martes, agosto 21, 2007

Praga, 20 de agosto 1968

Ayer se cumplía el 39 aniversario de la invasión por la URSS y sus satélites de Checoslovaquia y, salvo error u omisión, ningún medio español, por lo menos los de tirada nacional lo han recordado salvo en las efemérides. Por supuesto, tampoco las radios o televisiones. Parece como si sobre todo lo que tuviese que ver con el comunismo, sus fracasos y sus crímenes se corriese un tupido velo. Frente a los fastos con que cada año se celebra la derrota del nazismo en los diversos paises europeos, tomando aquella fecha del 9 de mayo de 1945 como el principio de una nueva era, lo cual fue cierto para aquellos paises liberados por los aliados occidentales pero mas dudoso para quienes fueron ocupados, que no liberados, por las tropas soviéticas, paises que vieron como pasaban de una tiranía a otra no menos brutal. Pues bien, frente a esas celebraciones, se pone sordina a las revueltas de junio del 53 en Alemania Oriental, Polonia y Hungría en el 56, Checoslovaquia en el 68, etc. y, curioso, que sea así cuando en todos esos casos fue el pueblo, el verdadero pueblo, quién se levantó en defensa de las libertades mas elementales, aquellas que defendía la carta de las Naciones Unidas firmada por todos los aliados de la S.G.M. e ignorada desde el principio por Stalin, con la aquiescencia mas o menos pasiva de los Rooselvet, Churchill, De Gaulle y otros.
Las llamadas “democracias populares”, que ni eran democracias y menos populares, tuvieron bastante buen predicamento entre la izquierda europea, española incluida, que pensaban que era el edén socialista. De poco sirvió que desde el principio, la brutalidad de las hordas soviéticas y sus adláteres de esas naciones pusieran en la picota la legitimidad de aquellos regímenes. Como el propio Kruschev reconoce en sus memorias, refiriéndose a Polonia, en las primeras elecciones se dio lo que el con ironía llama “el milagro de las urnas”, ya que “ los votantes metían en la misma la papeleta con el nombre de Mikoljczyk (que era el candidato demócrata) y en el recuento salía el de Bieurat (el candidato comunista) en las papeletas” y así sucesivamente, cuando no era amañando elecciones eran con golpes asesinos como el de la propia Praga en 1948, que culminó con el “suicidio” del Ministro de Asuntos Exteriores.
Pero pronto, como había ocurrido en los ’30 en la Rusia soviética, también empezaron las purgas contra los propios comunistas nacionales, acusados, ¡como no!, de desviacionismo, nacionalismo, antisocialismo, etc y así los casos de Rajk, seguida de la de Slansky inauguraron la época de las purgas en los paises satélites, tan bien recogidas en el “del cero al infinito” por Koestler y dirigidas, como mas tarde en la Hungría de 1956, por aquel gran asesino y genocida, tan poco conocido por el gran público como era Ivan Serov, ya famoso por las brutales deportaciones de los pueblos caucásicos en los ’40. Se conoce bien a Himmler, Heydrich y otros asesinos nazis, pero poco se sabe de ese energúmeno que dirigió en persona la mayoría de las represiones de los ’40 y ’50.
Pese al terror, los pueblos oprimidos se levantaron y lucharon, eso si, ante la pasividad de occidente que no quería romper el “statu quo” de Yalta y Postdam. Así los heroico lituanos de los “hermanos del bosque”, los polacos del WIN o los ucranianos de la UPA fueron masacrados pese a su resistencia, resistencia que en muchos casos duró hasta bien entrados los ’50. Pero si los anticomunistas fueron derrotados, los siguientes en levantarse contra la tiranía comunista fueron históricos líderes de esa ideología, como el polaco Gomulka, el húngaro Nagy o el checoeslovaco Dubcek. Todos tenían en común una utopía ingenua: que se podía reformar el comunismo desde dentro, todos pagaron su ilusión, unos como Nagy o el general Maleter con la muerte, otros como Gomulka o Dubcek con la defenestración y el ostracismo político y social. Lo mismo les ocurrió a miles de trabajadores y otros ciudadanos que habían creído que “socialismo es libertad” y pagaron su error con la vida o los campos de concentración.
La llamada primavera de Praga, fue el último intento de los reformistas de mas allá del telón de acero por reformar el comunismo y darle “rostro humano”, pero la brutal invasión de un ejército coaligado del Pacto de Varsovia, salvo Rumanía, y las escenas de la heroica resistencia pasiva de los habitantes del país, fueron el canto del cisne sobre las ”bondades” del socialismo y el inicio de los movimientos anticomunistas ya purgados de posibles resabios antidemocráticos. Sería “Solidaridad” el ejemplo mas claro de ese nuevo enfoque y de las aspiraciones de las nuevas generaciones, pero el ejemplo de los checoslovacos, mas que de sus líderes que al final claudicaron, fue el aldabonazo de la nueva era de libertad que se conseguiría años después y con ello el fin del comunismo, por lo menos en Europa.Por ello, creo de justicia tener este recuerdo para ellos en el aniversario de la invasión soviética y hacerlo extensivo a todos los que dieron su vida o su libertad por el derecho a ser personas libres.

3 comentarios:

Wicek dijo...

Tienes toda la razón, no veo motivo para que sistemáticamente se olvide a la Primavera de Praga del 68, el levantamiento de Budapest del 56, los gulags....

Aunque ya se sabe... en la unión soviética eran tolerantes hasta que se les llevaba la contaria
;-).

Saludos.

Jorge Castrillejo dijo...

A muchos comunistas occidentales se les cayó el marxsimo en ese momento, lastima que fuese a todos.

Alberto Esteban dijo...

BUENAS!!

TIENES UN PREMIO EN MI BLOG.ENHORABUENA, TE LO MERECES!

UN SALUDO