De si mismo colgó en la página web del Ministerio de Fomento el Sr. Blanco, nuevo Ministro del ramo. La exhibición de narcisismo solo es comparable al entusiasmo del interfecto por haber alcanzado, ¡al fin!, una cartera ministerial.
No es un secreto las ambiciones políticas del gallego, quién siempre consideró que ser uno de los principales estrategas del partido era poco cargo para su ego y que se merecía una cartera de relumbrón y la ha conseguido.
La horterada de las fotos y el cargo que alcanza demuestra la escasa entidad de nuestra clase política. Que personas como el propio Blanco, Elena Salgado, González Sinde, etc. se conviertan, junto con los ministros que permanecen y que son, en su mayoría, desconocidos, en el gobierno de España dice mucho de una sociedad pobre, muy pobre en lo intelectual y en lo político. Los gobiernos son emanación de la sociedad a la que dirigen, los Rodríguez y compañía han salido del seno de las gentes de España y son representativos de la misma, prueba de ello es que han ganado dos veces las elecciones, por lo que se deduce que los votantes se ven representados en las personas que conforman el ejecutivo.
Personalmente creo que así es, ya que una mayoría de nuestra sociedad está conformada por seres mediocres y vulgares, sirva como ejemplo las audiencias televisivas, donde los programas que mas se ven no son otros que el fútbol, telenovelas y programas de cotilleo. Que el éxito está en esos eventos lo demuestra el que la mayoría de las cadenas incidan en dichos programas, pues saben que tiene un filón en los mismos.
Se dice que nuestra sociedad es “moderna”, pero dicha modernidad parece resumirse en el hedonismo mas cutre y en el consumismo mas exacerbado, ahora reducido por la crisis. Las inquietudes de una parte considerable de nuestros conciudadanos van, mayoritariamente, por aquellos aspectos que marca la propaganda comercial mas pedestre. No en vano estamos a la cabeza de, por ejemplo, las intervenciones de cirugía estética y otros elementos que realcen físicamente a la persona, más allá de la falsedad de esa imagen basada en la química y el láser.
Así como en los ´80 los ídolos eran los grandes banqueros y conseguidores de pelotazos económicos, hoy se trata de aquellos que presenten el físico mas perfecto u original, aunque su cerebro, como ocurre en la mayoría de los casos sea de mosquito.
Prueba de esta decadencia intelectual, moral y social lo representan no solo la clase política ya mencionada, sino los “intelectuales”, mucho agrupados en el Sindicato de la Ceja y especialmente preocupados por las subvenciones y poco por sus creaciones, bastante insulsas, vulgares, cuando no repulsivas, en la mayoría de los casos. Ni el cine, ni el teatro, la pintura o la narrativa destacan ni por su calidad ni por su “modernidad”, salvo que por esto último entendamos las groserías, representaciones sexuales explícitas o defensa de los paraísos artificiales, tan abundantes en nuestro cine, teatro, televisión o novela.
Por ello no es raro y ello no es contradictorio con lo comentado hasta ahora, que los eventos artísticos suelan fracasar y que solo subsistan aquellos creados por autores de antaño y que los actuales, salvo honrosas excepciones, sean incapaces de generar el mínimo interés entre las gentes, por lo menos entre aquella parte de la sociedad menos alienada.
Este estado anímico-social conlleva, como elemento de expresión pública, la existencia de una casta política con un alto grado de corrupción, escaso espíritu de servicio y si mucho de ambición. No hay ideas, no hay liderazgo y los dirigentes se guían por las encuestas más que por sus convicciones, si es que tienen alguna. Por tanto, el narcisismo de Dº José no es mas que una expresión mas de la vacuidad y estupidez de nuestra clase política, solo superada por la de una gran parte de nuestra sociedad que sigue apoyando a esos personajes y esas “políticas”, en un deslizamiento continuo hacia la degradación individual y social cada vez mas acusado.
No es un secreto las ambiciones políticas del gallego, quién siempre consideró que ser uno de los principales estrategas del partido era poco cargo para su ego y que se merecía una cartera de relumbrón y la ha conseguido.
La horterada de las fotos y el cargo que alcanza demuestra la escasa entidad de nuestra clase política. Que personas como el propio Blanco, Elena Salgado, González Sinde, etc. se conviertan, junto con los ministros que permanecen y que son, en su mayoría, desconocidos, en el gobierno de España dice mucho de una sociedad pobre, muy pobre en lo intelectual y en lo político. Los gobiernos son emanación de la sociedad a la que dirigen, los Rodríguez y compañía han salido del seno de las gentes de España y son representativos de la misma, prueba de ello es que han ganado dos veces las elecciones, por lo que se deduce que los votantes se ven representados en las personas que conforman el ejecutivo.
Personalmente creo que así es, ya que una mayoría de nuestra sociedad está conformada por seres mediocres y vulgares, sirva como ejemplo las audiencias televisivas, donde los programas que mas se ven no son otros que el fútbol, telenovelas y programas de cotilleo. Que el éxito está en esos eventos lo demuestra el que la mayoría de las cadenas incidan en dichos programas, pues saben que tiene un filón en los mismos.
Se dice que nuestra sociedad es “moderna”, pero dicha modernidad parece resumirse en el hedonismo mas cutre y en el consumismo mas exacerbado, ahora reducido por la crisis. Las inquietudes de una parte considerable de nuestros conciudadanos van, mayoritariamente, por aquellos aspectos que marca la propaganda comercial mas pedestre. No en vano estamos a la cabeza de, por ejemplo, las intervenciones de cirugía estética y otros elementos que realcen físicamente a la persona, más allá de la falsedad de esa imagen basada en la química y el láser.
Así como en los ´80 los ídolos eran los grandes banqueros y conseguidores de pelotazos económicos, hoy se trata de aquellos que presenten el físico mas perfecto u original, aunque su cerebro, como ocurre en la mayoría de los casos sea de mosquito.
Prueba de esta decadencia intelectual, moral y social lo representan no solo la clase política ya mencionada, sino los “intelectuales”, mucho agrupados en el Sindicato de la Ceja y especialmente preocupados por las subvenciones y poco por sus creaciones, bastante insulsas, vulgares, cuando no repulsivas, en la mayoría de los casos. Ni el cine, ni el teatro, la pintura o la narrativa destacan ni por su calidad ni por su “modernidad”, salvo que por esto último entendamos las groserías, representaciones sexuales explícitas o defensa de los paraísos artificiales, tan abundantes en nuestro cine, teatro, televisión o novela.
Por ello no es raro y ello no es contradictorio con lo comentado hasta ahora, que los eventos artísticos suelan fracasar y que solo subsistan aquellos creados por autores de antaño y que los actuales, salvo honrosas excepciones, sean incapaces de generar el mínimo interés entre las gentes, por lo menos entre aquella parte de la sociedad menos alienada.
Este estado anímico-social conlleva, como elemento de expresión pública, la existencia de una casta política con un alto grado de corrupción, escaso espíritu de servicio y si mucho de ambición. No hay ideas, no hay liderazgo y los dirigentes se guían por las encuestas más que por sus convicciones, si es que tienen alguna. Por tanto, el narcisismo de Dº José no es mas que una expresión mas de la vacuidad y estupidez de nuestra clase política, solo superada por la de una gran parte de nuestra sociedad que sigue apoyando a esos personajes y esas “políticas”, en un deslizamiento continuo hacia la degradación individual y social cada vez mas acusado.
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