Estoy
un poco cansado de escribir sobre la actualidad española, sobre políticos
incompetentes, economistas despistados, comunicadores pedantes y una sociedad
que cuando las cosas iban bien no se quejaban de las finanzas y cuando lo han
perdido por su ambición, echan la culpa a los demás y quieren que se les
repongan las pérdidas.
Por
supuesto que seguiré, si Dios quiere, escribiendo sobre estos temas y la
actualidad internacional tan inquietante en este momento, pero, en paralelo,
quiero oxigenarme y oxigenar a quién me hace el honor de leerme. Tocaré
diversos temas, pero uno de los fundamentales será la S.G.M.,
conflagración a cuyo estudio he dedicado
muchas horas de mi vida desde que de niño leía las “hazañas bélicas”.
Aquella
guerra cambió el curso de la historia y ha ejercido su influencia durante 50
años e incluso en ciertos aspectos sigue influyendo sobre las mentalidades y
condiciona muchas decisiones internacionales.
Sobre
este conflicto voy a comentar temas menores, no las grandes batallas,
estrategias, tácticas o las decisiones de los grandes protagonistas, sobre ello
se ha escrito y se sigue escribiendo, con gran profusión. Mi objetivo es
comentar aquellos temas entre anecdóticos, curiosos o sorprendentes que, más allá,
de su influenc9a en los acontecimientos nosaAportan otra visión de aquel brutal choque.
Empiezo
con un tema que, si bien, no es propiamente de la guerra, si afecta a uno de
los principales personajes: Hitler. Todos hemos visto al Führer con su Luftwaffe, al lado de su avión, etc., pero lo que poca
gente sabe es que en su primer vuelo lo pasó tan mal que juró no volver a
volar.
Ocurrió
en 1920, cuando Hitler se encontraba ya al frente del DAP (posteriormente
NSDAP), licenciado del ejército y con una Alemania convulsa, que tras el golpe
de noviembre de 1918, lleva do a cabo por los soldados de la marina y grupos
izquierdistas, socialdemócratas independientes, espartaquistas, etc..Entregado
el gobierno al socialdemócrata moderado Ebert, empleó a los Cuerpos Libres,
formados por exsoldados, para acabar con la revolución en Berlín. Igualmente en
Baviera, donde se encontraba Hitler, el golpe comunista de 1919 fue abortado por los Cuerpos Libres.
En
Marzo de 1920, el gobierno, pacificado más o menos el país, ordenó la disolución
de los Cuerpos Libres, lo que no fue aceptado por el Genral Von Luttwitz que
dio un golpe de estado y puso al frente del gobierno a un mediocre funcionario:
Kapp. La reacción del gobierno y de los obreros, abortó, sin sangre el golpe,
pero en el ínterin, Hitler y Eckart, ideólogo del momento en el partido,
decidieron ir a Berlín para ver la posibilidad de coordinar el golpe con uno en
Baviera.
Para
ello alquilaron una avioneta, sin techo y Eckart, Hitler y el piloto, teniente
Ritter Von Greim iniciaron el vuelo hacia Berlín. Desde el primer momento, el
tiempo era malo, el avión endeble y pese a la gran habilidad de Von Greim, fue
un vuelo muy duro que Hitler se pasó vomitando Para colmo, en uno de los
repostajes tuvieron que enfrentarse a obreros en huelga, aunque pudieron pasar
desapercibidos gracias a unos disfraces.
Llegados a Berlín, con el golpe ya, prácticamente
fracasado , un Hitler en mal estado juraría que no volvería a volar.
Promesa
que no cumplió, ya que usaría primero su JU-52 y, posteriormente el FW Cóndor,
pilotados por uno de los mejores pilotos comerciales alemanes de entreguerras:
Hans Baur, del que hablaré otro día.
Como
último apunte, Ritter Von Greim fue,
posteriormente, el último jefe de la Luftwaffe
y el piloto, junto a Hanna Reitsch, que intentó sacar a Hitler de
Berlín, al final de la guerra, aunque este se negó.
Esta
pequeña anécdota, nos hace ver las precarias condiciones aeronáuticas de la época,
pero también como Hitler y su entorno ya se valían de los elementos de la modernidad
para conseguir sus objetivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario