Se cumplen 553 años de la caída de Constantinopla en manos del Sultán Mehmet II. Se considera esa fecha como el del fin de una era y el nacimiento de otra. Es verdad que marcar un día como referencia del cambio de era histórica es absurdo, pues los acontecimientos suelen ser un devenir y no una cesura. Pero a efectos visuales podemos aceptar que con ese triunfo los turcos se convertían en el poder hegemónico, destruían el antiguo Imperio Romano o su sucesor el Bizantino y asestaban un golpe de gracia al cristianismo.
Hoy día nadie se cuestiona en Europa aquel hecho, no nos rasgamos las vestiduras ni lanzamos proclamas a la Guerra Santa para recuperar Bizancio, Constantinopla, Istanbul, Estambul pues por todos estos nombres se la conoce. Las iglesias cristianas no se llenan de fieles arrebatados ante las proclamas de los sacerdotes llamando a la expiación mediante la recuperación de la ciudad o el antiguo Imperio. Ítem más, si así se hiciera tacharíamos de absurdo, ridículo o algo mas duro a quién así se manifestase y, parece lógico, así debe ser, pues la historia es eso: historia.
Entonces, ¿porqué permitimos que los musulmanes lancen sus virulentas soflamas sobre las Cruzadas o sobre la pérdida de Al-Andalus?, ¿porqué no les enfrentamos intelectualmente ante sus panfletarias diatribas contra la Reconquista y otros eventos históricos?, ¿ a que se debe que “intelectuales” de occidente, políticos, comunicadores y otras gentes sean comprensivos cuando no favorables a esas tesis absurdas y ridículas de condenar las Cruzadas o la Reconquista y otros eventos de la multisecular guerra entre la Cristiandad y el Islam. Nosotros no le echamos continuamente en cara los dos cercos de Viena, los ataques a Malta y, antes, la conquista de Oriente Medio, Grecia, los Balcanes Hungría, etc., no lo usamos como arma arrojadiza contra ellos y, sin embargo, “a sensu contrario” tenemos que aguantar sus admoniciones y amenazas de recuperar los predios perdidos.
Para colmo se nos intenta justificar la entrada de Turquía en la UE como símbolo de que no rechazamos a los países islámicos, que Europa no es un Club Cristiano. Si Europa no es un Club Cristiano, ¿qué es?, ¿de donde proceden nuestros principios?, ¿quiénes dieron cuerpo intelectual y jurídico a nuestra civilización?, ¿ no fueron las iglesias y los monasterios los focos de cultura y guía del nacimiento de Europa?. Si perdemos nuestros valores, perdemos nuestra razón de ser, si Turquía entra en la UE deberemos cambiarle el nombre a esa Unión y, en ese momento, sufriremos la segunda toma de Bizancio y ésta, me temo, irreversible.
Hoy día nadie se cuestiona en Europa aquel hecho, no nos rasgamos las vestiduras ni lanzamos proclamas a la Guerra Santa para recuperar Bizancio, Constantinopla, Istanbul, Estambul pues por todos estos nombres se la conoce. Las iglesias cristianas no se llenan de fieles arrebatados ante las proclamas de los sacerdotes llamando a la expiación mediante la recuperación de la ciudad o el antiguo Imperio. Ítem más, si así se hiciera tacharíamos de absurdo, ridículo o algo mas duro a quién así se manifestase y, parece lógico, así debe ser, pues la historia es eso: historia.
Entonces, ¿porqué permitimos que los musulmanes lancen sus virulentas soflamas sobre las Cruzadas o sobre la pérdida de Al-Andalus?, ¿porqué no les enfrentamos intelectualmente ante sus panfletarias diatribas contra la Reconquista y otros eventos históricos?, ¿ a que se debe que “intelectuales” de occidente, políticos, comunicadores y otras gentes sean comprensivos cuando no favorables a esas tesis absurdas y ridículas de condenar las Cruzadas o la Reconquista y otros eventos de la multisecular guerra entre la Cristiandad y el Islam. Nosotros no le echamos continuamente en cara los dos cercos de Viena, los ataques a Malta y, antes, la conquista de Oriente Medio, Grecia, los Balcanes Hungría, etc., no lo usamos como arma arrojadiza contra ellos y, sin embargo, “a sensu contrario” tenemos que aguantar sus admoniciones y amenazas de recuperar los predios perdidos.
Para colmo se nos intenta justificar la entrada de Turquía en la UE como símbolo de que no rechazamos a los países islámicos, que Europa no es un Club Cristiano. Si Europa no es un Club Cristiano, ¿qué es?, ¿de donde proceden nuestros principios?, ¿quiénes dieron cuerpo intelectual y jurídico a nuestra civilización?, ¿ no fueron las iglesias y los monasterios los focos de cultura y guía del nacimiento de Europa?. Si perdemos nuestros valores, perdemos nuestra razón de ser, si Turquía entra en la UE deberemos cambiarle el nombre a esa Unión y, en ese momento, sufriremos la segunda toma de Bizancio y ésta, me temo, irreversible.
2 comentarios:
Discrepo contigo en cuanto a las consecuencias de la entrada de Turquía en Europa. Las razones por las que no ha de entrar no son tan espirituales e históricas como prácticas: es pobre y hay ciertas condiciones que no sólo ha de desear poder cumplirlas, sino que las tiene que cumplir. En el contexto que nos toca vivir de hostilidades entre islam y mundo occidental imagino que no es lo más, digamos, prudente que entre Turquía, a no ser que interpretemos este gesto como inequívoca tolerancia, y de dicho debate me abstengo. Pero sí, a pesar de no estar yo a favor de la UE, ni católica ni no, no deja de ser interesante la hipocresía de los que dicen, despectivamente, que Europa no es Club Cristiano.
Europa debería ser un club cristiano pero ya no lo es. Es una casa de putas.
Entrarán los moros --no lo dudes-- y acabaremos todos con el culo en pompa mirando a la Meca.
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