Un año mas se repite la parafernalia del 1º de mayo y con características muy diferentes, bien se trate de países democráticos y avanzados o tercermundistas y, generalmente, totalitarios. En los primeros se realizan actos y manifestaciones con escasa participación, pues la “clase obrera” prefiere irse de asueto a la playa o la montaña. En los segundos se prohíben las manifestaciones o se reprimen violentamente.
Pero, sobre todo, lo que varia es la razón de ser del evento, además de recordar aquella fecha de 1889 en que se conmemoró por primera vez como recuerdo a los trabajadores muertos tres años antes en Chicago, pues en los países occidentales las reclamaciones, siendo importantes, no dejan de ser secundarias, salvo en épocas de crisis. En aquellos regiones pobres y gobernadas por dirigentes totalitarios, luchan por la libertad de asociación, por los derechos laborales, de seguridad e higiene en el trabajo y salarios dignos, etc., jugándose la libertad cuando no la vida y sino que se lo digan a los trabajadores y sindicalistas de Cuba, Corea del Norte, Birmania, Sudán, etc..
Por tanto la diferencia en la celebración es la diferencia en la calidad de vida entre los trabajadores, según la zona en que viven y trabajan. Mientras en los países atrasados la lucha contra el poder es continua, en los países occidentales asistimos a una verdadera descomposición del movimiento sindical. Es verdad, afortunadamente, que la cultura del pacto se impone a la cultura de la confrontación, pero no menos cierto es que asistimos, al igual que en los partidos políticos, al establecimiento de una estructura burocrática dirigente, muy bien pagada por lo general, con muchas prebendas y dependiente, caso español, de los presupuestos del estado, lo que atenúa las reivindicaciones en tanto en cuanto puedan dar lugar a la pérdida de esas prebendas. Si además, caso U.G.T., no solo es un sindicato de orientación socialista, sino verdadera correa trasmisora del PSOE y con miembros en las estructuras gubernamentales, no es raro que asistamos a huelgas sin mucha razón social de ser, aunque si política, o viceversa, como al reciente pasteleo al que han llegado las cúpulas de U.G.T. y CC.OO. con el Ministerio de Justicia, referente a la huelga de funcionarios, pese a que los dirigentes sectoriales y los trabajadores rechazaron el acuerdo, pero había que finalizar la huelga y por ello fueron los “apparatchik” quienes firmaron. Ello lleva a que cada vez menos trabajadores se afilien a los sindicatos, con tasas ridículas del 10%, que no permitirían mantener ni una mínima estructura organizativa sino fuese por la ayuda gubernamental y el que paga, manda.
El movimiento sindical en el primer mundo debe abordar un cambio radical, pues las circunstancias laborales ya no son las de los años ’50,’60 o ’70. cada vez hay menos grandes industrias y aumenta la segmentación en las profesiones, por lo que se hace difícil que un gran sindicato generalista pueda defender los intereses de un mundo laboral complejo y distinto. A esas modificaciones, que pasan por estructuras mas flexibles y sencillas, por organizaciones sectoriales y de especialidades, por mayor peso de los delgados de base y por una infraestructura de apoyo pequeña pero muy profesional (abogados, economistas, sociólogos, etc.), se oponen los “popes” que no desean perder sus poltronas, privilegios, prebendas lo que no les impide encabezar las manifestaciones, siempre que estén los medios de comunicación y soltar rimbombares y obsoletos discursos que nada tienne que ver con la realidad, de alguna manera traicionando a quienes lucharon y luchan en medios hostiles, por la dignidad del trabajo y del trabajador. Si el 1º de mayo en occidente va a seguir sirviendo para estas payasadas mas vale suprimirlo como fiesta y que nos quede a todos los trabajadores el recuerdo de quienes han dado y dan su libertad y hasta su vida por los derechos laborales.
Pero, sobre todo, lo que varia es la razón de ser del evento, además de recordar aquella fecha de 1889 en que se conmemoró por primera vez como recuerdo a los trabajadores muertos tres años antes en Chicago, pues en los países occidentales las reclamaciones, siendo importantes, no dejan de ser secundarias, salvo en épocas de crisis. En aquellos regiones pobres y gobernadas por dirigentes totalitarios, luchan por la libertad de asociación, por los derechos laborales, de seguridad e higiene en el trabajo y salarios dignos, etc., jugándose la libertad cuando no la vida y sino que se lo digan a los trabajadores y sindicalistas de Cuba, Corea del Norte, Birmania, Sudán, etc..
Por tanto la diferencia en la celebración es la diferencia en la calidad de vida entre los trabajadores, según la zona en que viven y trabajan. Mientras en los países atrasados la lucha contra el poder es continua, en los países occidentales asistimos a una verdadera descomposición del movimiento sindical. Es verdad, afortunadamente, que la cultura del pacto se impone a la cultura de la confrontación, pero no menos cierto es que asistimos, al igual que en los partidos políticos, al establecimiento de una estructura burocrática dirigente, muy bien pagada por lo general, con muchas prebendas y dependiente, caso español, de los presupuestos del estado, lo que atenúa las reivindicaciones en tanto en cuanto puedan dar lugar a la pérdida de esas prebendas. Si además, caso U.G.T., no solo es un sindicato de orientación socialista, sino verdadera correa trasmisora del PSOE y con miembros en las estructuras gubernamentales, no es raro que asistamos a huelgas sin mucha razón social de ser, aunque si política, o viceversa, como al reciente pasteleo al que han llegado las cúpulas de U.G.T. y CC.OO. con el Ministerio de Justicia, referente a la huelga de funcionarios, pese a que los dirigentes sectoriales y los trabajadores rechazaron el acuerdo, pero había que finalizar la huelga y por ello fueron los “apparatchik” quienes firmaron. Ello lleva a que cada vez menos trabajadores se afilien a los sindicatos, con tasas ridículas del 10%, que no permitirían mantener ni una mínima estructura organizativa sino fuese por la ayuda gubernamental y el que paga, manda.
El movimiento sindical en el primer mundo debe abordar un cambio radical, pues las circunstancias laborales ya no son las de los años ’50,’60 o ’70. cada vez hay menos grandes industrias y aumenta la segmentación en las profesiones, por lo que se hace difícil que un gran sindicato generalista pueda defender los intereses de un mundo laboral complejo y distinto. A esas modificaciones, que pasan por estructuras mas flexibles y sencillas, por organizaciones sectoriales y de especialidades, por mayor peso de los delgados de base y por una infraestructura de apoyo pequeña pero muy profesional (abogados, economistas, sociólogos, etc.), se oponen los “popes” que no desean perder sus poltronas, privilegios, prebendas lo que no les impide encabezar las manifestaciones, siempre que estén los medios de comunicación y soltar rimbombares y obsoletos discursos que nada tienne que ver con la realidad, de alguna manera traicionando a quienes lucharon y luchan en medios hostiles, por la dignidad del trabajo y del trabajador. Si el 1º de mayo en occidente va a seguir sirviendo para estas payasadas mas vale suprimirlo como fiesta y que nos quede a todos los trabajadores el recuerdo de quienes han dado y dan su libertad y hasta su vida por los derechos laborales.
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