jueves, febrero 03, 2011

Grandes ignorados(I): Joseph De Maistre

El final de la S.G.M. con el triunfo de los aliados significó el inicio de una nueva época no solo en lo político, social y económico, también en el aspecto intelectual. La derrota de los fascismos, que no de los totalitarismos porque la U.R.S.S. fue una de las grandes vencedoras, significó el final de la literatura de algunos de los gigantes de la misma, pero cuyas connotaciones mas o menos fascistas les arrojaron al escarnio público y al olvido.

No solamente fueron ellos, desde aquella fecha entramos en una época donde socialdemócratas y democratacristianos ocuparon el poder en toda Europa occidental, dejando fuera, prácticamente hasta los ´90, al liberalismo e imponiendo sus modelos socializantes, también en la cultura. Por ello escritores y pensadores de ideas conservadoras desaparecieron, no solo de los planes de estudios, sino incluso de las bibliotecas y librerías. Grandes como Burke, De Maistre, Bonal, Maurras, Brasillard, Ezra Pound y otros muchos fueron fulminados y son, prácticamente, desconocidos para las generaciones posteriores al ´45.

También en España ocurrió algo similar y no solo a partir de la Transición. Desde finales de los ´60 la intelectualidad era, mayoritariamente, de izquierdas, aunque fuese solo de boquilla y en Institutos y Facultades se enseñaba a Marx, Neruda o Alberti, pero Donoso Cortés, Pemán, García Serrano, Julio Camba o Foxá, no eran ni siquiera mencionados.

Se decía que eran antidemocráticos y pre o fascistas y que sus obras estaban impregnadas de esa ideología y, por tanto, desechables. Curiosamente ni los Alberti, Hernández, Neruda,o Brecht eran catalogados como antidemocráticos pese a las loas del chileno a Stalin, comparándole con Jesucristo, o el pasado chequista del andaluz, sin olvidar el papel de Comisario político de Hernández o el comunismo militante del germano. Si se mencionaban sus planteamientos comunistas totalitarios, la “progresía” y, también, esa derecha cobardona, apelaban a separar sus ideas y actividades de su calidad literaria, vara de medir distinta para unos y otros.

Ciertamente, en los últimos tiempos se ha iniciado la recuperación de algunos, pero con grandes reticencias y oposiciones. Se han recuperado obras de Foxá, Camba o Pemán, desde luego los nada radicales, pero se olvida a otros muchos y no solo españoles. En el resto de Europa y EE.UU. también hay una cierta recuperación de otras figuras como Gaxotte o Ezra Pound, pero todavía muy minoritaria.

En algún momento ya escribí sobre alguno de ellos: Drieu de la Rochelle, Brasillard o Céline, pero creo llegado el momento de retomar el tema y recordar a los que la estupidez ideológica quiere ignorar: escritores, filósofos, pensadores como con el que inicio la serie, De Maestre, para aquellos jóvenes que, por culpa del pensamiento único y del sistema cultural español y europeo, no conocen a estos otros grandes, entren en contacto con ellos.

Joseph De Maestre fue una gran figura del pensamiento europea del siglo XIX y principios del XX. Dos características le definen: su exageración y su excelente ritmo literario. Profeta de un sistema radicalmente estructurado, enemigo sin complejos de los no católicos y de los jansenistas, es sobre todo la Revolución francesa el gran objetivo de sus ataques. Igualmente, es un panegirista del catolicismo, de un catolicismo extremo que llegó a preocupar al propio Pontífice al que cubrió de loas en su obra Del Papa. Como dice uno de los mejores estudiosos de su obra, Cioran, el otro fue Sainte-Beuve, “no hay mas que una manera de alabar: atemorizar a quién se elogia, hacerle temblar, obligarle a ocultarse lejos de la estatua que se le erige, forzarle mediante la hipérbole generosa a calibrar su mediocridad y sufrir con ella. ¿Qué es un alegato que no atormente ni perturbe, un panegírico que no mate?. Toda apología debería ser un asesinato por entusiasmo”. Por que sus planteamientos no hacían concesiones, consideraba que la Caída en el pecado era el inicio de los males del mundo, que la Revolución francesa era la forma que la Providencia usaba para castigar a una sociedad, la del Antiguo Régimen, que era pasto de la corrupción la ignominia. Para él solo un sistema de monarquía absoluta, la unión del trono y el altar con predominio de este último, era la forma adecuada de dirigir una sociedad ordenada. Frente a ello se alzaban los “salvajes” quienes no eran capaces de encardinarse en ese tipo de régimen.

Su pensamiento es político y religioso, porque la primera lo basa en la segunda. Aborrecía el concepto, la idea, del “contrato social”, rechazaba a Bacon y odiaba a Voltaire, de quién decía cosas como “mirad esa frente abyecta que el rubor no enrojeció jamás; esos dos cráteres apagados en los que aún parece hervir la lujuria y el odio; esa boca, ese rictus espantoso que le cruza la cara de oreja a oreja……”.

Su obra mas famosa es “Las veladas de San Petersburgo”, escrita como un relato durante una excursión por el Neva, recordemos que fue embajador del Reino de Cerdeña durante varios años, en la Corte rusa. Dividida en once relatos, se ha perdido el decimosegundo, donde se expone la mayoría de su ideario, incluyendo su justificación de las guerras necesarias, porque el dolor y la violencia también son utilizadas por la Providencia para acabar con el mal.

En la obra se refleja la gran erudición y los grandes conocimientos del autor, así como su estilo elegante y arrebatador, nunca aburre, aunque muchas de sus ideas sobresalten y aterren. Su ideario ha sido considerado como un preludio del fascismo, según Isaiah Berlin, lo que es más que discutible dado su acendrado catolicismo. En su época y posteriormente, tuvo una gran influencia en personajes como Baudelaire, Donoso Cortés e incluso Menéndez Pelayo u Ortega y Gasset. Su obra es una gran construcción del pensamiento conservador que tendría seguimiento en otros, como Chautebriand o Maurras. En definitiva, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, merece la pena leerle y reflexionar sobre su pensamiento a la par que disfrutar de su calidad literaria.

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