Para quienes creemos que la libertad económica es uno de los ejes de la LIBERTAD, sí, con mayúscula, y la democracia, esta semana ha sido una semana muy negativa. La decisión del gobierno norteamericano de nacionalizar las pérdidas de bancos, aseguradoras, etc. no solo es una mala decisión económica sino y sobre todo, política y social.
La justificación para intervenir es considerar que el sistema financiero mundial estaba sufriendo graves turbulencias, que podían ir a más, afectando a la economía mundial y generando una crisis sin precedentes, siendo la solución inyectar capital público al sistema.
En primer lugar es discutible que la crisis financiera, por grave que sea, pueda poner en cuestión la economía mundial, aunque, sin duda, se están produciendo importantes problemas. Pero lo primero que hay que analizar es porque surgen esos problemas y, claramente, se producen porque durante los últimos años una bonanza económica muy duradera ha llevado a que los ciudadanos, por lo menos de los países desarrollados, hayan gastado a manos llenas, se han endeudado hasta las cejas y no han tenido la previsión de pensar en las épocas de vacas flacas, pero eso es la decisión libre y voluntaria de la gente, que debe asumir su responsabilidad ante las decisiones económicas que toma.
A ese derroche, absurdo en muchos casos, se une la inconsciencia de unas entidades financieras que han dado una gran cantidad de créditos sin las correspondientes salvaguardas y no solo las subprime de EEUU, en España se ha estado dando créditos sin, prácticamente, avales y para cualquier caso. Los bancos se hartaban de llamar por teléfono a los ciudadanos para ofrecerles préstamos en condiciones, prácticamente, regaladas por que los tipos de interés eran muy bajos. Esa sorprendente inconsciencia de las entidades financieras en su afán de captar clientes es la segunda pata de la crisis.
La tercera es la incapacidad de los órganos reguladores para controlar ese desmadre financiero y poner orden en el mismo. Parece incomprensible que ya sea en EEUU, Reino Unido o España, no hayan tenido un control más estricto de la situación.
Y cuando llega la crisis, ¿qué solución se aplica?, pues la habitual de los intervencionismos: el estado se hace cargo de las deudas, lo cual quiere decir que todos los ciudadanos, incluyendo aquellos que no hemos sucumbido al alegre desmadre del crédito, tenemos que pagar los errores de los manirrotos y la incapacidad de las instituciones y tenemos que salvar a quienes sin tener capacidad económica para ello, pero aprovechando el crédito barato han comprado bienes por encima de sus posibilidades, bienes que ahora no pueden pagar o hipotecas que no pueden asumir. Igualmente hay que salvar entidades financieras o constructoras que han ganado dinero a espuertas y a las que la crisis les está poniendo en su sitio, pero no quieren asumirlo y presionan para que los contribuyentes paguemos sus errores. Así mismo, nadie de los órganos reguladores paga por su incapacidad de control, nadie va a la cárcel, ya sea financiero o regulador.
Para hacernos pasar por estas horcas caudinas se nos habla de los “pobrecitos” ciudadanos que no llegan a final de mes, ciudadanos que en muchas ocasiones disponen de dos o tres coches, dos o tres casas, etc. eso sí, sin pagar lógicamente, pero yo me niego a pagárselo con mi dinero. Sin embargo, parece que el “consenso” generalizado es que los estados asuman esas deudas, sin, al parecer, darnos cuenta que quienes las asumimos somos los ciudadanos y, por ejemplo, los 3.000 millones que Rodríguez da a las constructoras significa que cada españolito les pagamos 75 euros, o los 50 mil millones de dólares que en EEUU se van a inyectar y que costarán a cada estadounidense mas de 140 dólares y así con cada partida de ayudas que se materialice.
Por tanto, está claro que en todo el mundo avanzamos hacia la socialización de las pérdidas vía intervencionismos estatales y cuando un elemento como el lameculos del presidente de la patronal dice que en la economía de mercado se puede hacer un paréntesis en épocas de gran crisis está asumiendo el estatalismo. Claro que ya sabemos que el gran capital es acomodaticio, lo fue con Hitler, con Mussolini con Franco y ahora los es con el gorila rojo en Venezuela o con Rodríguez en España y si, además, queremos que el gobierno nos salve los negocios en Argentina como al ínclito Díaz Ferrán, pues ¡viva el intervencionismo!, así que ciudadanos ir pensando en aflojar la bolsa, ya sea vía impuestos o cualquier otro, para pagar deudas y errores ajenos, que eso es la socialización de la economía.
