En razón de las últimas avalanchas de pateras se ha reabierto el debate, si cabe con más virulencia, sobre la emigración, sus resultados y sus consecuencias. Sin embargo, en ningún momento se traspasan las líneas de lo políticamente correcto, a saber: no equiparar emigración y delincuencia, los emigrantes aportan mucho a nuestra economía o enriquecen el multiculturalismo. Sinceramente, me revientan estas memeces y estoy harto de oírlas por parte de responsables políticos, ONG´s, sindicatos, empresarios y la Iglesia. Sin entrar en datos, que no me creo ninguno y procurando reflexionar con lógica y avalarlo con lo que aquellos que vamos por la calle, en metro y vivimos en barrios normales observamos, voy tratar, aunque sea brevemente, de rebatir el “buenismo” al uso.
¿Recordamos los asaltos a las vallas de Ceuta o Melilla?, ¿recordamos las escenas de los asaltantes, perfectamente organizados con precisión militar?, ¿tenían aspecto de “famélica legión”?, ¿cómo es posible que “hambrientos campesinos” hubiesen pagado desde 1000 euros para llegar allí?, ¿nos imaginamos lo que haría un campesino, de Centroáfrica por ejemplo, con 1000 euros cuando sobreviven con uno al día?, ¿los hambrientos africanos tienen móvil y chapurrean idiomas?.En conclusión, ¿nos podemos creer que aquellos atletas, jóvenes y en gran forma, con organización y precisión militar eran campesinos desheredados?, ¿no parecían, mas bien, bandas organizadas de excombatientes de las múltiples guerras del continente, des Uganda a Sierra Leona o desde Liberia al Congo?. Evidentemente estos caballeros no vienen a trabajar en el tajo o a servir cafés, con su entrenamiento y capacidades, con su falta de respeto por la legalidad, que ni conocen, ejercen la “profesión” que saben: violencia incontenible. Otro tanto pasa con los venidos del este, kosovares, albaneses, o del Cáucaso, armenios, azeríes, etc.
Se me dirá que no todos los emigrantes son excombatientes o delincuentes y así es, pero eso no es óbice para que planteen otros problemas. Desde hace tiempo sabemos, aunque no se pueda decir, el incremento de enfermedades tropicales, en unos casos, y de otro tipo de enfermedades ya erradicadas en España, que han resurgido, como la tuberculosis, traídas por los emigrantes. Es lamentable que estén enfermos, pero no es lógico que se oculte el tema lo que, a su vez, impide el tomar medidas radicales, sin contar el coste económico y el deterioro de los servicios, pues este es otro de los aspectos.
Se habla mucho de lo que aportan a la economía del país, pero poco o nada de lo que cuestan. Desde que un emigrante llega, legal o ilegal, tiene derecho a educación y sanidad, aspecto que se refleja con solo visitar cualquier colegio público o ambulatorio. Sin aportar nada ya existe un coste y no pequeño, al que hay que añadir el de las enfermedades antes reseñadas. De estos costes nadie nos habla, pero si de lo que aportan a nuestras pensiones, tema que también pongo en duda, primero porque aunque fuese así de sencillo es pan para hoy y hambre para mañana, ya que como están en la economía sumergida, en gran cantidad, o ganan poco si trabajan legalmente, su aportación es mínima y si bien puede contribuir a mantener las actuales pensiones, dudosillo, cuando ellos tengan que cobrarlas, por este sistema piramidal de nuestra Seguridad Social, no habrá dinero suficiente para nadie, por lo que….
