Con los atentados del 11S en Nueva York se hizo patente para la mayoría de la sociedad mundial el peligro del terrorismo islámico, terrorismo que llevaba años realizando atentados y cometiendo crímenes, incluso en Europa, pero que merecían una atención relativa.
Durante algún tiempo se confundían con los ataques terroristas de los palestinos, los cuales eran justificados en muchas ocasiones por la progresía occidental, considerándolos la justa autodefensa ante los “crímenes” de los israelíes. Esa concomitancia y ese apoyo a los asesinos de Septiembre Negro, Fatah, FPLP, etc. contribuyó a la no reacción ante los islamistas.
Los atentados contra la embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, así como el primero contra las Torres Gemelas, alertó a los muy dormidos servicios de seguridad mundiales, pero no en demasía a la opinión pública, anestesiada por una propaganda propalestina, como ya he comentado y que, ante el desconocimiento de los siempre bastante lerdos medios de comunicación, seguían confundiéndolos y, por tanto, justificándolos o casi.
Es cierto que la gran cantidad de civiles que murieron en esos ataques empezó a generar dudas entre los ”progres” y alguna inquietud en la opinión mundial, pero eran días de vino y rosas, de una economía en expansión, mas allá de la crisis asiática y de la convicción de que el fin de la Guerra Fría había acabado con los grandes peligros.
El ataque del 11S rompió los esquemas de aquella sociedad alegre y confiada, que empezó a preguntarse que pasaba y, pronto, “descubrieron” que la culpa era de los norteamericanos con sus políticas “violentas” y que, al igual que los palestinos, los desheredados se defendían como podían, es decir con atentados terroristas. Poco importaba que no hubiese un solo “desheredado” entre aquellos criminales y que nunca los más pobres hayan apelado al terrorismo ante su situación, el pensamiento débil buscaba una justificación, para pensar que el mundo estaría a salvo del terrorismo islamista si rechazaba a EE.UU.. Así se repitió en España el 11M con una sociedad acojonada, cobarde y entreguista. El problema, es que los islamistas pensaban de otra manera y multiplicaron sus ataques en Europa, Asia y donde podían, dejando con cara gilipollas a los teóricos del antiamericanismo y de la defensa de los desheredados.
Visto que los islamistas disparaban a todo los que se movía, los media y la “intelectualidad” decidieron que atacar Afganistán estaba bien, pero Irak mal y así los dirigentes mundiales apoyaron los ataques en Afganistán y los rechazaron en Irak. Ese pensamiento tan bien llegó a EE.UU. donde el Presidente “mesías” Obama decidió que Afganistán era una guerra justificable y la de Irak no, lástima que en Irak se vencía y en Afganistán se perdía. Ademas los países que apoyaban con entusiasmo la campaña afgana lo hacían de boquilla, pero con reticencia a enviar tropas, sobre todo cuando los dirigentes occidentales se mueven a golpe de encuestas y las muy cobardonas sociedades europeas no están dispuestas a mover un dedo en su propia defensa, esperando que como durante la Guerra Fría les protejan las tropas norteamericanas. De cualquier forma, sigue en candelero la tesis de que en Afganistán y el vecino Pakistán, lo que los cursis llaman “el teatro de operaciones Af-Pak” está la clave de la victoria sobre los asesinos islamistas.
Sin embargo nos deberíamos preocupar, sobre todo los europeos, del “teatro de operaciones africano” pues en ese continente el islamismo se está consolidando y volviéndose cada vez más virulento.
Recordemos que fue en los ’80 cuando estuvieron a punto de llegar al poder en Argelia, vía FIS y que el golpe militar conllevó que no alcanzaran ese control pero si una atroz guerra que aun continúa, con la variante de que los grupos islamistas de Argelia se han aliado con los de Marruecos, Túnez, etc. y se han expandido hacia Mauritania, Níger o Malí a la vez que se convertían en franquicia de Al Qaeda. Todo el norte del continente está infiltrado por esos grupos, que tiene bases de retaguardia en España, Francia o Italia.
