Se cumplen 60 años de dos eventos que marcaron el inicio de la recuperación económica y social de Europa y el fin de la expansión soviética: el Plan Marshall y el Puente aéreo de Berlín.
En 1947 la situación en el continente era dramática. Las destrucciones producidas por la guerra con especial incidencia en infraestructuras, transportes, industria y agricultura habían convertido en un caos la vida de los ciudadanos europeos, especialmente en Alemania, donde las calorías por habitante no llegaban a 1800, y en todo el noroeste de Europa donde se vivió una situación crítica en el invierno 46-47. Esta desoladora situación hacía que los partidos comunistas de Europa occidental renovasen su ofensiva para establecer dictaduras en esos países, especialmente en Francia e Italia donde eran fuertes. A ello se unía la guerra civil en Grecia, donde las guerrillas comunistas desafiaban a un débil gobierno que veía como el país iba cayendo en manos de los rebeldes apoyados por Bulgaria, Albania y Yugoslavia, naciones que habían sido entregadas a los comunistas, junto al resto de Europa oriental, tras los acuerdos de Teherán (1943), Moscú (1944) Yalta y Postdam (1945). Si bien Grecia no estaba incluida entre los países cedidos a Moscú, la fuerza de los comunistas trataba de incluirla en el bloque oriental. El Reino Unido, que ya se había enfrentado al ELAS en 1944, estaba exangüe y no podía prestar apoyo a la nación helena, por lo que solicitó a EE.UU. que interviniese, aunque el Congreso americano deseaba una retirada rápida de Europa como tras la primera guerra, pero el Departamento de Estado observaba con inquietud la situación y temía tener que volver a combatir, esta vez a los bolcheviques, desde posiciones de debilidad, por lo que solicitó al Presidente Truman que actuase. Éste, que no simpatizaba, a diferencia de Rooselvet, con Stalin, promulgó lo que se conoció como la Doctrina Truman, por la cual se expidió ayuda militar y económica a Grecia y, también, a Turquía que sufría fuertes presiones soviéticas para que le cediese bases y derechos de paso en los Dardanelos. En paralelo, algunos exponentes de Departamento de Estado, como George Kennan plantearon la necesidad de ayuda económica y política, para Europa occidental con el objetivo de evitar un triunfo soviético. Sería el entonces Secretario de Estado George Marshall, quién en un discurso en Harvard el 5 de junio de 1947 estableciera las bases teóricas del Plan que acabaría llevando su nombre. Tras debates entre europeos y norteamericanos y pese a la oposición republicana, se llegó a un acuerdo, ayudado por la retirada del rechazo republicano ante el golpe comunista de Praga en febrero de 1948. En principio la ayuda se cifró en 5.000 millones de dólares, que finalmente se ampliaría a 12.400 millones repartidos en cuatro años, hasta 1951.[] Truman ratificó el Plan Marshall el 3 de abril de 1948 y creó la Administración para la Cooperación Económica (ACE) para administrar el programa, liderada por Paul G. Hoffman. El mismo año, los países participantes (Alemania Occidental, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, el Reino Unido, Suecia, Suiza, Turquía y los Estados Unidos) firmaron el acuerdo de fundación de la OECE como agencia coordinadora. También se invitó a la URSS y los países por ella ocupados, pero ésta lo rechazó y amenazó a los políticos checos y polacos que, en principio, estaban interesados.
A partir de ese momento la economía europea, que venía a ser el 80% de la de antes de la guerra, despegó y para el final del Plan en 1951 la economía empezaba a estar boyante y seguiría una fase de crecimiento hasta los ’70, con los que el peligro del comunismo se alejaba de los países del occidente europeo Al mismo tiempo, los comunistas eran derrotados en Grecia poniendo fin a su intento de expansión en el Mediterráneo oriental.
Pero si se había conseguido estabilizar una gran parte de Europa, en Alemania la situación seguía siendo crítica por lo que se decidió tomar una serie de medidas, como la reorganización de la moneda, a lo que la URSS se opuso, por lo que las tres potencias occidentales decidieron llevarla a cabo en sus zonas. Esa era la oportunidad que el Kremlin vio para forzar la mano de los occidentales. Teniendo en cuenta que Berlín estaba en la zona soviética y que apenas había fuerzas militares americanas, británicas y francesas, decidió impedir el paso de mercancías a través de los corredores entre las zonas occidentales y Berlín. Con ello trataba de demostrar a los alemanes y a toda Europa que el poder era soviético y que las otras potencias no podían hacer nada en su contra. Al mismo tiempo esperaba que la población de Berlín occidental (mas de 2 millones de personas), al no tener alimentos ni otros elementos cotidianos, se levantase contra los occidentales y pidiese su incorporación al este.
