lunes, octubre 19, 2009

Dignidad y humanidad

La inmensa y maravillosa manifestación que se celebró en Madrid el pasado 17 de octubre me ha reconciliado con mis ciudadanos, por lo menos con una parte. Por primera vez, sin que partidos o sindicatos hayan tenido protagonismo, la España real se ha cansado del silencio cómplice y ha gritado no al asesinato promovido por el estado.

No se si hubo un millón o dos de manifestantes, se que una marea humana con una disposición alegre y festiva pero firme en su reivindicación, sin un mal gesto o palabra, sin odio o rencor, recorrió el trayecto desde Sol a la Puerta de Alcalá cantando y gritando por la vida.

Cuando vivimos tiempos tenebrosos, donde la cultura del hedonismo, del individualismo salvaje y de la muerte se enseñorean de nuestras vidas, resulta hermoso, a la par que reconfortante, observar que muchos españoles no se resignan y quieren una vida mejor para todos, incluidos los no nacidos.

Entienden que esa mejor calidad de vida no viene solo marcada por la economía, que es importante, sino por los valores que hacen de la persona un ser racional, capaz de convivir en paz con sus congéneres, de ser solidario y, por tanto, de crear una civilización digna de tal nombre.

Frente a ello nos encontramos con un gobierno y los grupos que les apoyan, que hacen de la muerte un negocio, ya sea con las clínicas abortistas o con la eutanasia activa. Que en vez de defender la alegría de la vida, crean un mundo de horror y drama, pues de todos es sabido, Dª Bibiana incluida, que para la inmensa mayoría de las mujeres el aborto es un drama.

Pero no les importa, jaleadas por una coalición de feministas enloquecidas por su propio odio a lo bello y unos tratantes de la muerte que se embolsan millones de euros por sus crímenes, la “progresía” en el poder sigue adelante con su plan destructivo del futuro de muchos individuos y de la propia nación.

Ni siquiera les importa que no seamos capaces de tener el mínimo de tasa de reproducción sustitutiva, con el peligro de una sociedad envejecida y con tendencia a desaparecer o que muchas parejas deban ir al extranjero para poder adoptar niños. No les importa el dolor de esas mujeres a las que dicen defender, ni el de sus familias, no, solo les importa su plan macabro y economicista, su endiosamiento de que la mujer puede hacer con su cuerpo lo que quiera, olvidando que el ser que asesinan es autónomo y tiene, cuando menos, los mismos derecho que esa “madre” abortista.

Creyéndose su propio dios, no solo atentan contra los principios religiosos, también contra los naturales y se acercan, cada día más, a quienes allá por los ’30 plantearon ideas similares y que se han convertido en sus aliados objetivos contra el ser humano: los nazis.

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