viernes, noviembre 18, 2011

A menos de 48 horas





Para las elecciones generales y antes de la jornada de reflexión, conviene recapitular sobre el futuro, si el futuro que no el pasado, aunque sin olvidarlo. Lamentablemente, éste ha sido muy negativo, pero no solo en lo económico, quizás y, sobre todo, en la decadencia de dos grandes aspectos: convivencia y valores.

Los intereses políticos han conllevado que nuestra sociedad esté en caída libre, con unos comportamientos netamente hedonistas y alejados de los necesarios equilibrios tanto espirituales como psicológicos, que hacen que una comunidad sea sana y progrese. Los absurdos que, cada vez menudean más, desde decapitar niñas por “orden” del diablo a crímenes por pasión sexual que no amorosa; los contenidos de los programas mas vistos en tv o las revistas y reportajes que mas se leen, demuestran a las claras esa enfermedad.

Los poderes públicos, que deben orientar aunque no imponer, lejos de laborar por esa reafirmación de valores positivos, nos han llevado por caminos poco adecuados, con decisiones como los matrimonios homosexuales, la plena libertad, de facto, para abortar, introducir contenidos de confrontación en los manuales estudiantiles, como en EpC o actitudes laxas ante temas como el alcoholismo juvenil. Todo ello, unido a la crisis económica ha dado lugar a la situación en que nos encontramos.

Por tanto, considero que el 20N se debe votar no solo pensando en la economía, tema central y, parece, que único. Es cierto que, prácticamente, ninguna formación política plantea otros temas pero pese a esta falta de propuestas éticas, hay que valorar no solo las palabras sino las trayectorias.

La crisis europea y española es de base ética, no económica. Cuando un continente renuncia a sus principios básicos, que le hicieron grande, está renunciando a ser el mismo y, por tanto, los aspectos materiales también fallarán. No es gratuito que sean aquellos países mas alejados de los principios los que peor lo estén pasando y sean los europeos. Una mal entendida libertad nos aboca al caos y al desorden, a una juventud cuyo índice de paro brutal se ve acompañado de la falta de estímulos espirituales e intelectuales, una clase política demasiado preocupada de llegar al poder para, en muchos casos, obtener beneficios propios y no para servir a sus conciudadanos y una “intelligentsia” de escasas ideas y mucho rencor.

Necesitamos saber, ser y sentirnos parte de un todo, que es España, volver a la raíz de nuestra esencia, a los valores cristianos que nos hicieron grandes, sin mojigaterías ni bobadas, a la gran esencia. Debemos recobrar el espíritu austero y sobrio, que no está reñido con el prosperar sino con el derrochar absurdamente. Debemos volver a recobrar nuestro orgullo de país y de ciudadanos, debemos enfrentarnos con firmeza y sin titubear, sin miedo, al futuro, pues solo de esa manera seremos una gran nación que, como en otras ocasiones de la historia, sea ejemplo para nuestros vecinos.

Nuestros dirigentes deben estar a la altura de las circunstancias, ¡vasta de trifulcas ridículas!, ¡basta de ambiciones bastardas!, ¡basta de poner a los partidos por encima de las personas y de España!, ¡basta de mentecatos!. Da igual que nos dirijan tecnócratas o políticos, pero que sean gente cualificada, honrada y patriota en el mejor sentido de la expresión. Eso es lo que necesitamos, regenerarnos nosotros mismos y elegir a los mejores, lo que no tendremos fácil pasado mañana. ¡Viva España!.

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