Hoy se cumple el 90 aniversario del armisticio en la P.G.M.. Con la perspectiva que da el tiempo y con el conocimiento de los acontecimientos posteriores a la reseñada fecha, conviene reflexionar sobre ello, aunque sea brevemente. De aquel drama y sus consecuencias, podemos extraer unas observaciones que, trasladadas a nuestros días, nos puedan servir para intentar no repetir errores.
Empezando por el análisis sociológico, lo primero que hay que recordar es que la guerra fue querida, diríamos ansiada, por una parte importante, probablemente la mayoría, de las poblaciones luego implicadas. No hay más que leer a los autores de la época, sobre todo a los más jóvenes y ver la alegría con la que recibieron el conflicto. Pero no solo las élites estaban entusiasmadas, el pueblo llano también. Baste recordar la alegría de la gente cuando iba a los centros de reclutamiento y luego al frente, ¡cuan distinto con la S.G.M.!.
Allí fracasó la Internacional socialista, que quería oponerse a la “guerra imperialista” y que propugnaba la huelga general en todos los países para evitar la contienda. Pero los trabajadores se alistaron en masa e ignoraron las proclamas de sus líderes sindicales.
Allí fracasaron aquellos políticos y diplomáticos que si veían el desastre que iba a ocurrir, baste recordar a Sir Edward Grey, secretario del Foreign Office y su famosa frase de “hoy se apagan las luces de Europa, dudo que, en esta generación, volvamos a verlas encendidas”.
Fracasaron los pacifistas, quienes habían impulsado las reuniones de La Haya e, incluso, .algunos lo pagaron con su vida como el líder socialista francés Jaurés.
¿Cómo fue posible esta locura colectiva?, esencialmente por la falta de recuerdos y el hastío existencial. Respecto a lo primero, Europa no había estado en guerra, en una guerra importante, desde Napoleón. La contienda franco-alemana, la austro-alemana o la francoinglesa contra Rusia, la de independencia de Italia así como las coloniales no dejaban de ser pequeños enfrentamientos, por lo que, en dos o tres generaciones, no había conciencia del desastre de una gran contienda. Tampoco se habían puesto a prueba las nuevas y peligrosas armas: aviación, submarinos, tanques, potentísima artillería, recordemos el Gran Berta, gases, etc.. A ello se añadió el expansionismo alemán, el revanchismo francés y el caos balcánico, ¿nos suena esto último?, donde unos pueblos ávidos de sacudirse el dominio turco y de imponerse a sus vecinos peleaban ora contra el primero, ora entre ellos.
Respecto al hastío, se producía sobre todo entre unas clases rectoras a las que el gran desarrollo de finales del siglo XIX y principios del XX, les estaba inundando de bienes materiales a la vez que ese “progresismo” les iba apartando de los valores históricos, ¿nos suena también?. Ese decadentismo, muy diferente del modernismo siguiente de los años ’20, modernismo iracundo, necesitaba de emociones fuertes y que emoción mas fuerte que una guerra.
Desgraciadamente para todos, aquel enfrentamiento fue una masacre, de soldados pero, también y por primera vez en la historia, de civiles. Matanzas en Verdún o Yprés, pero también matanzas de civiles como en el genocidio armenio o en Alemania, donde el bloqueo aliado costó más de 750.000 muertos, sin olvidar Serbia donde murieron más civiles que militares. Eso sin contar los horrores de las armas antes mencionadas. En total más de 20 millones de personas murieron en aquel conflicto.
De esa orgía de sangre solo podía surgir un mundo distinto, pero no, necesariamente, mejor. De aquel horror surgieron horrores aun mayores: el comunismo, el fascismo y el nazismo. También la desintegración de Europa, tanto política, como social y, lo que fue mas grave, la moral. Nunca se recuperó el continente de aquel marasmo y la S.G.M solo fue la puntilla a nuestro continente
Después de 90 años, algunas cosas se entendieron y otras no, pasando, hago hincapié en ello, por el otro horror mayor, la segunda guerra. Así el antagonismo franco-alemán parece superado, pero no así el puzzle balcánico, el debate sobre Turquía y, sobre todo, el derrumbamiento ético y moral de Europa, lo que nos está llevando a nuestra autodestrucción y a ser superados, sino dominados, por otras culturas ajenas a la nuestra.
Este aniversario parece un buen momento para analizar aquellos hechos, los errores y las consecuencias y también para sacar conclusiones que sirvan para reactivar a Europa como lo que siempre fue y no debió dejar de ser: guía ética para el resto del mundo, siendo para ello necesario que recupere su acervo cultural y religioso, el cual alumbró la defensa de la libertad y de los derechos del ser humano, a la vez que impulsó las artes y las ciencias. Ese papel debe recuperarlo Europa o desaparecerá como civilización fundamental.
