Parece ser que en este país
sentirte español y expresarlo es una lacra que te acompaña en todas las
actividades que realices. Viene esto al hilo de los sucedido con el
exfutbolista Salva Ballesta, hombre conocido no dolo por su buen hacer
balompédico, también por siempre expresar su amor a España y al Ejército del
Aire. Le recordamos celebrando sus goles con el saludo militar, cosa, por
cierto, habitual en naciones como EE.UU.
Pues bien, iba a ser segundo
entrenador del Celta cuando los neoterroristas del grupo celtarras se han
opuesto radicalmente, llamándole fascista o nazi. No es la primera vez que esa
escoria le ataca pues jugando con el Albacete le gritaron aquello famoso de “ETA,
mátalo” entre otras lindezas. Ese grupo muy conectado con la extrema izquierda gallega y con los
etarras jamás ha sido sancionada de ninguna forma pese a sus constantes exaltaciones
al terrorismo.
Y dentro de la bajeza moral
que nos atenaza, el Presidente del club, Sr. Mouriño, se ha plegado a las
exigencias terroristas, al igual que el no menos miserable y nuevo entrenador
Abel Resino, dando ambos muestra de la catadura que les adorna.
No parece que esto vaya a
tener ninguna consecuencia, pues saldrán los típicos de no mezclar fútbol y
política que suelen ser quien es lo mezclan. No hay que olvidar que el At. de Bilbao
es un nido de proetarras confesos empezando por Iríbar, o el Barcelona de
separatistas, empezando por el “mito” Guardiola. Pues bien, nadie ha dicho nada
al respecto y por ahí se pasean aprovechando la fama futbolística para airear
sus postulados.
Sin embargo, un hombre que se
declara sin ambages español, es vituperado y no puede trabajar en un club de su
país, club subvencionado por los poderes públicos, ya que es muy español para
los sensibles neoterroristas que forman parte de la afición del Celta.
Una vez más asistimos a la
felonía y cobardía, pues ni la Federación Española de Fútbol, ni la Asociación
de Entrenadores, ni la Liga tomarán medida alguna y sino al tiempo y, otra vez,
la hez terrorista y separatista, en este caso la gallega, se saldrá con la
suya.
De todas formas, envío mi
apoyo y solidaridad a Salva Ballesta, pues me siento tan español y orgulloso de
serlo como él y decirle que pese a esta ignominia, no está solo y pronto encontrará
trabajo en un club decente.
Por supuesto mis peores
deseos para el Celta, cuyo descenso espero y, si es posible, al fondo de la
división regional, lo que conllevará el fracaso de los dos cobardes: Presidente
y entrenador.
Mientras tanto, ¡Viva
España!.
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