Leyendo la prensa libanesa observamos que el país está en plena efervescencia producida por la decisión de la mayoría de los principales líderes cristiano y musulmanes de forzar la renuncia o dimisión del Presidente Lahoud. Tanto el líder druso Joumblatt, el suní Hariri ( gran triunfador de las última elecciones ), Gemayel y Geagea, han decidido que el Presidente prosirio no ejerza sus funciones mas allá del 14 de marzo.
En un panorama tan convulso como el de Oriente Medio, la situación en el Líbano es, estratégicamente, fundamental, pues se trata de la única democracia, y ya antigua, excepto Israel. Es verdad que dicha democracia se basa en equilibrios complejos, pero la realidad es que de no haber sido por la intentona de los palestinos, en los '70, por controlar el país, probablemente hubiese seguido funcionando como lo hizo hasta aquellas fechas, mereciéndose por su estabilidad y equilibrio el sobrenombre de la Suiza mediooriental.
Desgraciadamente, aquello quedo destrozado en la larga guerra entre 1975 y 1990, cuya pacificación pasó por el control sirio sobre el país, inaugurándose una larga etapa de opresión. La muerte de Rafik Hariri fue el aldabonazo que lanzó a la población a pedir la retirada de Siria y recobrar su independencia. Fue un gesto magnífico, poco valorado por la opinión internacional, de una pequeña nación, pero con una sociedad muy viva, luchando por su libertad y eso en el mundo árabe es raro.Lamentablemente, los peligros siguen existiendo: la influencia palestina y de los terroristas de Hezbollah sigue siendo importante y las largas manos de Irán y Siria siguen sobre el país. Occidente no debe perder esta batalla y debe apoyar a al pueblo del Líbano, proteger su independencia y no ceder, como lo hizo cobardemente en el 90 con los acuerdos de Taif , ante Irán y Siria. Por su historia, valentía y sufrimientos acaecidos, el Líbano merece estar entre los pueblos libres y desarrollados
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