Empezando por el análisis sociológico, lo primero que hay que recordar es que la guerra fue querida, diríamos ansiada, por una parte importante, probablemente la mayoría, de las poblaciones luego implicadas. No hay más que leer a los autores de la época, sobre todo a los más jóvenes y ver la alegría con la que recibieron el conflicto. Pero no solo las élites estaban entusiasmadas, el pueblo llano también. Baste recordar la alegría de la gente cuando iba a los centros de reclutamiento y luego al frente, ¡cuan distinto con la S.G.M.!.
Allí fracasó la Internacional socialista, que quería oponerse a la “guerra imperialista” y que propugnaba la huelga general en todos los países para evitar la contienda. Pero los trabajadores se alistaron en masa e ignoraron las proclamas de sus líderes sindicales.
Allí fracasaron aquellos políticos y diplomáticos que si veían el desastre que iba a ocurrir, baste recordar a Sir Edward Grey, secretario del Foreign Office y su famosa frase de “hoy se apagan las luces de Europa, dudo que, en esta generación, volvamos a verlas encendidas”.
Fracasaron los pacifistas, quienes habían impulsado las reuniones de La Haya e, incluso, .algunos lo pagaron con su vida como el líder socialista francés Jaurés.
¿Cómo fue posible esta locura colectiva?, esencialmente por la falta de recuerdos y el hastío existencial. Respecto a lo primero, Europa no había estado en guerra, en una guerra importante, desde Napoleón. La contienda franco-alemana, la austro-alemana o la francoinglesa contra Rusia, la de independencia de Italia así como las coloniales no dejaban de ser pequeños enfrentamientos, por lo que, en dos o tres generaciones, no había conciencia del desastre de una gran contienda. Tampoco se habían puesto a prueba las nuevas y peligrosas armas: aviación, submarinos, tanques, potentísima artillería, recordemos el Gran Berta, gases, etc.. A ello se añadió el expansionismo alemán, el revanchismo francés y el caos balcánico, ¿nos suena esto último?, donde unos pueblos ávidos de sacudirse el dominio turco y de imponerse a sus vecinos peleaban ora contra el primero, ora entre ellos.
Respecto al hastío, se producía sobre todo entre unas clases rectoras a las que el gran desarrollo de finales del siglo XIX y principios del XX, les estaba inundando de bienes materiales a la vez que ese “progresismo” les iba apartando de los valores históricos, ¿nos suena también?. Ese decadentismo, muy diferente del modernismo siguiente de los años ’20, modernismo iracundo, necesitaba de emociones fuertes y que emoción mas fuerte que una guerra.
Desgraciadamente para todos, aquel enfrentamiento fue una masacre, de soldados pero, también y por primera vez en la historia, de civiles. Matanzas en Verdún o Yprés, pero también matanzas de civiles como en el genocidio armenio o en Alemania, donde el bloqueo aliado costó más de 750.000 muertos, sin olvidar Serbia donde murieron más civiles que militares. Eso sin contar los horrores de las armas antes mencionadas. En total más de 20 millones de personas murieron en aquel conflicto.
De esa orgía de sangre solo podía surgir un mundo distinto, pero no, necesariamente, mejor. De aquel horror surgieron horrores aun mayores: el comunismo, el fascismo y el nazismo. También la desintegración de Europa, tanto política, como social y, lo que fue mas grave, la moral. Nunca se recuperó el continente de aquel marasmo y la S.G.M solo fue la puntilla a nuestro continente
Después de 90 años, algunas cosas se entendieron y otras no, pasando, hago hincapié en ello, por el otro horror mayor, la segunda guerra. Así el antagonismo franco-alemán parece superado, pero no así el puzzle balcánico, el debate sobre Turquía y, sobre todo, el derrumbamiento ético y moral de Europa, lo que nos está llevando a nuestra autodestrucción y a ser superados, sino dominados, por otras culturas ajenas a la nuestra.
Este aniversario parece un buen momento para analizar aquellos hechos, los errores y las consecuencias y también para sacar conclusiones que sirvan para reactivar a Europa como lo que siempre fue y no debió dejar de ser: guía ética para el resto del mundo, siendo para ello necesario que recupere su acervo cultural y religioso, el cual alumbró la defensa de la libertad y de los derechos del ser humano, a la vez que impulsó las artes y las ciencias. Ese papel debe recuperarlo Europa o desaparecerá como civilización fundamental.
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