sábado, enero 22, 2011

Los "neocons" tenían razón

Los acontecimientos en Argelia, Túnez, Egipto, Mauritania y Jordania, que han dado como resultado la caída del Presidente Ben Alí de Túnez, están demostrando que los pueblos islámicos no son muy diferentes de los demás y que aspiran a tener para comer, pero también justicia y libertad.

Durante años, los “progresistas” consideraban que el mundo musulmán sólo se desharía de su atraso mediante la aplicación del socialismo y así vimos países que como Argelia, Egipto, Siria, Yemen y otros abrazaban ese socialismo que les llevó al desastre económico, social y moral. Sobres esas ruinas se alzaron los islamistas que devolvían la fe a los ciudadanos mediante el retorno a un pasado muchas veces inexistente pero mítico, a la vez que les ayudaban materialmente.

La eclosión islamista se llevó por delante los restos del socialismo, pero el miedo a su contagio, tras lo visto en Irán y lo que estuvo a punto de suceder en Argelia, llevó a occidente al error de apoyar a “hombres fuertes” que no eran más que dictadores corruptos, en vez de hacerlos con aquellos, ciertamente minoritarios pero existentes, que deseaban la democracia.

Hasta el extremó llegó ese verdadero racismo, que se negaba que los países islámicos pudiesen acceder a la democracia y de hacerlo sería “sui géneris” y, además, deberían llegar por ellos mismos, sin apoyo exterior, lo que condujo a la renuncia de occidente en el apoyo a los demócratas, el desánimo de éstos y la consiguiente bipolarización dictadores-islamistas.
Quienes en occidente cometieron esos errores, olvidaban como las ayudas a la democracia en Grecia, Portugal o España, por no hablar del este de Europa, consiguió que, toda Europa occidental y central sea hoy democrática, cosa que no habría ocurrido sin esas ayudas externas y si para muestra basta un botón, recordemos a Solidaridad y su éxito en Polonia gracias al Papa y Reagan esencialmente.

Sin embargo, la llegada de Bush hijo al poder y, sobre todo después del 11S, trajo una nueva dinámica, los neocons agrupados en torno al think-thank “Nuevo siglo americano” diseñaron una nueva estrategia que pasaba por la democratización de los países islámicos, sobre todo árabes y el derrocamiento de los tiranos. Así, el punto de mira se puso en el tirano más descollante, Saddam Hussein, considerando que su eliminación afectaría a los demás dictadores y, con el apoyo occidental, se liberaría a esas naciones y se las ayudaría a conseguir la libertad, como ocurrión en Alemania y Japón tras la S.G.M..


El antiamericanismo estúpido de gran parte de Europa y su negativa a colaborar, frustró el empeño, pues no se limitaron a dejar sin apoyo a EE.UU. sino que, en muchos casos, a quienes se lo daban era a los enemigos. Franceses, alemanes, españoles, etc., por no hablar de chinos y rusos, pensaban que una derrota americana sería buena para el nacimiento de un nuevo entorno geoestratégico multipolar, a la vez que pensaban que la barrera contra el islamismo eran los Mubarak, Ben Alí, etc

Los errores en la posguerra irakí y sus consecuencias, desanimaron al Presidente Bush, que en el segundo mandato prescindió de los neocons, volviendo a la política tradicional de apoyo a los dictadores. Hoy, las revueltas de un mundo islámico joven, con un nivel de educación superior, sin expectativas económicas, sociales o políticas y que a través de la TV o Internet conoce lo que sucede en otras regiones del mundo, avalan que están dispuestos a seguir aguantando dictadores y se lanza, desorganizadamente, a la calle para expulsarlos. Al no haber occidente previsto esta situación, al no haber apoyado esa democratización que propugnaban los neocons, se encuentra, una vez más, fuera de juego y con el peligro de una desestabilización desde el Atlántico al Índico.
La cobardía, la incapacidad y el absurdo antiamericanismo impidieron que hace 8 o 10 años se hubiera empezado a encauzar, ordenadamente, el mundo árabe en particular e islámico en general y ahora las consecuencias para ellos y para nosotros pueden ser funestas si a esos dictadores les suceden regímenes del corte de los Hermanos Musulmanes o similares que significarán décadas de enfrentamiento y desestabilización en una de las zonas más sensibles del mundo.

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