Pero quizás lo más preocupante, es el cambio cultural que se producirá. Según datos oficiales, solo en Madrid hay 170 nacionalidades distintas, con culturas distintas, lenguas distintas y objetivos distintos. Y algo que no se comenta, enfrentadas comunidades entre si: marroquíes contra argelinos, peruanos contra chilenos y, la última “moda”, gitanos contra magrebíes, parece ser que esto es lo que se llama multiculturalismo. España es un país europeo, de raíces judeocristianos y así debe seguir siendo, pero si todo ese magma, que no se integra, acaba siendo mayoritario en conjunto esto no puede ser más que un caos. Deberíamos aprender de los que está ocurriendo en otros países europeos, como Francia, donde la crisis ya ha estallado y no sabemos donde acabará, pero no parece que bien, ni para las relaciones interraciales ni para la estabilidad democrática, recordemos que Le Pen fue finalista en las últimas elecciones presidenciales y no basta con despreciarle como fascista, pues no se trata de tontunas de ese tipo, se trata de que sus seguidores están entre la clase trabajadora y media baja que son quienes sufren los problemas de la emigración en sus barrios y sus trabajos y quienes no se lucran de su venida.
Aspecto interesante, ¿de que vivirían las ONG´s, ciertos abogados, etc. si no hubiese emigrantes?, ¿cómo justificarían su existencia?. También ciertos empresarios que aprovechan esa mano de obra para tirar los sueldos, en incluso la Iglesia que puede sustituir la pérdida de fieles autóctonos por los llegados de fuera. O los políticos que los ven como próxima fuente de votos. Todos estos grupos e instituciones están interesados, sin contar las mafias, en que siga el flujo de emigrantes.
Creo urgente que dejemos de mirar para otro lado y tomar las medidas adecuadas, que no pueden ser otras que frenar esta emigración desbocada e incontrolada, ser mas rígidos con temas como la subvención del paro, en su doble vertiente de que los españoles parados acepten puestos aunque sean de menos valor añadido, pues no es de recibo que se necesiten 400.000 agricultores en Andalucía y haya ese mismo número de parados. La segunda, no dar esas ayudas a los emigrantes, pues cualquier africano, balcánico o caucásico prefiere estar parado en España que en su país.
Así mismo hay que fomentar la natalidad de las españolas mediante ayudas, no solo económicas sino de conciliación de la vida familiar y laboral, y, sobre todo, rearmarnos moralmente en defensa de nuestra idiosincrasia, que no significa el rechazo al extranjero pero tampoco el papanatismo falso de que la riqueza del mundo occidental está labrada sobre los pobres de la tierra, pues si seguimos por ese camino mas pronto que tarde nos habrán barrido de nuestra tierra.
¿Recordamos los asaltos a las vallas de Ceuta o Melilla?, ¿recordamos las escenas de los asaltantes, perfectamente organizados con precisión militar?, ¿tenían aspecto de “famélica legión”?, ¿cómo es posible que “hambrientos campesinos” hubiesen pagado desde 1000 euros para llegar allí?, ¿nos imaginamos lo que haría un campesino, de Centroáfrica por ejemplo, con 1000 euros cuando sobreviven con uno al día?, ¿los hambrientos africanos tienen móvil y chapurrean idiomas?.En conclusión, ¿nos podemos creer que aquellos atletas, jóvenes y en gran forma, con organización y precisión militar eran campesinos desheredados?, ¿no parecían, mas bien, bandas organizadas de excombatientes de las múltiples guerras del continente, des Uganda a Sierra Leona o desde Liberia al Congo?. Evidentemente estos caballeros no vienen a trabajar en el tajo o a servir cafés, con su entrenamiento y capacidades, con su falta de respeto por la legalidad, que ni conocen, ejercen la “profesión” que saben: violencia incontenible. Otro tanto pasa con los venidos del este, kosovares, albaneses, o del Cáucaso, armenios, azeríes, etc.
Se me dirá que no todos los emigrantes son excombatientes o delincuentes y así es, pero eso no es óbice para que planteen otros problemas. Desde hace tiempo sabemos, aunque no se pueda decir, el incremento de enfermedades tropicales, en unos casos, y de otro tipo de enfermedades ya erradicadas en España, que han resurgido, como la tuberculosis, traídas por los emigrantes. Es lamentable que estén enfermos, pero no es lógico que se oculte el tema lo que, a su vez, impide el tomar medidas radicales, sin contar el coste económico y el deterioro de los servicios, pues este es otro de los aspectos.