Pero EE.UU. y el Reino Unido, reaccionaron mediante un puente aéreo que desde Hamburgo, Celle y Rhein-Main y desde el 26 de junio de 1948 al 12 de mayo de 1949, transportó alimentos, carbón y otros enseres a la ciudad sitiada, en un volumen superior a los 2 millones de toneladas de mercancías, en mas de 280.000 vuelos, utilizándose unos 900 aviones desde los C-47, C-54, Avro York, Sunderland, etc. Aquel prodigio de firmeza y valor de los pilotos aliados, que constantemente eran hostigados por los cazas soviéticos, salvó a Berlín de caer en manos comunistas y Stalin se vio obligado a levantar el bloqueo el mencionado 12 de mayo de 1949. El coste en vidas fue de 76 personas, pero aquellos bravos pilotos y tripulaciones no solo mantuvieron la firme resistencia de los berlineses frente a la tiranía sino que aun tuvieron la sensibilidad de lanzar pequeños paracaídas con chocolatinas para los niños, los famosos Rosinenbomben que hicieron las delicias de los pequeños habitantes de la ciudad sitiada.
Estos dos acontecimientos deberían hacernos reflexionar sobre la importancia de la alianza trasatlántica, única forma de que Europa siga siendo un continente libre y democrático, pues si el comunismo ha sido derrotado otros enemigos acechan, ya sean las autocracias como la Rusia de Putin o el terrorismo islámico. Solo la inquebrantable alianza EE.UU-Europa podrá derrotar a los nuevos enemigos como hizo en dos guerras mundiales y en la guerra fría.
En 1947 la situación en el continente era dramática. Las destrucciones producidas por la guerra con especial incidencia en infraestructuras, transportes, industria y agricultura habían convertido en un caos la vida de los ciudadanos europeos, especialmente en Alemania, donde las calorías por habitante no llegaban a 1800, y en todo el noroeste de Europa donde se vivió una situación crítica en el invierno 46-47. Esta desoladora situación hacía que los partidos comunistas de Europa occidental renovasen su ofensiva para establecer dictaduras en esos países, especialmente en Francia e Italia donde eran fuertes. A ello se unía la guerra civil en Grecia, donde las guerrillas comunistas desafiaban a un débil gobierno que veía como el país iba cayendo en manos de los rebeldes apoyados por Bulgaria, Albania y Yugoslavia, naciones que habían sido entregadas a los comunistas, junto al resto de Europa oriental, tras los acuerdos de Teherán (1943), Moscú (1944) Yalta y Postdam (1945). Si bien Grecia no estaba incluida entre los países cedidos a Moscú, la fuerza de los comunistas trataba de incluirla en el bloque oriental. El Reino Unido, que ya se había enfrentado al ELAS en 1944, estaba exangüe y no podía prestar apoyo a la nación helena, por lo que solicitó a EE.UU. que interviniese, aunque el Congreso americano deseaba una retirada rápida de Europa como tras la primera guerra, pero el Departamento de Estado observaba con inquietud la situación y temía tener que volver a combatir, esta vez a los bolcheviques, desde posiciones de debilidad, por lo que solicitó al Presidente Truman que actuase. Éste, que no simpatizaba, a diferencia de Rooselvet, con Stalin, promulgó lo que se conoció como la Doctrina Truman, por la cual se expidió ayuda militar y económica a Grecia y, también, a Turquía que sufría fuertes presiones soviéticas para que le cediese bases y derechos de paso en los Dardanelos. En paralelo, algunos exponentes de Departamento de Estado, como George Kennan plantearon la necesidad de ayuda económica y política, para Europa occidental con el objetivo de evitar un triunfo soviético. Sería el entonces Secretario de Estado George Marshall, quién en un discurso en Harvard el 5 de junio de 1947 estableciera las bases teóricas del Plan que acabaría llevando su nombre. Tras debates entre europeos y norteamericanos y pese a la oposición republicana, se llegó a un acuerdo, ayudado por la retirada del rechazo republicano ante el golpe comunista de Praga en febrero de 1948. En principio la ayuda se cifró en 5.000 millones de dólares, que finalmente se ampliaría a 12.400 millones repartidos en cuatro años, hasta 1951.[] Truman ratificó el Plan Marshall el 3 de abril de 1948 y creó la Administración para la Cooperación Económica (ACE) para administrar el programa, liderada por Paul G. Hoffman. El mismo año, los países participantes (Alemania Occidental, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, el Reino Unido, Suecia, Suiza, Turquía y los Estados Unidos) firmaron el acuerdo de fundación de la OECE como agencia coordinadora. También se invitó a la URSS y los países por ella ocupados, pero ésta lo rechazó y amenazó a los políticos checos y polacos que, en principio, estaban interesados.