La justificación para intervenir es considerar que el sistema financiero mundial estaba sufriendo graves turbulencias, que podían ir a más, afectando a la economía mundial y generando una crisis sin precedentes, siendo la solución inyectar capital público al sistema.
En primer lugar es discutible que la crisis financiera, por grave que sea, pueda poner en cuestión la economía mundial, aunque, sin duda, se están produciendo importantes problemas. Pero lo primero que hay que analizar es porque surgen esos problemas y, claramente, se producen porque durante los últimos años una bonanza económica muy duradera ha llevado a que los ciudadanos, por lo menos de los países desarrollados, hayan gastado a manos llenas, se han endeudado hasta las cejas y no han tenido la previsión de pensar en las épocas de vacas flacas, pero eso es la decisión libre y voluntaria de la gente, que debe asumir su responsabilidad ante las decisiones económicas que toma.
A ese derroche, absurdo en muchos casos, se une la inconsciencia de unas entidades financieras que han dado una gran cantidad de créditos sin las correspondientes salvaguardas y no solo las subprime de EEUU, en España se ha estado dando créditos sin, prácticamente, avales y para cualquier caso. Los bancos se hartaban de llamar por teléfono a los ciudadanos para ofrecerles préstamos en condiciones, prácticamente, regaladas por que los tipos de interés eran muy bajos. Esa sorprendente inconsciencia de las entidades financieras en su afán de captar clientes es la segunda pata de la crisis.
La tercera es la incapacidad de los órganos reguladores para controlar ese desmadre financiero y poner orden en el mismo. Parece incomprensible que ya sea en EEUU, Reino Unido o España, no hayan tenido un control más estricto de la situación.
Y cuando llega la crisis, ¿qué solución se aplica?, pues la habitual de los intervencionismos: el estado se hace cargo de las deudas, lo cual quiere decir que todos los ciudadanos, incluyendo aquellos que no hemos sucumbido al alegre desmadre del crédito, tenemos que pagar los errores de los manirrotos y la incapacidad de las instituciones y tenemos que salvar a quienes sin tener capacidad económica para ello, pero aprovechando el crédito barato han comprado bienes por encima de sus posibilidades, bienes que ahora no pueden pagar o hipotecas que no pueden asumir. Igualmente hay que salvar entidades financieras o constructoras que han ganado dinero a espuertas y a las que la crisis les está poniendo en su sitio, pero no quieren asumirlo y presionan para que los contribuyentes paguemos sus errores. Así mismo, nadie de los órganos reguladores paga por su incapacidad de control, nadie va a la cárcel, ya sea financiero o regulador.
Para hacernos pasar por estas horcas caudinas se nos habla de los “pobrecitos” ciudadanos que no llegan a final de mes, ciudadanos que en muchas ocasiones disponen de dos o tres coches, dos o tres casas, etc. eso sí, sin pagar lógicamente, pero yo me niego a pagárselo con mi dinero. Sin embargo, parece que el “consenso” generalizado es que los estados asuman esas deudas, sin, al parecer, darnos cuenta que quienes las asumimos somos los ciudadanos y, por ejemplo, los 3.000 millones que Rodríguez da a las constructoras significa que cada españolito les pagamos 75 euros, o los 50 mil millones de dólares que en EEUU se van a inyectar y que costarán a cada estadounidense mas de 140 dólares y así con cada partida de ayudas que se materialice.
Por tanto, está claro que en todo el mundo avanzamos hacia la socialización de las pérdidas vía intervencionismos estatales y cuando un elemento como el lameculos del presidente de la patronal dice que en la economía de mercado se puede hacer un paréntesis en épocas de gran crisis está asumiendo el estatalismo. Claro que ya sabemos que el gran capital es acomodaticio, lo fue con Hitler, con Mussolini con Franco y ahora los es con el gorila rojo en Venezuela o con Rodríguez en España y si, además, queremos que el gobierno nos salve los negocios en Argentina como al ínclito Díaz Ferrán, pues ¡viva el intervencionismo!, así que ciudadanos ir pensando en aflojar la bolsa, ya sea vía impuestos o cualquier otro, para pagar deudas y errores ajenos, que eso es la socialización de la economía.
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