En los próximos días se va a producir un hecho fundamental para el futuro político italiano: la derecha se va a refundir en un solo partido llamado Pueblo de la Libertad.
Bajo este nombre, pero en coalición, se presentaron a las últimas elecciones una serie de organizaciones siendo los dos más importantes Forza Italia y Alianza Nacional. El resultado fue un éxito arrollador de la coalición, a su vez unida a la Liga Norte y a otro pequeño grupo.
La profusión de partidos en Italia ha sido siempre una de las causas de la inestabilidad política del país, sobre todo desde la desintegración de la Democracia Cristiana. Para evitar estos problemas, tanto la izquierda como la derecha iniciaron un proceso de concentración que en la izquierda culminó antes de las pasadas elecciones con la creación del Partido Democrático, que aglutinaba a la mayoría de la izquierda, desde la más moderada a la más radical, salvo Refundación Comunista.
En la derecha, desde su creación, Forza Italia se convirtió en el partido hegemónico, aunque tenía que pactar con los antiguos postfascistas de Alianza Nacional y los autonomistas de la Liga Norte.
Las tensiones en ambos campos provenían del choque de personalidades, siempre muy fuerte en la política italiana de la posguerra. Hay que reconocer que esa nación ha dado una pléyade de políticos que, mas allá de las críticas a sus ideas o a su maniobrerismo, han rayado a gran altura por su habilidad. Desde los De Gasperi, Berlinguer, Saragat, Moro, Andreotti o Pertini, por citar algunos ejemplos, en general han sido personalidades políticamente fuertes. Ello ha dado lugar a tensiones a lo largo de la historia y hoy día siguen plasmándose, en la izquierda entre Prodi y Veltroni y en la derecha entre Berlusconi y Fini. Estos enfrentamientos han dilatado la construcción de un bipartidismo, tan necesario para la estabilidad transalpina, pero, finalmente, el realismo político se ha impuesto, por lo menos momentáneamente, a las ambiciones personales.
La derecha italiana empezó a mirarse en el PP de Aznar como elemento aglutinador de la derecha española y como firme dique contra los extremismos de ese bando. A partir de ahí empezó a construir coaliciones cuya plasmación final será el próximo congreso del Pueblo de la Libertad. La ventaja conservadora italiana respecto a la nuestra es que es una derecha sin complejos, ni políticos ni culturales. A diferencia del actual PP tan “arrugado” ante los ataques de la izquierda, sin capacidad de tener un argumentarlo cultural sólido, lastrado por una vergonzante y absurda, sensación de inferioridad moral ante sus rivales, los italianos no solo rechazan cualquier inferioridad cultural o moral, al contrario reivindican y con gran éxito, sus valores, sus principios y lo argumentan de una manera positiva y no reactiva.
Se da la curiosa paradoja, que en el plano organizativo, tanto los franceses como los italianos beben en las fuentes del PP, pero, sin embargo, éste no es capaz de asumir de sus correligionarios la capacidad dialéctica ni la firmeza en sus convicciones, por lo que asistimos a un momento político radicalmente distinto. Mientras en Francia o Italia, la derecha gana cuotas no solo de poder político, que lo tiene en abundancia, sino que cultural y moralmente está a la cabeza imponiendo sus ideas por el valor de sus argumentos, la eficacia de las ideas y su plasmación en hechos, en España el PP está cada día desdibujando mas su perfil sociopolítico, cultural, intelectual y de valores en aras de obtener un poder que de poco le podrá servir si, en una hipotética victoria, no tiene argumentos, ideas y principios que plasmar, se trataría, simplemente, de una detentación del poder para disfrutarlo, lo que está muy lejos de lo que debe ser una gestión del mismo, que debe consistir en plasmar unas ideas, unos valores apoyados en sólidos argumentos que convenzan al electorado para que te de la victoria y no obtenerla por el simple desgaste del adversario. Hoy por hoy, lejos, muy lejos quedan las visiones políticas de las derechas italiana y española, en detrimento de la nuestra.
Esperemos que el PP reflexione sobre su capacidad argumentativa e intelectual, sobre los principios en lo que se debe basar con firmeza para volver a definirse como el gran referente liberal-conservador de España.
Al mismo tiempo dar la enhorabuena al Pueblo de la Libertad italiano y desearle todo tipo de éxitos como partido y, sobre todo, que sus actuaciones vayan encaminadas al desarrollo social y moral de esa gran nación que es Italia.
Bajo este nombre, pero en coalición, se presentaron a las últimas elecciones una serie de organizaciones siendo los dos más importantes Forza Italia y Alianza Nacional. El resultado fue un éxito arrollador de la coalición, a su vez unida a la Liga Norte y a otro pequeño grupo.
