lunes, mayo 29, 2006

Conceptos, palabras y corrección política

Los que tenemos algunos años hemos visto desfilar ante nuestros ojos numerosos cambios en todos los aspectos de la vida: culturales, económicos, políticos, sociales, etc..Desde los tiempos del ¡Viva Franco! y ¡Arriba España! hasta “som una nació” y “volem l’estatut” o “mi patria es la libertad”. Hemos visto cambiar el mundo, desde el nacimiento de la CEE, la descolonización de África y Asia, también de Oceanía, el fin de la guerra fría y el choque de civilizaciones actual, yo sigo a Hungtington en ese tema. Desde las películas en blanco y negro, el technicolor o 3D, desde Walt Disney a Spielberg, desde Raza a las películas de Almodóvar, ¡en fin! todo un cambio.
Este cambio ha venido acompañado de una transformación de los conceptos y, sobre todo, de las palabras. Volviendo a la geografía, la verdad es que ha sido un lío aprenderse los nombres de las naciones y ciudades y los subsiguientes cambios: desde Alto Volta convertida en Burkina Fasso o el Congo belga convertido en República Democrática del Congo, después Zaire y ¡otra vez! República Democrática, o nuestra Santa Isabel en Malabo, etc, etc.. La última, de actualidad estos días por el caos allí generado, Timor Oriental convertido en Timor Leste. Ni siquiera países más estables como India, cambiando el nombre a la histórica Bombay por Mumbay y otras.
Pues si todos estos cambios nos llevan a confusión mucho mas el de las palabras y sus acepciones, que han sufrido una gran transformación, sobre todo en los últimos años a caballo de la corrección política. Así ya no hay mancos, ni cojos, ni ciegos, ni oligofrénicos, ahora son minusválidos, ¡no, perdón!, lo último es discapacitados. Ya no hay putas o prostitutas, ahora son trabajadoras sexuales y, al parecer, pronto se va a crear una titulación al respecto. Ya no hay homosexuales o maricones, ahora son gays, palabra que, al parecer, los homosexuales americanos cogieron de la famosa escena del camisón de la película, la fiera de mi niña, ¡gran película por otro lado!.
Quizás una de las “transformaciones” mas interesantes es la desaparición de una raza entera: por decreto la raza negra ha desaparecido, ahora son subsaharianos. Claro que esto conlleva algunos problemas, a saber, un sudafricano blanco, indio o chino es, obviamente, un subsahariano pero no es negro, ¿cómo lo definiríamos?, un bosquimano es de tez amarilla, pero también vive al sur del Sáhara, ¿qué es?. Teniendo en cuenta que muchos países están atravesados por el Sáhara, ¿cómo definimos a los habitantes de esos países en razón de que estén al norte o al sur del desierto, siendo negros en ambos casos?.
Pero vayamos a un tema más cercano, Gerona es Girona, Lérida es Lleida, La Coruña A Coruña y así se las define, sin embargo Nueva York no lo escribimos ni lo pronunciamos en inglés, ni Londres, ni Moscú en ruso o Beijing en chino, ¿porqué tenemos que escribir en las lenguas regionales nombres que tienen en español su acepción?, ¡otra corrección política!.
Pero si todo lo anterior oscila entre los chusco, lo ridículo y lo patético, otras palabras y sus acepciones son mas peligrosas, como convertir a Otegui “en hombre de paz”, o a la extorsión y kale borroka de ETA y los suyos en “pequeños incidentes”. Las palabras no son neutrales, son un arma de combate y el relativismo que nos domina se está imponiendo en el lenguaje y si tiene una relativa justificación, a mi juicio un tanto estúpida pues no resuelve los problemas, que los países emancipados cambien los nombres de la época de la colonización, no tiene ninguna, que no sea esa política corrosiva, el atacar la lengua española o tergiversar las realidades, convirtiendo a los asesinos en políticos y a las organizaciones terroristas en interlocutores del Estado.¡Cuidado! se empieza por reírle las gracias a Zerolo y acabamos en la poligamia, llamamos a Lérida, Lleida y terminaremos por no entendernos entre los españoles y llamamos “hombre de paz” a Otegui y ETA acabará imponiendo sus criterios. No confundamos el respeto a las personas y a las culturas con la manipulación y tergiversación torticera en aras de unas políticas destructivas para la sociedad y el estado.

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