Pensábamos que éramos un país moderno, que formábamos parte del selecto club de las naciones mas desarrolladas económica, política y socialmente, se nos invitaba, aunque fuese por la puerta de atrás y a precio todavía no conocido, a las reuniones de los grandes y futuros grandes. Somos, éramos mas bien, la octava potencia económica del mundo, en fin parecía que habíamos roto nuestro histórico aislamiento y subdesarrollo, que no provienen de la época de Franco, sino de, por lo menos, un siglo y medio antes.
España, desde el año 1959, se desarrollaba y ese desarrollo conllevaba anhelos democráticos y modernidad, que parecieron empezar a sustanciarse a partir de finales de los ’70. Los diversos gobiernos, con mucho errores, sobre todo en los temas referentes a la estructura del estado y cesiones a los separatistas, pero con indudables aciertos, parecían ir incardinando a la nación en los estamentos internacionales mas importantes: OTAN y UE esencialmente.
Sin embargo desde hace 5 años, este país está dirigiéndose y a gran velocidad, hacia unas estructuras que solo tiene parangón en dos países: Argentina y México.
Es verdad, que el anterior dirigente socialista, en ese afán de la izquierda de dominar todos los resortes y perpetuarse en el poder, intentó “priizar” a España, no debemos olvidarlo, haciendo del PSOE el partido-estado y manteniendo, a su derecha, un partido relativamente débil, el PP y una constelación de partidillos, como el PCE, luego IU y los nacionalistas y regionalistas. Esa jugada le dio bastante buen resultado, aunque no los 80 años del PRI, pero si lo suficiente para dejarnos al borde del desastre, con un paro galopante y unas cuentas exhaustas.
Pese a ello, es cierto que empezó una labor de modernización de las estructuras socioeconómicas y no dudó en confrontar con los sindicatos, sindicatos que pese a su aquiescencia izquierdista, eran razonablemente autónomos.
Con el Presidente Aznar, se dieron pasos agigantados hacia esa modernización de España, si bien es cierto que sus cesiones a los nacionalistas fueron excesivas y que sus reformas, en la mayoría de los casos, se quedaron a medio camino, mas como esbozos de futuro que como realidades de hecho.
Con la llegada del Presidente Rodríguez se produce un giro radical. No solo su gobierno empieza con una anómala situación y una presión chantajista desde la calle y atizada por diversos medios de comunicación, con la excusa del brutal atentado del 11M, sino que desde el primer día opta no solo por la confrontación brutal con el principal partido de la oposición, sino que apoyándose en los enemigos de España, los nacional separatistas, intenta la pura desaparición del referente de la derecha española.
En aras de ese objetivo, no duda en hacer uso de todos los resortes del estado, puestos a disposición de partido socialista: desde la judicatura con Garzón de ariete, la policía convertida en otro instrumento del PSOE o los medios de comunicación estatales.
Esta ofensiva culmina con el intento de pactar con los asesinos etarras, acuerdo que no llegó a fructificar por la firme repulsa de la ciudadanía que, cívicamente, salió a la calle para rechazar el entreguismo y la traición.
Hasta ese momento, Rodríguez tenía controlados los aparatos del estado y a la sociedad, por lo que la renovación de su mandato en las urnas fue relativamente sencilla. Seguía el típico manual del control autoritario del poder y parecía dirigirse hacia los mismos objetivos de su antecesor, González, de mexicanizar España, aunque tenía que contar, más por convicción que por necesidad, con los separatistas.
La crisis económica cambiaría la orientación y dirigiría la estrategia del Presidente hacia la “peronización” y para ello convirtió no solo en actores principales sino en los rectores de la acción socioeconómica a los sindicatos. A cambio de ese control y las prebendas económicas se aseguraba la paz social, elemento que le falló a González. Se aseguraba que la crisis, con su tasa brutal de paro, el derrumbe de las reservas económicas de familias y empresas y el hambre, que ha surgido en ciertas zonas, no desembocase en un estallido social que acabase con su gobierno.
Así, el discurso del Presidente es cada vez mas peronista, comparable al empleado por el General Perón y su Evita. Cada vez habla mas hacia “sus descamisados”, prometiéndoles su protección, para que esa demagogia, apalancada desde las cúpulas sindicales, consiga el “milagro” de que las manifestaciones de las organizaciones sindicales se realicen, no como en el resto del mundo contra el gobierno de turno, sino contra los gobiernos regionales, siempre que sean del PP y contra los empresarios, claro, los pequeños y medianos que ya han visto cerradas mas de 100.000 empresas, no contra los amigos del poder, los grandes empresarios.
Así, la alianza sindicatos, PSOE, estado, permite la supervivencia política de Rodríguez, aunque, al igual que en la Argentina de Perón, se consiga sobre la base de empobrecer a las clases medias, deteriorar el tejido productivo y expulsar a los mas débiles, pues esa es la ironía de esta alianza: quienes sufren son las capas mas débiles de la sociedad: la gente joven, los trabajadores no cualificados o semicualificados o los emigrantes, que forman la inmensa mayoría de los mas de 4 millones de parados. Junto a ellos los autónomos y pequeños empresarios, mientras que los grandes empresarios y banqueros siguen recibiendo el momio por parte del estado, es decir de todos nosotros, y los trabajadores de las grandes empresas apenas sufren el embate de la crisis.
Este es el panorama español de hoy, tan cercano a la Argentina de mediados de los ’50 y tan lejano a la modernidad y productividad de los grandes países, esos a los que íbamos a superar en poco tiempo, según decía nuestro Presidente. La realidad nos está poniendo en nuestro sitio y la desastrosa línea del gobierno nos acerca mas al balcón de la Casa Rosada que al pórtico de la Casa Blanca o al patio del Elíseo, situándonos, otra vez, no en el corazón de Europa sino en la frontera de África.
