Desde hace un siglo, la vieja Europa, aquel continente señero del que emanaba la cultura, la ciencia, la tecnología, la riqueza y, en definitiva, el poder, se ha convertido en un conjunto de países con un devenir trágico en la mayoría de los casos, ha visto sus valores subvertidos, su empuje ralentizado cuando no frenado, su riqueza perdida y reconstruida en varias ocasiones, sobre todo basado en ayudas externas, su ejemplo político cada vez mas ignorado y, en definitiva, se está convirtiendo en una zona irrelevante dentro del juego de poder del siglo XXI.
Desde el fin de la primera guerra mundial, las naciones de este continente han sufrido toda clase de vicisitudes: guerras civiles, revoluciones, guerras europeas, crisis económicas, crisis de valores, el fin de sus imperios coloniales y de su poderío militar y político, etc...
El año 1918 marca el principio del fin, desaparecen tres grandes e históricos imperios: Alemania, Austria-Hungría y Rusia, pudiéndose añadir, aunque no fuese europeo pero si influyó durante siglos en la política del continente, el turco. De sus despojos emergen nuevos estados, muy débiles y étnicamente complejos, con lo que ello conllevaba de caldo de cultivo de problemas. También se restauran otros, como Polonia, en parte a costa de viejos enemigos como Alemania o Rusia.
De todo ello solo podía salir lo que surgió, comunismo y nazifascismo en la mayoría de Centroeuropa, mientras que las naciones teóricamente vencedoras, como Gran Bretaña o Francia estaban exangües y con unas poblaciones poco dispuestas a la lucha. La verdad es que solo hubo un triunfador que, además, no era europeo aunque su matriz hubiese sido esa: EE.UU.
El período de los años ´30 trajo agitación, tensión y una devastadora guerra mundial que sirvió para dar la puntilla al ya escaso poderío europeo. De esa guerra salió un continente arruinado y dividido, la parte oriental bajo la égida de la URSS y la occidental de EE.UU.. Durante más de 40 años, Europa se enfrentó a través del Telón de Acero, aunque quienes decidían su destino eran potencias extraeuropeas.
A partir de los ´90 del siglo pasado, con la caída de la URSS y sus satélites parecía que Europa, cuya parte occidental había florecido económicamente con la ayuda norteamericana, podría reorganizarse y constituir un polo de influencia y poder en el nuevo diseño geoestratégico mundial.
Pero, desgraciadamente, dos guerras y sus desastres, así como la molicie de no haber tenido que preocuparse desde 1945 por su seguridad, arropada por EE.UU., hacían que la parte occidental, que había renunciado a sus viejos imperios sin gran pena, no tuviese interés en jugar ningún papel, que obligase a esfuerzos excesivos sobre todo de índole militar. Un pacifismo cobardón e inconsciente se había instalado entre el pasillo de Fulda y el Atlántico.
Respecto a la parte oriental, bastante tenía con recuperar su idiosincrasia, aniquilada por el comunismo y aprender a convivir y colaborar no solo con sus vecinos sino con el resto del continente.
Desde el primer momento la parte occidental, vía UE tomó la batuta de la nueva Europa, batuta basada en el dinero y poco más. Se había renunciado a los valores que conformaron occidente, se deslizaba por el relativismo moral y cultural, se justificaban otras culturas por brutales o violentas que fuesen, se quería creer que la vía de la negociación y, sobre todo, el dar ingentes cantidades del dinero de los contribuyentes europeos solucionarían cualquier problema.
Pero la realidad es otra y el conflicto de los Balcanes puso a los europeos en su justo sitio, es decir, ninguno. Solo la actuación estadounidense desatascó la situación, porque la de los ejércitos europeos, vía cascos azules, fue escandalosa hasta la cobardía, recordemos Srebrenica.
Pero Europa seguía pensando que su “buenismo” tendría éxito en otros sitios y se fue al continente del sur: África y allí se dio de bruces con Ruanda y su genocidio, con otro papel “espectacular” de las tropas europeas, sobre todo belgas y francesas, y otro tanto en el Congo, Somalia, Zimbabwe, etc..
Cuando los países del viejo continente se vieron atacados por una nueva lacra, el terrorismo islámico, su objetivo fue amansar a la fiera. Ya se había hecho con el terrorismo palestino en los ´70, con una Francia en cabeza de ese entreguismo. Desgraciadamente para los “pactistas” los yihadistas no querían dinero sino la conquista del mundo y así Madrid, Londres, etc. sufrieron el zarpazo asesino. La respuesta europea fue endeble, cuando no cobarde.
