En estos tiempos en que tanto se habla de África, de sus crisis, de sus dictadores, del expolio de sus riquezas y de sus miserias, ha pasado sin, prácticamente una mención en los medios de comunicación, el 40 aniversario de la proclamación de la independencia de Biafra y la subsiguiente guerra.
Es verdad que los biafreños, políticamente hablando, no recibieron demasiados apoyos, aunque la crisis humanitaria removió muchas conciencias y mediante un puente aéreo se intentó paliar el desastre, superior al de Darfur en la actualidad aunque menos publicitado, ya que en los ’60 los medios de comunicación no tenían ni la tecnología ni los medios para poner en nuestros hogares en tiempo real aquellas matanzas.
Decía que políticamente no obtuvo apoyos, solo 5 países la reconocieron y algunos otros, como Rodesia o Sudáfrica la apoyaron bajo cuerda, ya que las grandes potencias estaban interesadas en una Nigeria unida y corrupta, gobernada por tiranos avaros y deleznables y con una población dividida entre muchísimos grupos étnicos y, religiosamente, entre cristianos, musulmanes y animistas, lo que permitía una influencia extranjera fundamental en la que entonces era la potencia petrolífera de África. También, porque era la época en que se creía que no debían moverse las fronteras heredadas de la época colonial, so capa de la desmembración general del continente, como había estado a punto de ocurrir en el Congo unos años antes. Así, en plena guerra fría, se dieron episodios tan curiosos como que mercenarios británicos pilotaran aviones Mig rusos o que Egipto contribuyera con armas y asesores al lado de material occidental como los blindados. Frente a ellos, se encontraba el pueblo ibo, unos 8 millones de personas pertenecientes a uno de los grupos más importantes no solo de Nigeria sino de todo el Oeste de África, por su laboriosidad, nivel cultural y estructuración, hasta el extremo de ser considerados los “judíos de África”. La independencia de Nigeria en 1960, trajo el predominio de los hausas del norte, musulmanes y con estructuras sociales medievales, que intentaron imponer su hegemonía en el nuevo país, dando lugar a golpes y contra-golpes de estado que culminaron con el llevado a cabo por los militares ibos en 1966 y tras cuyo fracaso se produjo una matanza de éstos en el norte musulmán. Ello llevó al Gobernador de la entonces Región Oriental, Coronel Ojukwu a proclamar la independencia de lo que se llamó Biafra, por la zona de la bahía de Biafra, el 30 de mayo de 1967. Este personaje es representativo del afán de superación de los ibo, hijo del primer millonario nigeriano, licenciado en la Universidad de Surrey y con máster por la Universidad de Lincoln y Oxford, prefirió ingresar en el ejército, verdadero elemento unificador de los nuevos estados africanos, que una vida prestigiosa en el foro londinense. No era un separatista, pero los intentos de los retrógrados líderes musulmanes norteños de Kano y Kaduna y las matanzas de su pueblo, le empujaron a la secesión. Secesión que, como hemos dicho, fue combatida no solo por los musulmanes nigerianos, sino por todas las grandes potencias, excepto Francia y Portugal. Durante tres años los biafreños lucharon bravamente contra un ejército muy superior en material y hombres, dándose hechos de gran valor, como los ataques aéreos del sexagenario sueco Conde Von Rosen quién a bordo de unos frágiles aparatos de entrenamiento, tuvo en jaque a la fuerza aérea nigeriana plagada de modernos reactores Mig.Pero el cerco a que fue sometida la región y la brutalidad de los ataques a los civiles, dio lugar a una verdadera masacre con más de 800.000 muertos. Solo el heroísmo de algunos pilotos que aterrizando en improvisadas pistas en medio de la selva con viejos aviones de hélice y que llevaban material sanitario y víveres y, a la vuelta, evacuaban a niños, palió someramente el desastre, pero a medida que el cerco se estrechaba, el líder biafreño se vio obligado a rendir su país en enero de 1970 y marchar al exilio. El desafío biafreño había terminado y las potencias podían respirar tranquilas, con sus interese seguros en manos, ahora, de unos dirigentes militares propensos a la rapiña. Cuarenta años después, la situación no ha mejorado, más bien ha empeorado tanto la corrupción, como la miseria y la desintegración del país, nuevamente en la zona del Delta del Níger, pero también por la presión del islamismo radical en ese Norte medieval. El intento de una Biafra libre y próspera fracasó, pero ello no sirvió para que Nigeria en si evolucionase, solo sirvió para que los intereses de las grandes potencias y el “status quo” se mantuviese a costa de la libertad de un pueblo noble.