España, desde el año 1959, se desarrollaba y ese desarrollo conllevaba anhelos democráticos y modernidad, que parecieron empezar a sustanciarse a partir de finales de los ’70. Los diversos gobiernos, con mucho errores, sobre todo en los temas referentes a la estructura del estado y cesiones a los separatistas, pero con indudables aciertos, parecían ir incardinando a la nación en los estamentos internacionales mas importantes: OTAN y UE esencialmente.
Sin embargo desde hace 5 años, este país está dirigiéndose y a gran velocidad, hacia unas estructuras que solo tiene parangón en dos países: Argentina y México.
Es verdad, que el anterior dirigente socialista, en ese afán de la izquierda de dominar todos los resortes y perpetuarse en el poder, intentó “priizar” a España, no debemos olvidarlo, haciendo del PSOE el partido-estado y manteniendo, a su derecha, un partido relativamente débil, el PP y una constelación de partidillos, como el PCE, luego IU y los nacionalistas y regionalistas. Esa jugada le dio bastante buen resultado, aunque no los 80 años del PRI, pero si lo suficiente para dejarnos al borde del desastre, con un paro galopante y unas cuentas exhaustas.
Pese a ello, es cierto que empezó una labor de modernización de las estructuras socioeconómicas y no dudó en confrontar con los sindicatos, sindicatos que pese a su aquiescencia izquierdista, eran razonablemente autónomos.
Con el Presidente Aznar, se dieron pasos agigantados hacia esa modernización de España, si bien es cierto que sus cesiones a los nacionalistas fueron excesivas y que sus reformas, en la mayoría de los casos, se quedaron a medio camino, mas como esbozos de futuro que como realidades de hecho.
Con la llegada del Presidente Rodríguez se produce un giro radical. No solo su gobierno empieza con una anómala situación y una presión chantajista desde la calle y atizada por diversos medios de comunicación, con la excusa del brutal atentado del 11M, sino que desde el primer día opta no solo por la confrontación brutal con el principal partido de la oposición, sino que apoyándose en los enemigos de España, los nacional separatistas, intenta la pura desaparición del referente de la derecha española.
En aras de ese objetivo, no duda en hacer uso de todos los resortes del estado, puestos a disposición de partido socialista: desde la judicatura con Garzón de ariete, la policía convertida en otro instrumento del PSOE o los medios de comunicación estatales.
Esta ofensiva culmina con el intento de pactar con los asesinos etarras, acuerdo que no llegó a fructificar por la firme repulsa de la ciudadanía que, cívicamente, salió a la calle para rechazar el entreguismo y la traición.
Hasta ese momento, Rodríguez tenía controlados los aparatos del estado y a la sociedad, por lo que la renovación de su mandato en las urnas fue relativamente sencilla. Seguía el típico manual del control autoritario del poder y parecía dirigirse hacia los mismos objetivos de su antecesor, González, de mexicanizar España, aunque tenía que contar, más por convicción que por necesidad, con los separatistas.
La crisis económica cambiaría la orientación y dirigiría la estrategia del Presidente hacia la “peronización” y para ello convirtió no solo en actores principales sino en los rectores de la acción socioeconómica a los sindicatos. A cambio de ese control y las prebendas económicas se aseguraba la paz social, elemento que le falló a González. Se aseguraba que la crisis, con su tasa brutal de paro, el derrumbe de las reservas económicas de familias y empresas y el hambre, que ha surgido en ciertas zonas, no desembocase en un estallido social que acabase con su gobierno.
Así, el discurso del Presidente es cada vez mas peronista, comparable al empleado por el General Perón y su Evita. Cada vez habla mas hacia “sus descamisados”, prometiéndoles su protección, para que esa demagogia, apalancada desde las cúpulas sindicales, consiga el “milagro” de que las manifestaciones de las organizaciones sindicales se realicen, no como en el resto del mundo contra el gobierno de turno, sino contra los gobiernos regionales, siempre que sean del PP y contra los empresarios, claro, los pequeños y medianos que ya han visto cerradas mas de 100.000 empresas, no contra los amigos del poder, los grandes empresarios.
Así, la alianza sindicatos, PSOE, estado, permite la supervivencia política de Rodríguez, aunque, al igual que en la Argentina de Perón, se consiga sobre la base de empobrecer a las clases medias, deteriorar el tejido productivo y expulsar a los mas débiles, pues esa es la ironía de esta alianza: quienes sufren son las capas mas débiles de la sociedad: la gente joven, los trabajadores no cualificados o semicualificados o los emigrantes, que forman la inmensa mayoría de los mas de 4 millones de parados. Junto a ellos los autónomos y pequeños empresarios, mientras que los grandes empresarios y banqueros siguen recibiendo el momio por parte del estado, es decir de todos nosotros, y los trabajadores de las grandes empresas apenas sufren el embate de la crisis.
Este es el panorama español de hoy, tan cercano a la Argentina de mediados de los ’50 y tan lejano a la modernidad y productividad de los grandes países, esos a los que íbamos a superar en poco tiempo, según decía nuestro Presidente. La realidad nos está poniendo en nuestro sitio y la desastrosa línea del gobierno nos acerca mas al balcón de la Casa Rosada que al pórtico de la Casa Blanca o al patio del Elíseo, situándonos, otra vez, no en el corazón de Europa sino en la frontera de África.
1 comentario:
veo por tu blog que eres sumiso a la ideología federico-aguirre muy extendida por este país, intolerante, radical, fascista, ultracatólico. Me de mucha pena tener que leer blogs de este estilo cada día en la red
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