, alumbraría la época de estabilidad y desarrollo, en democracia, mas importante de nuestra siempre tensa historia.
No fue fácil al Presidente Suárez dar aquel paso, contó con fuerte oposición como la del Ministro del Ejército, Teniente General De Santiago y algunos otros miembros, pero su decisión, el apoyo del rey y, también, de la mayoría de los exponentes del régimen sacaron adelante el decreto y las cárceles se abrieron, los expedientes se anularon, etc.
Han pasado bastantes años y los que vivimos aquellos acontecimientos y los posteriores, Ley de Reforma Política, legalización de los partidos PCE incluido, las Cortes votando la desaparición del régimen, la Constitución, primeras elecciones democráticas, etc., somos bastante más mayores y, por lo menos así lo percibo, estamos un tanto desilusionados. En aquellos años creíamos que todo era posible, que, por fin, el país se incorporaría a su “habitat” natural, Europa, con el modelo adecuado, la democracia y cerradas las heridas de muchos años. Que los nacionalismos rampantes se acomodarían ante la generosidad, excesiva, en cuanto a su autogobierno e incluso, algunos, pensaban que el terrorismo desaparecería pues lo hacían las supuestas causas. Algunos teníamos muchas dudas, sobre todo respecto a tanta generosidad con los nacionalistas y, desde luego, no creímos nunca que el terrorismo desapareciera pues su verdadera razón no era la dictadura de Franco sino el deseo de imponer la dictadura del terror.
Pese a ello, cada uno en la medida de sus posibilidades, coadyuvamos al proceso y durante más de 25 años el mismo, pese a la lacra asesina de ETA, funcionó. Desgraciadamente los últimos años, sobre todo desde 14M hemos sufrido un retroceso brutal, pero no al 3 de agosto de 1976, día anterior a la amnistía, sino a 1931 o 1936. Los nacionalistas están mas crecidos que nunca, ETA amenaza, hoy mismo, con volver a matar si sus objetivos no se cumplen, muchas regiones de España se declaran naciones al margen de nuestra patria común y se blindan con poderes propios y exclusivos, la corrupción vuelve a campar por sus respetos, vuelven los enfrentamientos entre el poder política y la Iglesia, a la vez que se añaden elementos nuevos: invasión de extranjeros, inseguridad ciudadana, crisis de valores.
Por todo ello, los que vivimos los apasionantes finales de los ’70 vemos con nostalgia y tristeza como aquel entusiasmo, generosidad y vitalidad se trastocan en cobardía, servilismo, intereses bastardos y todo ello generando enfrentamientos entre regiones e individuos. Creo que necesitamos otra transición pero no en la vía que el Presidente y los suyos consideran, no de vuelta al 31-36, sino que recuperando los valores de la “libertad sin ira” demos un impulso de avance en libertad y unidad de todos los españoles, única forma de incorporarnos al siglo XXI en condiciones de afrontarlo con posibilidades reales de mejora individual y colectiva.
A un mes de su llegada al cargo, daba el primer paso importante para el inicio de la Transición. Ello abría las puertas del diálogo con la oposición, del apoyo de Europa y el país daba inicio a un proceso que, con luces y sombras, alumbraría la época de estabilidad y desarrollo, en democracia, mas importante de nuestra siempre tensa historia.
No fue fácil al Presidente Suárez dar aquel paso, contó con fuerte oposición como la del Ministro del Ejército, Teniente General De Santiago y algunos otros miembros, pero su decisión, el apoyo del rey y, también, de la mayoría de los exponentes del régimen sacaron adelante el decreto y las cárceles se abrieron, los expedientes se anularon, etc.
Han pasado bastantes años y los que vivimos aquellos acontecimientos y los posteriores, Ley de Reforma Política, legalización de los partidos PCE incluido, las Cortes votando la desaparición del régimen, la Constitución, primeras elecciones democráticas, etc., somos bastante más mayores y, por lo menos así lo percibo, estamos un tanto desilusionados. En aquellos años creíamos que todo era posible, que, por fin, el país se incorporaría a su “habitat” natural, Europa, con el modelo adecuado, la democracia y cerradas las heridas de muchos años. Que los nacionalismos rampantes se acomodarían ante la generosidad, excesiva, en cuanto a su autogobierno e incluso, algunos, pensaban que el terrorismo desaparecería pues lo hacían las supuestas causas. Algunos teníamos muchas dudas, sobre todo respecto a tanta generosidad con los nacionalistas y, desde luego, no creímos nunca que el terrorismo desapareciera pues su verdadera razón no era la dictadura de Franco sino el deseo de imponer la dictadura del terror.
Pese a ello, cada uno en la medida de sus posibilidades, coadyuvamos al proceso y durante más de 25 años el mismo, pese a la lacra asesina de ETA, funcionó. Desgraciadamente los últimos años, sobre todo desde 14M hemos sufrido un retroceso brutal, pero no al 3 de agosto de 1976, día anterior a la amnistía, sino a 1931 o 1936. Los nacionalistas están mas crecidos que nunca, ETA amenaza, hoy mismo, con volver a matar si sus objetivos no se cumplen, muchas regiones de España se declaran naciones al margen de nuestra patria común y se blindan con poderes propios y exclusivos, la corrupción vuelve a campar por sus respetos, vuelven los enfrentamientos entre el poder política y la Iglesia, a la vez que se añaden elementos nuevos: invasión de extranjeros, inseguridad ciudadana, crisis de valores.
Por todo ello, los que vivimos los apasionantes finales de los ’70 vemos con nostalgia y tristeza como aquel entusiasmo, generosidad y vitalidad se trastocan en cobardía, servilismo, intereses bastardos y todo ello generando enfrentamientos entre regiones e individuos. Creo que necesitamos otra transición pero no en la vía que el Presidente y los suyos consideran, no de vuelta al 31-36, sino que recuperando los valores de la “libertad sin ira” demos un impulso de avance en libertad y unidad de todos los españoles, única forma de incorporarnos al siglo XXI en condiciones de afrontarlo con posibilidades reales de mejora individual y colectiva.
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