De pronto, la vieja izquierda que había perdido su referente totalitario con la caída del comunismo, encontró un nuevo aliado en el islamismo, ya que el enemigo seguía siendo el mismo, Estados Unidos y el capitalismo, con lo que recobraban su razón de ser.
Así hemos visto las vergonzosas actuaciones de gobiernos y ciudadanos “comprendiendo”, cuando no apoyando a los asesinos mientras se criticaba a los americanos y sus aliados, como Israel y el ejemplo lo tenemos estos días. Casos como el de Irak son paradigmáticos, donde bajo la excusa de una guerra injusta, en realidad se apoyaba a los tiranos de turno, muy en la línea de los viejos tiempos de Reagan o Thatcher y los misiles.
Pero como no bastaba entregarse a los musulmanes, había que hacerle el caldo gordo a la nueva Rusia de Putin, que es lo mas parecido a la antigua URSS de la cual ha recobrado no solo símbolos, sino aspiraciones.
Y así una cobarde Europa no solo entrega su dependencia energética al nuevo zar, sino que en vez de hacerle frente se complace en bailarle el agua, hasta el extremo de abandonar a un país cuyo único objetivo era librarse de las garras del oso ruso y acercarse a occidente. La pobre Georgia confió en que Europa no la abandonaría, pero sí la abandonó y no solo eso, sino que, poco menos, que la entregaban en papel de celofán a Putin, pues el fantasma de un nuevo Munich planeó en agosto. En cualquier caso, el primer paso se dio con Absajia y Osetia del Sur, entregadas a Rusia con la misma excusa que se utilizó para entregar los Sudetes a Hitler. El próximo paso, como ocurrió con Checoeslovaquia, es el resto de Georgia.
No contenta, la tiranía putinista, avisa a Europa que Ucrania es un feudo suyo y utiliza el gas como arma de presión, ¿y que respuesta da la UE?, pues la habitual, darle la razón a Rusia, abandonar a Ucrania e, incluso, algún “pactista” considerar que Rusia debería ingresar en la UE y hasta en la OTAN.
La verdad es que si repasamos los hechos, esto se parece cada vez más a las épocas de 1933-39, solo que en vez del Führer está, por un lado el zar Putin y por otro los islamistas, por cierto viejos aliados de los nazis en los ´30 y ´40
Un continente débil, una sociedad cobarde y unos dirigentes inútiles llevan camino de convertir a Europa en un satélite de Rusia y en un campo abonado de los islamistas, ¿exageración?, observemos los hechos, veamos su evolución y como no reaccionemos pronto mas nos vale aprender ruso y conocer la orientación de La Meca.
Desde el fin de la primera guerra mundial, las naciones de este continente han sufrido toda clase de vicisitudes: guerras civiles, revoluciones, guerras europeas, crisis económicas, crisis de valores, el fin de sus imperios coloniales y de su poderío militar y político, etc...
El año 1918 marca el principio del fin, desaparecen tres grandes e históricos imperios: Alemania, Austria-Hungría y Rusia, pudiéndose añadir, aunque no fuese europeo pero si influyó durante siglos en la política del continente, el turco. De sus despojos emergen nuevos estados, muy débiles y étnicamente complejos, con lo que ello conllevaba de caldo de cultivo de problemas. También se restauran otros, como Polonia, en parte a costa de viejos enemigos como Alemania o Rusia.
De todo ello solo podía salir lo que surgió, comunismo y nazifascismo en la mayoría de Centroeuropa, mientras que las naciones teóricamente vencedoras, como Gran Bretaña o Francia estaban exangües y con unas poblaciones poco dispuestas a la lucha. La verdad es que solo hubo un triunfador que, además, no era europeo aunque su matriz hubiese sido esa: EE.UU.
El período de los años ´30 trajo agitación, tensión y una devastadora guerra mundial que sirvió para dar la puntilla al ya escaso poderío europeo. De esa guerra salió un continente arruinado y dividido, la parte oriental bajo la égida de la URSS y la occidental de EE.UU.. Durante más de 40 años, Europa se enfrentó a través del Telón de Acero, aunque quienes decidían su destino eran potencias extraeuropeas.
A partir de los ´90 del siglo pasado, con la caída de la URSS y sus satélites parecía que Europa, cuya parte occidental había florecido económicamente con la ayuda norteamericana, podría reorganizarse y constituir un polo de influencia y poder en el nuevo diseño geoestratégico mundial.