Pero no es solo el norte, el resto del continente está contagiado de ese virus y así vemos como la guerra civil en Somalia, que dura desde la caída del dictador Siad Barre en los ’90, se ha convertido en una yihad de los islamistas de Al Shabab contra el gobierno de transición, también islamista aunque “moderado”¿?. En Kenia, esa costa de Mombasa, Lamu, etc. que tanto gusta a los turistas está convirtiéndose en una base de los terroristas, como acreditan los constantes incidentes como el ataque realizado con misiles contra un avión de la compañía hebrea El Al. Sin olvidar la ya islamizada Sudán y sus intentos de conseguir lo mismo en Chad
Pero no solo es África Oriental, en la occidental la expansión islamista es cada vez mayor en países como Senegal, Cabo Verde, Costa de Marfil y, sobre todo, Nigeria, donde gobierno débiles han permitido la sharía en un gran número de estados del norte. No satisfechos con esas concesiones, los yihadistas nigerianos quieren exterminar los vestigios cristianos y occidentales, como hemos comprobado con las brutales matanzas propugnadas en los últimos días por el grupo integrista Boko Haram.
En otras naciones, la expansión islamista es cada vez mayor: R.D. del Congo, Sudáfrica o Mozambique, países nunca islamizados ven como florecen mezquitas y centros islámicos financiados por Arabia Saudita y otros petroestados, con el consiguiente peligro desestabilizador.
Ante ese avance terrorista, el Presidente Bush ordenó la creación de un mando militar para África, medida que Obama ha ratificado y potenciado en un intento por evitar la expansión de las franquicias de Al Qaeda en la región.
En cuanto a los europeos, sería importante que esos medios de comunicación tan centrados en Af-Pak empezasen a preocuparse del yihadismo en África y que los gobernantes del continente empezasen a tomar las medidas oportunas ante el peligro, son pena de que el 11S o el 11M acaben convirtiéndose en una broma ante lo que puede acontecer.
Durante algún tiempo se confundían con los ataques terroristas de los palestinos, los cuales eran justificados en muchas ocasiones por la progresía occidental, considerándolos la justa autodefensa ante los “crímenes” de los israelíes. Esa concomitancia y ese apoyo a los asesinos de Septiembre Negro, Fatah, FPLP, etc. contribuyó a la no reacción ante los islamistas.
Los atentados contra la embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, así como el primero contra las Torres Gemelas, alertó a los muy dormidos servicios de seguridad mundiales, pero no en demasía a la opinión pública, anestesiada por una propaganda propalestina, como ya he comentado y que, ante el desconocimiento de los siempre bastante lerdos medios de comunicación, seguían confundiéndolos y, por tanto, justificándolos o casi.
Es cierto que la gran cantidad de civiles que murieron en esos ataques empezó a generar dudas entre los ”progres” y alguna inquietud en la opinión mundial, pero eran días de vino y rosas, de una economía en expansión, mas allá de la crisis asiática y de la convicción de que el fin de la Guerra Fría había acabado con los grandes peligros.
El ataque del 11S rompió los esquemas de aquella sociedad alegre y confiada, que empezó a preguntarse que pasaba y, pronto, “descubrieron” que la culpa era de los norteamericanos con sus políticas “violentas” y que, al igual que los palestinos, los desheredados se defendían como podían, es decir con atentados terroristas. Poco importaba que no hubiese un solo “desheredado” entre aquellos criminales y que nunca los más pobres hayan apelado al terrorismo ante su situación, el pensamiento débil buscaba una justificación, para pensar que el mundo estaría a salvo del terrorismo islamista si rechazaba a EE.UU.. Así se repitió en España el 11M con una sociedad acojonada, cobarde y entreguista. El problema, es que los islamistas pensaban de otra manera y multiplicaron sus ataques en Europa, Asia y donde podían, dejando con cara gilipollas a los teóricos del antiamericanismo y de la defensa de los desheredados.
