martes, septiembre 30, 2008

Setenta aniversario de una vil cobardía

En 1938, tal día como hoy, culminaba la rendición de las democracias europeas ante Hitler. En una reunión que ha pasado a la historia como el Acuerdo de Munich, un pusilánime premier británico, Neville Chamberlain y un no menos cobarde primer ministro francés, Edouard Daladier, entregaron al Führer el territorio de los Sudetes, sin contrapartidas de seguridad para lo que quedaba de Checoeslovaquia y sin intervención de ésta, dejando al país indefenso. Pero no solo Alemania sacó tajada, viendo la inacción de franceses y británicos, tanto polacos como húngaros sacaron su parte del asunto, colaborando en la desmembración del país centroeuropeo.
Es cierto que el malhadado Tratado de Versalles, había entregado territorios plenamente alemanes, como los Sudetes, parte de Prusia Oriental o Silesia a los nuevos países nacidos de la desaparición del imperio austro-húngaro, lo que sirvió, primero a los nacionalistas alemanes y después a los nazis para deteriorar y, finalmente, acabar con la no muy gloriosa República de Weimar. Pero esas reivindicaciones alemanas podrían haber tenido una salida adecuada y pacífica de haberse mostrado las democracias mucho mas firmes, preservando tanto los intereses de las poblaciones germánicas como la de la única nación plenamente democrática de Mitteleuropa.
Pero el fin de la P.G.M., con la secuela de horrores y desequilibrios dio lugar, por un lado, a una eclosión de revoluciones y revueltas tanto de corte nacionalista como de contenido totalitario y así asistimos al triunfo de los bolcheviques en Rusia y, momentáneamente, en Hungría; a las revueltas comunistas en Baviera y otras zonas de Alemania; a la mini guerra civil en Finlandia, etc., todo ello aderezado con una brutal crisis económica y social que solo se remontaría en los años ’20.
Junto a estos acontecimientos en el centro y este de Europa, en la Europa occidental y democrática asistimos a la expansión de un pacifismo radical. Tanto en Gran Bretaña como en Francia o en los pequeños países, las secuelas de la guerra hacen nacer un sentimiento acendrado contra la guerra, sirviendo como botón el manifiesto de los estudiantes de Oxford que propugnaban no luchar ni ”por el Rey ni la Patria”. Este pacifismo, no tenía su contrapartida en los estados totalitarios como Rusia, Italia, Alemania o Japón, que basándose en el retraimiento de las potencias occidentales se lanzaban a recuperar lo perdido tras la guerra mundial y, no satisfechos con ello, a nuevas conquistas. Sin oposición Alemania remilitariza Renania, se anexiona Austria, bien es cierto que con gran entusiasmo de la población del país alpino y, crecida, exige la incorporación del territorio sudete a la Gran Alemania. No menos expansionista, Italia ocupará Abisinia y, posteriormente, Albania; Japón haría lo mismo con Manchuria y la URSS, un poco mas tarde, impondrá su dominio a los países bálticos, a zonas rumanas y, mediante la guerra, a Finlandia.
Este torbellino de actuaciones por parte de los países totalitarios solo recibía medidas de apaciguamiento desde occidente y el caso sudete fue el paradigma. Alemania exigió la incorporación de esa región so capa de declarar la guerra a Checoeslovaquia, británicos y franceses procuraron apaciguar a Hitler durante una reunión en Berchtesgaden donde Chamberlain busca una “solución pacífica”, pero Hitler viendo la debilidad occidental aumenta la presión tanto en los Sudetes como frente a los anglobritánicos, los cuales, temerosos de una guerra piden al Presidente checo que ceda en bien de la paz, ¿qué paz?. Pero Hitler, insaciable, da un plazo hasta el 28 de septiembre para aceptar la incorporación de los sudetes al Reich y hasta el 1 de octubre para la evacuación. Incapaces de enfrentarse al tirano, ¿nos suena?, Chamberlain y Daladier ven la salvación cuando Mussolini “media” en el conflicto y en la trágica reunión de Munich, anglos y galos aceptan la incorporación de los Sudetes a Alemania sin más requisitos y sin la aquiescencia de Checoeslovaquia.
Todos hemos visto las imágenes de Chamberlain llegando a Londres como artífice de la paz con el documento enarbolado y aclamado por miles de británicos. Pero aquella rendición no serviría mas que para mandar una mensaje equivocado a los tiranos: Hitler ocuparía el resto de Checoeslovaquia el 15 de marzo de 1939 e Italia, URSS y Japón seguirían con sus planes expansionistas, lo que abocaría a la S.G.M. cuyo inicio cogería a los occidentales en una posición de debilidad fruto de años de un pacifismo mal entendido, lo que costaría mucha mas sangre y destrucción que de haberse opuesto a Hitler en 1936 o a la URSS en 1918-19 lo cual hubiese evitado una Guerra Freía mucha de las veces tornada en caliente.
Sobre aquellos hechos deberíamos reflexionar y sacar conclusiones, la mas importante es la que no se debe confundir paz con pacifismo y que las cesiones a los tiranos envían un mensaje equívoco a los mismos, pues les hace crecerse y ser cada día mas audaces. Frente a los peligros actuales: terrorismo islámico, nuevos totalitarismos o crimen organizado, las democracias deben ser firmes y sus pueblos estar dispuestos a realizar los necesarios sacrificios para derrotar al enemigo, pues cuando mas se aplace, mas fuertes serán y nosotros mas débiles, costando mucho mas dolor derrotarlos que de hacerlo desde el principio, convendría no olvidarlo.

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