Es verdad que los biafreños, políticamente hablando, no recibieron demasiados apoyos, aunque la crisis humanitaria removió muchas conciencias y mediante un puente aéreo se intentó paliar el desastre, superior al de Darfur en la actualidad aunque menos publicitado, ya que en los ’60 los medios de comunicación no tenían ni la tecnología ni los medios para poner en nuestros hogares en tiempo real aquellas matanzas.
Decía que políticamente no obtuvo apoyos, solo 5 países la reconocieron y algunos otros, como Rodesia o Sudáfrica la apoyaron bajo cuerda, ya que las grandes potencias estaban interesadas en una Nigeria unida y corrupta, gobernada por tiranos avaros y deleznables y con una población dividida entre muchísimos grupos étnicos y, religiosamente, entre cristianos, musulmanes y animistas, lo que permitía una influencia extranjera fundamental en la que entonces era la potencia petrolífera de África. También, porque era la época en que se creía que no debían moverse las fronteras heredadas de la época colonial, so capa de la desmembración general del continente, como había estado a punto de ocurrir en el Congo unos años antes. Así, en plena guerra fría, se dieron episodios tan curiosos como que mercenarios británicos pilotaran aviones Mig rusos o que Egipto contribuyera con armas y asesores al lado de material occidental como los blindados. Frente a ellos, se encontraba el pueblo ibo, unos 8 millones de personas pertenecientes a uno de los grupos más importantes no solo de Nigeria sino de todo el Oeste de África, por su laboriosidad, nivel cultural y estructuración, hasta el extremo de ser considerados los “judíos de África”. La independencia de Nigeria en 1960, trajo el predominio de los hausas del norte, musulmanes y con estructuras sociales medievales, que intentaron imponer su hegemonía en el nuevo país, dando lugar a golpes y contra-golpes de estado que culminaron con el llevado a cabo por los militares ibos en 1966 y tras cuyo fracaso se produjo una matanza de éstos en el norte musulmán. Ello llevó al Gobernador de la entonces Región Oriental, Coronel Ojukwu a proclamar la independencia de lo que se llamó Biafra, por la zona de la bahía de Biafra, el 30 de mayo de 1967. Este personaje es representativo del afán de superación de los ibo, hijo del primer millonario nigeriano, licenciado en la Universidad de Surrey y con máster por la Universidad de Lincoln y Oxford, prefirió ingresar en el ejército, verdadero elemento unificador de los nuevos estados africanos, que una vida prestigiosa en el foro londinense. No era un separatista, pero los intentos de los retrógrados líderes musulmanes norteños de Kano y Kaduna y las matanzas de su pueblo, le empujaron a la secesión. Secesión que, como hemos dicho, fue combatida no solo por los musulmanes nigerianos, sino por todas las grandes potencias, excepto Francia y Portugal. Durante tres años los biafreños lucharon bravamente contra un ejército muy superior en material y hombres, dándose hechos de gran valor, como los ataques aéreos del sexagenario sueco Conde Von Rosen quién a bordo de unos frágiles aparatos de entrenamiento, tuvo en jaque a la fuerza aérea nigeriana plagada de modernos reactores Mig.Pero el cerco a que fue sometida la región y la brutalidad de los ataques a los civiles, dio lugar a una verdadera masacre con más de 800.000 muertos. Solo el heroísmo de algunos pilotos que aterrizando en improvisadas pistas en medio de la selva con viejos aviones de hélice y que llevaban material sanitario y víveres y, a la vuelta, evacuaban a niños, palió someramente el desastre, pero a medida que el cerco se estrechaba, el líder biafreño se vio obligado a rendir su país en enero de 1970 y marchar al exilio. El desafío biafreño había terminado y las potencias podían respirar tranquilas, con sus interese seguros en manos, ahora, de unos dirigentes militares propensos a la rapiña. Cuarenta años después, la situación no ha mejorado, más bien ha empeorado tanto la corrupción, como la miseria y la desintegración del país, nuevamente en la zona del Delta del Níger, pero también por la presión del islamismo radical en ese Norte medieval. El intento de una Biafra libre y próspera fracasó, pero ello no sirvió para que Nigeria en si evolucionase, solo sirvió para que los intereses de las grandes potencias y el “status quo” se mantuviese a costa de la libertad de un pueblo noble.
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