
Sin embargo, el desastroso gobierno del Sr. Rodríguez, su comportamiento en pro de los viejos y lamentables tiempos de la República así como su total entreguismo a los nacionalistas, ha convertido a la Constitución de 1978 en el banderín de enganche de quienes defendemos la unidad de España, sus valores y la libertad. Hoy que se conmemora un aniversario mas, no es un día de celebración, es un día de resistencia, de oposición al modelo radical de ZP y sus aliados, de una defensa cerrada de esa Constitución que aun, como en mi caso, no resultando satisfactoria resulta mucho mejor que las propuestas del gobierno.
El Sr. Zapatero aspira a conseguir su paz a cambio de España, pero la paz no es lo más importante, lo importante es la libertad. Había paz en la URSS, la gente, si no se oponía la régimen, no tenía problemas de esa índole, igualmente en la Cuba de Castro o en la Alemania hitleriana, el problema surge cuando quieres expresarte en libertad, entonces ya no tienes paz, como les ocurre a los no nacionalistas en Cataluña o el País Vasco. Pero es que tampoco la tendrían si se cediese al chantaje etarra y el ejemplo lo tenemos en Cataluña. ¿De que ha servido la concesión del estatuto?, simplemente para que los nacionalistas aumenten los impedimentos para la libre expresión de ideas españolas, tanto en la educación, la cultura o la vida cotidiana. Si para ello es necesaria una dosis de violencia, de la índole que sea, pues se aplica y asunto terminado. ¿Podemos decir hoy día que en Cataluña hay libertad para los no nacionalistas?, sinceramente creo que no y que el ámbito de opresión es cada vez mayor. Otro tanto, con más violencia, ocurriría en el País Vasco donde los etarras y sus fachadas políticas son confesas seguidoras de los métodos marxistas radicales.
Estos son los mimbres con los que ZP quiere hacer su transición, crear su España, un país que mire al ya lejano pero no por ello, menos triste pasado encarnado en la república de 1931 y en la sustitución de los valores eternos por modas mas o menos “progresistas” como el laicismo, la potenciación de la homosexualidad o los ataques al modelo familiar tradicional. Por ello y aunque no sea la que a muchos nos gustaría, debemos defender la Constitución de 1978 como elemento aglutinador de los españoles en la defensa de nuestra Patria y de sus valores.
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