Pero, desgraciadamente, dos guerras y sus desastres, así como la molicie de no haber tenido que preocuparse desde 1945 por su seguridad, arropada por EE.UU., hacían que la parte occidental, que había renunciado a sus viejos imperios sin gran pena, no tuviese interés en jugar ningún papel, que obligase a esfuerzos excesivos sobre todo de índole militar. Un pacifismo cobardón e inconsciente se había instalado entre el pasillo de Fulda y el Atlántico.
Respecto a la parte oriental, bastante tenía con recuperar su idiosincrasia, aniquilada por el comunismo y aprender a convivir y colaborar no solo con sus vecinos sino con el resto del continente.
Desde el primer momento la parte occidental, vía UE tomó la batuta de la nueva Europa, batuta basada en el dinero y poco más. Se había renunciado a los valores que conformaron occidente, se deslizaba por el relativismo moral y cultural, se justificaban otras culturas por brutales o violentas que fuesen, se quería creer que la vía de la negociación y, sobre todo, el dar ingentes cantidades del dinero de los contribuyentes europeos solucionarían cualquier problema.
Pero la realidad es otra y el conflicto de los Balcanes puso a los europeos en su justo sitio, es decir, ninguno. Solo la actuación estadounidense desatascó la situación, porque la de los ejércitos europeos, vía cascos azules, fue escandalosa hasta la cobardía, recordemos Srebrenica.
Pero Europa seguía pensando que su “buenismo” tendría éxito en otros sitios y se fue al continente del sur: África y allí se dio de bruces con Ruanda y su genocidio, con otro papel “espectacular” de las tropas europeas, sobre todo belgas y francesas, y otro tanto en el Congo, Somalia, Zimbabwe, etc..
Cuando los países del viejo continente se vieron atacados por una nueva lacra, el terrorismo islámico, su objetivo fue amansar a la fiera. Ya se había hecho con el terrorismo palestino en los ´70, con una Francia en cabeza de ese entreguismo. Desgraciadamente para los “pactistas” los yihadistas no querían dinero sino la conquista del mundo y así Madrid, Londres, etc. sufrieron el zarpazo asesino. La respuesta europea fue endeble, cuando no cobarde.
De pronto, la vieja izquierda que había perdido su referente totalitario con la caída del comunismo, encontró un nuevo aliado en el islamismo, ya que el enemigo seguía siendo el mismo, Estados Unidos y el capitalismo, con lo que recobraban su razón de ser.
Así hemos visto las vergonzosas actuaciones de gobiernos y ciudadanos “comprendiendo”, cuando no apoyando a los asesinos mientras se criticaba a los americanos y sus aliados, como Israel y el ejemplo lo tenemos estos días. Casos como el de Irak son paradigmáticos, donde bajo la excusa de una guerra injusta, en realidad se apoyaba a los tiranos de turno, muy en la línea de los viejos tiempos de Reagan o Thatcher y los misiles.
Pero como no bastaba entregarse a los musulmanes, había que hacerle el caldo gordo a la nueva Rusia de Putin, que es lo mas parecido a la antigua URSS de la cual ha recobrado no solo símbolos, sino aspiraciones.
Y así una cobarde Europa no solo entrega su dependencia energética al nuevo zar, sino que en vez de hacerle frente se complace en bailarle el agua, hasta el extremo de abandonar a un país cuyo único objetivo era librarse de las garras del oso ruso y acercarse a occidente. La pobre Georgia confió en que Europa no la abandonaría, pero sí la abandonó y no solo eso, sino que, poco menos, que la entregaban en papel de celofán a Putin, pues el fantasma de un nuevo Munich planeó en agosto. En cualquier caso, el primer paso se dio con Absajia y Osetia del Sur, entregadas a Rusia con la misma excusa que se utilizó para entregar los Sudetes a Hitler. El próximo paso, como ocurrió con Checoeslovaquia, es el resto de Georgia.
No contenta, la tiranía putinista, avisa a Europa que Ucrania es un feudo suyo y utiliza el gas como arma de presión, ¿y que respuesta da la UE?, pues la habitual, darle la razón a Rusia, abandonar a Ucrania e, incluso, algún “pactista” considerar que Rusia debería ingresar en la UE y hasta en la OTAN.
La verdad es que si repasamos los hechos, esto se parece cada vez más a las épocas de 1933-39, solo que en vez del Führer está, por un lado el zar Putin y por otro los islamistas, por cierto viejos aliados de los nazis en los ´30 y ´40
Un continente débil, una sociedad cobarde y unos dirigentes inútiles llevan camino de convertir a Europa en un satélite de Rusia y en un campo abonado de los islamistas, ¿exageración?, observemos los hechos, veamos su evolución y como no reaccionemos pronto mas nos vale aprender ruso y conocer la orientación de La Meca.
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