“La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”;”La última década del siglo ha sido testigo de la poderosa contraofensiva desplegada por los políticos e intelectuales de la vieja izquierda con el fin de borrar e invertir las conclusiones que, en 1990, parecían desprenderse de la evidencia del hundimiento del comunismo y, más generalmente, de los fracasos del socialismo”; “Las exageraciones, con frecuencia delirantes, del odio antiamericano, las imputaciones de los medios de comunicación, unidas ora a incompetencia ora a mitomanía, la mala voluntad pertinaz que dala vuelta a todo acontecimiento a fin de interpretarlo sin excepción de forma desfavorable para los Estados Unidos han de convencer por fuerza a éstos de la inutilidad de cualquier consulta. El resultado es el opuesto del que supuestamente se buscaba. Las mentiras de la parcialidad antiamericana son las que fabrican el unilateralismo americano. La ceguera tendenciosa y la hostilidad sistemática de la mayoría de los gobiernos que se relacionan con América no hacen otra cosa que debilitarlos a ellos mismos a alejarlos cada vez más de la comprensión de las realidades. Esos mismos gobiernos, enemigos y aliados confundidos, son los que, al sustituir la acción por la animosidad y el análisis por la pasión, se condenan a la impotencia y, por efecto de contrapeso, alimentan la superpotencia americana”.
Estas rotundas frases y párrafos pertenecen a tres libros: “El conocimiento inútil”, “La gran mascarada” y “La obsesión antiamericana” de Jean-François Revel, el gran liberal muerto hace un par de días. Con él se marcha el último exponente del liberalismo francés, europeo y mundial, uno de los más señeros de la historia y, desde luego, el más influyente, junto a Raymond Aron, de los últimos 40 o 50 años. Pero a diferencia de Aron, mas filósofo, mas contemporizador y, como buen francés, antiamericano, Revel fue un militante contra el totalitarismo, primero contra el nazi como resistente durante la Segunda Guerra Mundial y después contra el comunista. En una Europa y una Francia con un partido comunista boyante, con mas del 25% de los votos y el mito de haber “liberado” Europa, en un país donde el estatismo es santo y seña de la intelectualidad, Revel se lanzó desde muy pronto al combate contra el totalitarismo comunista. En conferencias, debates, desde las páginas de L´Express, primero y Le Point después, en sus libros, siempre defendió la libertad frente a todo tipo de totalitarismo y, desaparecido el nazismo, contra el comunismo o los totalitarismos tercermundistas.
A su vez, fue un amigo de Estados Unidos, el único país donde, o por lo menos donde más, había arraigado el liberalismo y, sin tapujos, denunció el absurdo antiamericanismo de sus compatriotas y otros europeos, como quedó plasmado en su último libro “La obsesión antiamericana”.
Épicos fueron sus enfrentamientos con Sartre de quién no concebía que habiendo defendido la libertad se encontrase tan subyugado por el stalinismo. También firme su defensa de Israel en momentos que dicha defensa no estaba bien vista entre los políticamente correctos, o sus denuncias de la Francia hipócrita incapaz de enfrentarse a su pasado vichysta, o de su estatismo tan enfrentado a la libertad.
Ateo convicto y confeso, a fuer de liberal era respetuoso con las creencias de los demás, e incluso debatió en un curioso libro, “El monje y el filósofo”, con su hijo budista siempre desde la defensa de sus posiciones y del respeto al otro.
Firme en la defensa de sus convicciones y principios, incansable en la lucha por la libertad, Francia, digámoslo en honor a su país, pese a no estar mayoritariamente de acuerdo con sus ideas, le reconoció su altura intelectual acogiéndole en la Academia entre los “inmortales”.
Buen conocedor y amigo de España, una de sus últimos escritos fue su colaboración en el libro colectivo “Raymond Aron: un liberal resistente”, sobre su maestro y colaborador en L´Express, aunque no siempre en sintonía, y con quién representa esa Francia contradictoria de tan grandes autores liberales, los mencionados, Tocqueville, Constant, etc., y tan apegada política y socialmente al antiliberalismo y al estatismo.
Su figura debe servirnos de ejemplo a todos aquellos que nos consideramos liberales y actitud combativa impregnarnos en la defensa del individuo y de su libertad frente a los totalitarismos de todo tipo. Descanse en paz.
Estas rotundas frases y párrafos pertenecen a tres libros: “El conocimiento inútil”, “La gran mascarada” y “La obsesión antiamericana” de Jean-François Revel, el gran liberal muerto hace un par de días. Con él se marcha el último exponente del liberalismo francés, europeo y mundial, uno de los más señeros de la historia y, desde luego, el más influyente, junto a Raymond Aron, de los últimos 40 o 50 años. Pero a diferencia de Aron, mas filósofo, mas contemporizador y, como buen francés, antiamericano, Revel fue un militante contra el totalitarismo, primero contra el nazi como resistente durante la Segunda Guerra Mundial y después contra el comunista. En una Europa y una Francia con un partido comunista boyante, con mas del 25% de los votos y el mito de haber “liberado” Europa, en un país donde el estatismo es santo y seña de la intelectualidad, Revel se lanzó desde muy pronto al combate contra el totalitarismo comunista. En conferencias, debates, desde las páginas de L´Express, primero y Le Point después, en sus libros, siempre defendió la libertad frente a todo tipo de totalitarismo y, desaparecido el nazismo, contra el comunismo o los totalitarismos tercermundistas.
A su vez, fue un amigo de Estados Unidos, el único país donde, o por lo menos donde más, había arraigado el liberalismo y, sin tapujos, denunció el absurdo antiamericanismo de sus compatriotas y otros europeos, como quedó plasmado en su último libro “La obsesión antiamericana”.
Épicos fueron sus enfrentamientos con Sartre de quién no concebía que habiendo defendido la libertad se encontrase tan subyugado por el stalinismo. También firme su defensa de Israel en momentos que dicha defensa no estaba bien vista entre los políticamente correctos, o sus denuncias de la Francia hipócrita incapaz de enfrentarse a su pasado vichysta, o de su estatismo tan enfrentado a la libertad.
Ateo convicto y confeso, a fuer de liberal era respetuoso con las creencias de los demás, e incluso debatió en un curioso libro, “El monje y el filósofo”, con su hijo budista siempre desde la defensa de sus posiciones y del respeto al otro.
Firme en la defensa de sus convicciones y principios, incansable en la lucha por la libertad, Francia, digámoslo en honor a su país, pese a no estar mayoritariamente de acuerdo con sus ideas, le reconoció su altura intelectual acogiéndole en la Academia entre los “inmortales”.
Buen conocedor y amigo de España, una de sus últimos escritos fue su colaboración en el libro colectivo “Raymond Aron: un liberal resistente”, sobre su maestro y colaborador en L´Express, aunque no siempre en sintonía, y con quién representa esa Francia contradictoria de tan grandes autores liberales, los mencionados, Tocqueville, Constant, etc., y tan apegada política y socialmente al antiliberalismo y al estatismo.
Su figura debe servirnos de ejemplo a todos aquellos que nos consideramos liberales y actitud combativa impregnarnos en la defensa del individuo y de su libertad frente a los totalitarismos de todo tipo. Descanse en paz.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Es penoso que sólo en la blogosfera se conozca a este gran liberal. Una de las pocas personas que ha criticado el antiamericanismo barato que caracteriza nuestra hipócrita sociedad europea.
"La gran ventaja de ser de izquierdas es que la certeza sobre la bondad moral de las posiciones propias está al alcance de cualquier imbécil: basta y sobra con ser antiamericano siempre"
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