Repasando el otro día algunos libros sobre la guerra civil española reencontré la referencia a la “Historia de la guerra de España” escrita por Robert Brasillach junto a su cuñado Maurice Bardeche y ello me hizo pensar en la pléyade de escritores franceses del primer tercio del siglo XX cuyo posicionamiento contra la izquierda y el devenir de la segunda guerra mundial condenó al olvido intelectual y al exilio o la muerte.
En aquellos años se asistió a una importante eclosión de la literatura francesa cuyo estudio está hoy mutilado por el ostracismo de algunas de sus grandes figuras: Robert Brasillach, Louis Ferdinand Celine y Pierre Drieu de La Rochelle, entre otros.¿Su delito?, su posicionamiento nacionalista, incluso alguno combatiente en la Primera Guerra Mundial como Celine o La Rochelle, combativos contra la izquierda y haber apoyado con sus escritos al régimen de Vichy. Lógicamente, ello les llevó a ser acusados de apoyo a los nazis, hasta el extremo de acusar a Brasillach de haber servido en el ejército alemán, lo que era falso. Pero en el ambiente de la posguerra quienes cobardemente se rindieron a los alemanes y huyeron dejando al anciano Petain al frente del país para que salvase lo que pudiese, quienes tuvieron que apelar a los EEUU y Gran Bretaña para liberar a Francia y, lo que es mas grave, colaboraron con los nazis por lo menos hasta 1941, los comunistas, tenían que ahuyentar sus fantasmas eliminando a sus oponentes ideológicos, patriotas y no traidores, que podían recordarles sus miserias.
Así Brasillach será fusilado, La Rochelle se suicidará y Celine se verá obligado a exiliarse hasta 1950 en que podrá volver a Francia, pero totalmente postergado. Junto a su desaparición física se ejecutó su desaparición intelectual y sus obras fueron proscritas, hasta el extremo que hoy día es difícil encontrarlas, salvo las de Celine rehabilitado parcialmente.
Los tres tenían en común su inteligencia, su capacidad de tratar diversos géneros: novela, poesía, teatro y su brillante pluma. Por lo demás eran distintos: Brasillach, vibrante, vital, sobre todo poeta; Celine, nihilista, innovador y, lamentablemente, antisemita y La Rochelle, el mas cambiante, desde el surrealismo al decadentismo. También, políticamente, el mas comprometido, el mas cercano al nazismo, aunque a partir de 1943 se alejó del mismo, horrorizado por el trato a los países ocupados.
En este principio de siglo cultural e intelectualmente patético, conviene releer a estos escritores, mas allá de la antipatía o simpatía ideológica hacia los mismos, pues nos reflejan un excelente nivel y un reflejo de las corrientes culturales de aquellos años que van más allá de las reflejadas por los políticamente correctos.
En aquellos años se asistió a una importante eclosión de la literatura francesa cuyo estudio está hoy mutilado por el ostracismo de algunas de sus grandes figuras: Robert Brasillach, Louis Ferdinand Celine y Pierre Drieu de La Rochelle, entre otros.¿Su delito?, su posicionamiento nacionalista, incluso alguno combatiente en la Primera Guerra Mundial como Celine o La Rochelle, combativos contra la izquierda y haber apoyado con sus escritos al régimen de Vichy. Lógicamente, ello les llevó a ser acusados de apoyo a los nazis, hasta el extremo de acusar a Brasillach de haber servido en el ejército alemán, lo que era falso. Pero en el ambiente de la posguerra quienes cobardemente se rindieron a los alemanes y huyeron dejando al anciano Petain al frente del país para que salvase lo que pudiese, quienes tuvieron que apelar a los EEUU y Gran Bretaña para liberar a Francia y, lo que es mas grave, colaboraron con los nazis por lo menos hasta 1941, los comunistas, tenían que ahuyentar sus fantasmas eliminando a sus oponentes ideológicos, patriotas y no traidores, que podían recordarles sus miserias.
Así Brasillach será fusilado, La Rochelle se suicidará y Celine se verá obligado a exiliarse hasta 1950 en que podrá volver a Francia, pero totalmente postergado. Junto a su desaparición física se ejecutó su desaparición intelectual y sus obras fueron proscritas, hasta el extremo que hoy día es difícil encontrarlas, salvo las de Celine rehabilitado parcialmente.
Los tres tenían en común su inteligencia, su capacidad de tratar diversos géneros: novela, poesía, teatro y su brillante pluma. Por lo demás eran distintos: Brasillach, vibrante, vital, sobre todo poeta; Celine, nihilista, innovador y, lamentablemente, antisemita y La Rochelle, el mas cambiante, desde el surrealismo al decadentismo. También, políticamente, el mas comprometido, el mas cercano al nazismo, aunque a partir de 1943 se alejó del mismo, horrorizado por el trato a los países ocupados.
En este principio de siglo cultural e intelectualmente patético, conviene releer a estos escritores, mas allá de la antipatía o simpatía ideológica hacia los mismos, pues nos reflejan un excelente nivel y un reflejo de las corrientes culturales de aquellos años que van más allá de las reflejadas por los políticamente correctos.
1 comentario:
(Un texte peu connu de Louis-Ferdinand Céline)
MISANTHROPE
Les autres m'indisposent.
Je ne souffre pas la proximité de mon prochain. J'abhorre ce qui ne me ressemble pas, celui qui ne porte pas le même chapeau que moi, ceux qui ne mangent pas le foin servit dans mon écurie, l'humanité qui ne boit pas à la fontaine sise dans mon petit verger, et en définitive n'aime que moi-même.
Répondre "Bonjour" à un autre "Bonjour" étant pour moi un authentique supplice matinal, on me traite de mal élevé sous prétexte que je rends la politesse sous forme de hautain silence précédé d'un ou deux puissants crachats en direction de mes agresseurs. Incompris de tous, j'ai fini par adopter le port de gants roses et de dentelles blanches autour du cou accompagnés d'une discrète arrogance au bord des lèvres. J'ai remarqué que cela faisait médire encore plus, avivait des passions funestes à mon endroit...
Aux foules agitées qui me cherchent des noises avec leurs incompréhensibles allées et venues, aux passants pressés qui me frôlent dans la rue comme si je n'existais pas et dont les visages méconnus ne m'inspirent que méfiance, haine, dégoût, je préfère la douce, calme compagnie des tombes. Elles au moins me foutent la paix. Je fuis tout ce qui s'apparente à un bipède en mouvement. Je me venge des vivants en allant régulièrement narguer les morts dans les cimetières.
Lors de mes visites aux hôtes bien éduqués des nécropoles, qui pas une fois n'ont eu l'outrecuidance de m'importuner, je puis cracher sans entrave sur tous les Dupont que je croise. Décalcifiés depuis des lustres, débarrassés de tout orgueil mal placé, couverts de dalles, de stèles et de terre grasse, eux ne trouvent rien à redire à mes jets de salive.
J'en ai conclu que dans ce monde les hommes les plus fréquentables sont ceux qui se trouvent à six pieds sous mes semelles.
Louis-Ferdinand Céline
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