A partir de ese momento la economía europea, que venía a ser el 80% de la de antes de la guerra, despegó y para el final del Plan en 1951 la economía empezaba a estar boyante y seguiría una fase de crecimiento hasta los ’70, con los que el peligro del comunismo se alejaba de los países del occidente europeo Al mismo tiempo, los comunistas eran derrotados en Grecia poniendo fin a su intento de expansión en el Mediterráneo oriental.
Pero si se había conseguido estabilizar una gran parte de Europa, en Alemania la situación seguía siendo crítica por lo que se decidió tomar una serie de medidas, como la reorganización de la moneda, a lo que la URSS se opuso, por lo que las tres potencias occidentales decidieron llevarla a cabo en sus zonas. Esa era la oportunidad que el Kremlin vio para forzar la mano de los occidentales. Teniendo en cuenta que Berlín estaba en la zona soviética y que apenas había fuerzas militares americanas, británicas y francesas, decidió impedir el paso de mercancías a través de los corredores entre las zonas occidentales y Berlín. Con ello trataba de demostrar a los alemanes y a toda Europa que el poder era soviético y que las otras potencias no podían hacer nada en su contra. Al mismo tiempo esperaba que la población de Berlín occidental (mas de 2 millones de personas), al no tener alimentos ni otros elementos cotidianos, se levantase contra los occidentales y pidiese su incorporación al este.
Pero EE.UU. y el Reino Unido, reaccionaron mediante un puente aéreo que desde Hamburgo, Celle y Rhein-Main y desde el 26 de junio de 1948 al 12 de mayo de 1949, transportó alimentos, carbón y otros enseres a la ciudad sitiada, en un volumen superior a los 2 millones de toneladas de mercancías, en mas de 280.000 vuelos, utilizándose unos 900 aviones desde los C-47, C-54, Avro York, Sunderland, etc. Aquel prodigio de firmeza y valor de los pilotos aliados, que constantemente eran hostigados por los cazas soviéticos, salvó a Berlín de caer en manos comunistas y Stalin se vio obligado a levantar el bloqueo el mencionado 12 de mayo de 1949. El coste en vidas fue de 76 personas, pero aquellos bravos pilotos y tripulaciones no solo mantuvieron la firme resistencia de los berlineses frente a la tiranía sino que aun tuvieron la sensibilidad de lanzar pequeños paracaídas con chocolatinas para los niños, los famosos Rosinenbomben que hicieron las delicias de los pequeños habitantes de la ciudad sitiada.
Estos dos acontecimientos deberían hacernos reflexionar sobre la importancia de la alianza trasatlántica, única forma de que Europa siga siendo un continente libre y democrático, pues si el comunismo ha sido derrotado otros enemigos acechan, ya sean las autocracias como la Rusia de Putin o el terrorismo islámico. Solo la inquebrantable alianza EE.UU-Europa podrá derrotar a los nuevos enemigos como hizo en dos guerras mundiales y en la guerra fría.
1 comentario:
Muy buen resumen de la situación de entonces. Lo que ocurre es que hoy los enemigos los tenemos dentro del país, tanto en España como en Alemania y otras partes. La mejor muestra es el desprecio del alcalde de Berlín por el aeropuerto de Tempelhof que contra toda razón quiere cerrar en octubre y ni siquiera es propiedad de la ciudad de Berlín. Está claro de qué lado está Wowereit.
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