Visto que los islamistas disparaban a todo los que se movía, los media y la “intelectualidad” decidieron que atacar Afganistán estaba bien, pero Irak mal y así los dirigentes mundiales apoyaron los ataques en Afganistán y los rechazaron en Irak. Ese pensamiento tan bien llegó a EE.UU. donde el Presidente “mesías” Obama decidió que Afganistán era una guerra justificable y la de Irak no, lástima que en Irak se vencía y en Afganistán se perdía. Ademas los países que apoyaban con entusiasmo la campaña afgana lo hacían de boquilla, pero con reticencia a enviar tropas, sobre todo cuando los dirigentes occidentales se mueven a golpe de encuestas y las muy cobardonas sociedades europeas no están dispuestas a mover un dedo en su propia defensa, esperando que como durante la Guerra Fría les protejan las tropas norteamericanas. De cualquier forma, sigue en candelero la tesis de que en Afganistán y el vecino Pakistán, lo que los cursis llaman “el teatro de operaciones Af-Pak” está la clave de la victoria sobre los asesinos islamistas.
Sin embargo nos deberíamos preocupar, sobre todo los europeos, del “teatro de operaciones africano” pues en ese continente el islamismo se está consolidando y volviéndose cada vez más virulento.
Recordemos que fue en los ’80 cuando estuvieron a punto de llegar al poder en Argelia, vía FIS y que el golpe militar conllevó que no alcanzaran ese control pero si una atroz guerra que aun continúa, con la variante de que los grupos islamistas de Argelia se han aliado con los de Marruecos, Túnez, etc. y se han expandido hacia Mauritania, Níger o Malí a la vez que se convertían en franquicia de Al Qaeda. Todo el norte del continente está infiltrado por esos grupos, que tiene bases de retaguardia en España, Francia o Italia.
Pero no es solo el norte, el resto del continente está contagiado de ese virus y así vemos como la guerra civil en Somalia, que dura desde la caída del dictador Siad Barre en los ’90, se ha convertido en una yihad de los islamistas de Al Shabab contra el gobierno de transición, también islamista aunque “moderado”¿?. En Kenia, esa costa de Mombasa, Lamu, etc. que tanto gusta a los turistas está convirtiéndose en una base de los terroristas, como acreditan los constantes incidentes como el ataque realizado con misiles contra un avión de la compañía hebrea El Al. Sin olvidar la ya islamizada Sudán y sus intentos de conseguir lo mismo en Chad
Pero no solo es África Oriental, en la occidental la expansión islamista es cada vez mayor en países como Senegal, Cabo Verde, Costa de Marfil y, sobre todo, Nigeria, donde gobierno débiles han permitido la sharía en un gran número de estados del norte. No satisfechos con esas concesiones, los yihadistas nigerianos quieren exterminar los vestigios cristianos y occidentales, como hemos comprobado con las brutales matanzas propugnadas en los últimos días por el grupo integrista Boko Haram.
En otras naciones, la expansión islamista es cada vez mayor: R.D. del Congo, Sudáfrica o Mozambique, países nunca islamizados ven como florecen mezquitas y centros islámicos financiados por Arabia Saudita y otros petroestados, con el consiguiente peligro desestabilizador.
Ante ese avance terrorista, el Presidente Bush ordenó la creación de un mando militar para África, medida que Obama ha ratificado y potenciado en un intento por evitar la expansión de las franquicias de Al Qaeda en la región.
En cuanto a los europeos, sería importante que esos medios de comunicación tan centrados en Af-Pak empezasen a preocuparse del yihadismo en África y que los gobernantes del continente empezasen a tomar las medidas oportunas ante el peligro, son pena de que el 11S o el 11M acaben convirtiéndose en una broma ante lo que puede acontecer.
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