La profusión de partidos en Italia ha sido siempre una de las causas de la inestabilidad política del país, sobre todo desde la desintegración de la Democracia Cristiana. Para evitar estos problemas, tanto la izquierda como la derecha iniciaron un proceso de concentración que en la izquierda culminó antes de las pasadas elecciones con la creación del Partido Democrático, que aglutinaba a la mayoría de la izquierda, desde la más moderada a la más radical, salvo Refundación Comunista.
En la derecha, desde su creación, Forza Italia se convirtió en el partido hegemónico, aunque tenía que pactar con los antiguos postfascistas de Alianza Nacional y los autonomistas de la Liga Norte.
Las tensiones en ambos campos provenían del choque de personalidades, siempre muy fuerte en la política italiana de la posguerra. Hay que reconocer que esa nación ha dado una pléyade de políticos que, mas allá de las críticas a sus ideas o a su maniobrerismo, han rayado a gran altura por su habilidad. Desde los De Gasperi, Berlinguer, Saragat, Moro, Andreotti o Pertini, por citar algunos ejemplos, en general han sido personalidades políticamente fuertes. Ello ha dado lugar a tensiones a lo largo de la historia y hoy día siguen plasmándose, en la izquierda entre Prodi y Veltroni y en la derecha entre Berlusconi y Fini. Estos enfrentamientos han dilatado la construcción de un bipartidismo, tan necesario para la estabilidad transalpina, pero, finalmente, el realismo político se ha impuesto, por lo menos momentáneamente, a las ambiciones personales.
La derecha italiana empezó a mirarse en el PP de Aznar como elemento aglutinador de la derecha española y como firme dique contra los extremismos de ese bando. A partir de ahí empezó a construir coaliciones cuya plasmación final será el próximo congreso del Pueblo de la Libertad. La ventaja conservadora italiana respecto a la nuestra es que es una derecha sin complejos, ni políticos ni culturales. A diferencia del actual PP tan “arrugado” ante los ataques de la izquierda, sin capacidad de tener un argumentarlo cultural sólido, lastrado por una vergonzante y absurda, sensación de inferioridad moral ante sus rivales, los italianos no solo rechazan cualquier inferioridad cultural o moral, al contrario reivindican y con gran éxito, sus valores, sus principios y lo argumentan de una manera positiva y no reactiva.
Se da la curiosa paradoja, que en el plano organizativo, tanto los franceses como los italianos beben en las fuentes del PP, pero, sin embargo, éste no es capaz de asumir de sus correligionarios la capacidad dialéctica ni la firmeza en sus convicciones, por lo que asistimos a un momento político radicalmente distinto. Mientras en Francia o Italia, la derecha gana cuotas no solo de poder político, que lo tiene en abundancia, sino que cultural y moralmente está a la cabeza imponiendo sus ideas por el valor de sus argumentos, la eficacia de las ideas y su plasmación en hechos, en España el PP está cada día desdibujando mas su perfil sociopolítico, cultural, intelectual y de valores en aras de obtener un poder que de poco le podrá servir si, en una hipotética victoria, no tiene argumentos, ideas y principios que plasmar, se trataría, simplemente, de una detentación del poder para disfrutarlo, lo que está muy lejos de lo que debe ser una gestión del mismo, que debe consistir en plasmar unas ideas, unos valores apoyados en sólidos argumentos que convenzan al electorado para que te de la victoria y no obtenerla por el simple desgaste del adversario. Hoy por hoy, lejos, muy lejos quedan las visiones políticas de las derechas italiana y española, en detrimento de la nuestra.
Esperemos que el PP reflexione sobre su capacidad argumentativa e intelectual, sobre los principios en lo que se debe basar con firmeza para volver a definirse como el gran referente liberal-conservador de España.
Al mismo tiempo dar la enhorabuena al Pueblo de la Libertad italiano y desearle todo tipo de éxitos como partido y, sobre todo, que sus actuaciones vayan encaminadas al desarrollo social y moral de esa gran nación que es Italia.
1 comentario:
Sería bueno que la derecha sociologica española tuviese otro partido al que mirar, un partido que sea democratico pero radical en cuestiones en las que se ha de ser radical, me refiero a la sagrada unidad de España, la defensa de nuestra historia, nuestra fe y la vida, así mucha gente podría ir a votar sin tener que taparse la nariz ua opción patriota y de valores, una opción que de conseguir representación podría hacerse con el poder de poner y quitar gobiernos con apenas unos cuantos diputados, y así dejar fuera de juego a los separatismo. Esa opción pueden representarla varios partidos, el emjor situado parece AES, esperemos que el voto útil fracase y España se de una oportunidad a sí misma.
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