Se habla mucho de lo que aportan a la economía del país, pero poco o nada de lo que cuestan. Desde que un emigrante llega, legal o ilegal, tiene derecho a educación y sanidad, aspecto que se refleja con solo visitar cualquier colegio público o ambulatorio. Sin aportar nada ya existe un coste y no pequeño, al que hay que añadir el de las enfermedades antes reseñadas. De estos costes nadie nos habla, pero si de lo que aportan a nuestras pensiones, tema que también pongo en duda, primero porque aunque fuese así de sencillo es pan para hoy y hambre para mañana, ya que como están en la economía sumergida, en gran cantidad, o ganan poco si trabajan legalmente, su aportación es mínima y si bien puede contribuir a mantener las actuales pensiones, dudosillo, cuando ellos tengan que cobrarlas, por este sistema piramidal de nuestra Seguridad Social, no habrá dinero suficiente para nadie, por lo que….
Pero quizás lo más preocupante, es el cambio cultural que se producirá. Según datos oficiales, solo en Madrid hay 170 nacionalidades distintas, con culturas distintas, lenguas distintas y objetivos distintos. Y algo que no se comenta, enfrentadas comunidades entre si: marroquíes contra argelinos, peruanos contra chilenos y, la última “moda”, gitanos contra magrebíes, parece ser que esto es lo que se llama multiculturalismo. España es un país europeo, de raíces judeocristianos y así debe seguir siendo, pero si todo ese magma, que no se integra, acaba siendo mayoritario en conjunto esto no puede ser más que un caos. Deberíamos aprender de los que está ocurriendo en otros países europeos, como Francia, donde la crisis ya ha estallado y no sabemos donde acabará, pero no parece que bien, ni para las relaciones interraciales ni para la estabilidad democrática, recordemos que Le Pen fue finalista en las últimas elecciones presidenciales y no basta con despreciarle como fascista, pues no se trata de tontunas de ese tipo, se trata de que sus seguidores están entre la clase trabajadora y media baja que son quienes sufren los problemas de la emigración en sus barrios y sus trabajos y quienes no se lucran de su venida.
Aspecto interesante, ¿de que vivirían las ONG´s, ciertos abogados, etc. si no hubiese emigrantes?, ¿cómo justificarían su existencia?. También ciertos empresarios que aprovechan esa mano de obra para tirar los sueldos, en incluso la Iglesia que puede sustituir la pérdida de fieles autóctonos por los llegados de fuera. O los políticos que los ven como próxima fuente de votos. Todos estos grupos e instituciones están interesados, sin contar las mafias, en que siga el flujo de emigrantes.
Creo urgente que dejemos de mirar para otro lado y tomar las medidas adecuadas, que no pueden ser otras que frenar esta emigración desbocada e incontrolada, ser mas rígidos con temas como la subvención del paro, en su doble vertiente de que los españoles parados acepten puestos aunque sean de menos valor añadido, pues no es de recibo que se necesiten 400.000 agricultores en Andalucía y haya ese mismo número de parados. La segunda, no dar esas ayudas a los emigrantes, pues cualquier africano, balcánico o caucásico prefiere estar parado en España que en su país.
Así mismo hay que fomentar la natalidad de las españolas mediante ayudas, no solo económicas sino de conciliación de la vida familiar y laboral, y, sobre todo, rearmarnos moralmente en defensa de nuestra idiosincrasia, que no significa el rechazo al extranjero pero tampoco el papanatismo falso de que la riqueza del mundo occidental está labrada sobre los pobres de la tierra, pues si seguimos por ese camino mas pronto que tarde nos habrán barrido de nuestra tierra.
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