viernes, julio 08, 2011

Un gran patriota europeo

El fallecimiento, hace unos días, de Otto de Habsburgo ha pasado, prácticamente, desapercibida, salvo para algunos periodistas que han escrito artículos muy acertados como el de Hermann Terstch.

Sin embargo, Otto de Habsburgo es una figura esencial del siglo XX, sobre todo en su defensa de una Europa basada en los valores que la hicieron grande, muy alejada de la actual puramente economicista.

Hijo del último emperador de Austria-Hungría, Carlos I, a quién vio morir, literalmente, de frío en 1922 en las islas Madeira donde estaba desterrado, tuvo una infancia difícil junto a su madre, la emperatriz Zita, y sus hermanas. Solo el rey de España les acogió, viviendo, muy humildemente en Lequeitio hasta los años ´30.

Cristiano ejemplar, como su padre, europeísta convencido desde su posición de heredero de un imperio que abarcaba más de 14 países independientes, convencido de que la destrucción del Imperio Habsburgo solo podía ser compensada por una Europa unida, democrática. Por ello fue uno de los pocos austriacos que se enfrentó a Hitler, con la incomprensión de los líderes de Europa central, hasta el extremo que el muy alabado Presidente Benes de Checoeslovaquia dijo aquello de que “antes Hitler que un Habsburgo” y así tuvo Hitler destrozando su país. Tal fue la oposición de Otto que, se dice, que el Reichcanciller llamó “operación Otto” a la ocupación de Austria como burla hacia el archiduque.

Durante la S.G.M., fue una de las personas de más confianza del Presidente de EE.UU. a cuyas claves secretas tenía acceso para comunicarse con él, ya que Roosevelt le consideraba una de las personas mas informadas sobre los problemas de Europa, junto al Papa Pio XII.

Terminada la guerra, la nueva República austriaca le negó la nacionalidad, por lo que se nacionalizó alemán, renunciando en 1961 a sus derechos dinásticos para ser eurodiputado, veinte años, siempre en defensa de su idea de Europa y apoyo a los países de la antigua corona dual en su lucha contra el comunismo, a cuya derrota asistió estando presente en las famosas jornadas de 1989 cuando Hungría permitió el paso de alemanes orientales hacia Austria, siendo una de sus hijas partícipe en el corte de la alambrada. Con ello vio que las dos dictaduras más brutales que asolaron a Europa caían, en parte por su lucha.

Hombre de exquisitos modales, pero de firmes convicciones, no dudó en sacar a patadas en el trasero al reverendo Ian Pasley cuando ante la presencia del Papa en el hemiciclo empezó a vociferar contra el anticristo.

Finalmente se convirtió en una figura querida en los países de la antigua corona, viéndose obligada la República austriaca a devolverle la nacionalidad en 1966.

Por ello descansará en la Cripta de los Capuchinos junto a sus antepasados Habsburgo. Descanse en paz el noble y valiente defensor de la Europa unida y basada en sus raíces cristianas.

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