Así se lamentaba Ortega, en su conferencia del Cinema de la Opera de Madrid el 6 de diciembre de 1931, sobre la deriva que llevaba el régimen republicano. Tan es así que tituló dicha conferencia Rectificación de la República, pero la república no iba a rectificar, pues una vez mas la revolución devoraba a sus hijos.
Ortega, el insigne intelectual había creído que el nuevo régimen era la solución a los problemas de España, como buen miembro de la “intelligentsia” fue bastante torpe en su quehacer político, pues contribuyó junto Gregorio Marañón y Pérez de Ayala a través de la Agrupación al Servicio de la República, al advenimiento de aquel sistema que él consideraba salvaría a España, pero que no se desarrolló como él pensaba y frente a cuya deriva no tuvo capacidad para contribuir a su rectificación, acabando dimitiendo de diputado y alejándose, con gran amargura, de la vida política. En honor a la verdad, hay que reconocer que no tardó mucho en darse cuenta, pues entre su no menos famoso artículo El error Berenguer, de Noviembre de 1930 y cuya publicación fue uno de los aldabonazos contra la Monarquía y Rectificación de la República, había pasado un año, un año donde se derrumbaron las ilusiones del filósofo de crear un régimen a su imagen y semejanza. Curiosamente, sus compañeros en la Agrupación al Servicio de la República acabaron enfrentados a esa misma República.
Viene este breve recuerdo a la actuación de Ortega como ejemplo de los peligros a que nos puede llevar una actuación utópica y voluntarista, tal como está ocurriendo actualmente con la actitud del Gobierno tanto en el caso catalán como en el vasco, cuando es avalado todo ello con el silencio cómplice, sino el apoyo entusiasta de, cuando menos, una parte de la “intelectualidad” de este país.
Es cierto que en dicha “intelectualidad”, nada parecida en su nivel a la de los años ’30, se incluyen elementos esperpénticos como Ramoncín, Boris Izaguirre o la anciana Sra. Bardem, pero no menos cierto es que son ellos, junto a los Almodóvar de turno, los que marcan la tendencia social. Podemos lamentar el bajo nivel cultural de nuestra patria, pero esa es la realidad objetiva, son los programas basura de la televisión y las revistas del corazón las que marcan tendencia y eso lo ha sabido aprovechar muy bien el Presidente Rodríguez que conecta, por esa vía, con una masa importante de ciudadanos.
No he oído, salvo honrosas y muy pocas excepciones, a ningún “reputado” actor, escritor, escultor o pintor, oponerse al entreguismo del Gobierno, salir en defensa de la cultura española amenazada, cuando no dinamitada, en Cataluña y País Vasco, ni de la unidad de España, ni siquiera del derecho a la libertad de los ciudadanos no nacionalistas de ambas regiones, mas bien todo lo contrario, pues es lógico que a falta de talento bienvenida sea la subvención.
El apoyo de esos “creadores de opinión” raya en el delito de traición, pues a diferencia de Ortega ellos si saben lo que da de sí la tiranía totalitaria de los nacionalistas, tanto en los aspectos vitales como culturales. Ni siquiera pueden lamentarse como Ortega, que, a fin de cuentas solo tardó un año en darse cuenta de su error, pues con los nacionalistas y terroristas llevamos décadas para que no quede ninguna duda de cómo actúan.
Por eso, los mal llamados intelectuales que apoyan o callan ante el entreguismo del Gobierno y el PSOE, no solo adolecen de nivel cultural sino que éticamente e, incluso, como seres humanos son verdaderamente abyectos y repugnantes.
Ortega, el insigne intelectual había creído que el nuevo régimen era la solución a los problemas de España, como buen miembro de la “intelligentsia” fue bastante torpe en su quehacer político, pues contribuyó junto Gregorio Marañón y Pérez de Ayala a través de la Agrupación al Servicio de la República, al advenimiento de aquel sistema que él consideraba salvaría a España, pero que no se desarrolló como él pensaba y frente a cuya deriva no tuvo capacidad para contribuir a su rectificación, acabando dimitiendo de diputado y alejándose, con gran amargura, de la vida política. En honor a la verdad, hay que reconocer que no tardó mucho en darse cuenta, pues entre su no menos famoso artículo El error Berenguer, de Noviembre de 1930 y cuya publicación fue uno de los aldabonazos contra la Monarquía y Rectificación de la República, había pasado un año, un año donde se derrumbaron las ilusiones del filósofo de crear un régimen a su imagen y semejanza. Curiosamente, sus compañeros en la Agrupación al Servicio de la República acabaron enfrentados a esa misma República.
Viene este breve recuerdo a la actuación de Ortega como ejemplo de los peligros a que nos puede llevar una actuación utópica y voluntarista, tal como está ocurriendo actualmente con la actitud del Gobierno tanto en el caso catalán como en el vasco, cuando es avalado todo ello con el silencio cómplice, sino el apoyo entusiasta de, cuando menos, una parte de la “intelectualidad” de este país.
Es cierto que en dicha “intelectualidad”, nada parecida en su nivel a la de los años ’30, se incluyen elementos esperpénticos como Ramoncín, Boris Izaguirre o la anciana Sra. Bardem, pero no menos cierto es que son ellos, junto a los Almodóvar de turno, los que marcan la tendencia social. Podemos lamentar el bajo nivel cultural de nuestra patria, pero esa es la realidad objetiva, son los programas basura de la televisión y las revistas del corazón las que marcan tendencia y eso lo ha sabido aprovechar muy bien el Presidente Rodríguez que conecta, por esa vía, con una masa importante de ciudadanos.
No he oído, salvo honrosas y muy pocas excepciones, a ningún “reputado” actor, escritor, escultor o pintor, oponerse al entreguismo del Gobierno, salir en defensa de la cultura española amenazada, cuando no dinamitada, en Cataluña y País Vasco, ni de la unidad de España, ni siquiera del derecho a la libertad de los ciudadanos no nacionalistas de ambas regiones, mas bien todo lo contrario, pues es lógico que a falta de talento bienvenida sea la subvención.
El apoyo de esos “creadores de opinión” raya en el delito de traición, pues a diferencia de Ortega ellos si saben lo que da de sí la tiranía totalitaria de los nacionalistas, tanto en los aspectos vitales como culturales. Ni siquiera pueden lamentarse como Ortega, que, a fin de cuentas solo tardó un año en darse cuenta de su error, pues con los nacionalistas y terroristas llevamos décadas para que no quede ninguna duda de cómo actúan.
Por eso, los mal llamados intelectuales que apoyan o callan ante el entreguismo del Gobierno y el PSOE, no solo adolecen de nivel cultural sino que éticamente e, incluso, como seres humanos son verdaderamente abyectos y repugnantes.
1 comentario:
Es cierto, a algunos se nos viene recurrentemente la frase de Ortega a la cabeza, cuando vemos a algún "artista" haciendo maniqueísmo y seguidismo barato -por su interés propio- siempre se piensa "no es eso, no es eso" en el tono más despreciativo posible.
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