Al acabar la P.G.M. , algunas de las antiguas colonias de Alemania y territorios que habían pertenecido al Imperio Otomano fueron cedidas a Francia y Reino Unido, Sudáfrica y algunas, en Asia, a Japón y Australia, para que como Mandatos fueran tuteladas hacia una futura independencia para la que, según los vencedores, no estaban todavía preparadas. Fue el caso de Namibia o de Siria.
Parece que una versión moderna de esos mandatos o fideicomisatos es lo que la Europa que manda, es decir Alemania y Francia, con la colaboración de EE.UU. ha decidido imponer a España, vista su incapacidad para salir de la crisis y el peligro que eso conlleva para la zona euro y, por tanto, nos ordenan las acciones a tomar al respecto.
Desde el punto de vista propio se trata de una humillación tremenda, máxime cuando solo hace 6 u 8 años España era un ejemplo para Europa e, incluso, para países de otros continentes debido a su vertiginoso desarrollo socio-económico. El modelo español se estudiaba como ejemplo como ya había sucedido años atrás con el modelo de cambio político de la Transición.
Pero 6 años de peronismo, o priismo, a lo socialista español han llevado a la ruina la economía, la política y la sociedad. Lo que eran grandes logros han sido dilapidados por Rodríguez y, no contento con ello, está intentado cambiar la faz de España en los social y lo político.
Sus obsesiones por ganar la guerra civil, por desligarse de la idiosincrasia cultural y religiosa histórica y su intento por convertirse en el más posmoderno de los posmodernos ha llevado a que estemos camino de convertirnos en una colonia, la segunda europea tras Gibraltar.
No se trata solo de los cerca de 5 millones de parados, del descomunal déficit o de nuestra baja capacidad productiva, no, lo peor es la decadencia moral a que nos ha conducido el actual gobierno, bien secundado por sus secuaces mercenarios, bien pagados, de los sindicatos CC.OO. y U.G.T., de una patronal que desde la marcha de Cuevas no es mas que otra banda de pesebristas del régimen y de una “intelectualidad” incapaz de producir obras interesantes pero muy bien remunerada vía subvenciones.
Pero, no nos equivoquemos, esto no ocurriría si nuestra sociedad no estuviese adocenada y desnortada. No, ciertamente, toda, pero si una cantidad suficiente de ciudadanos que han renunciado a serlo y se acostumbraron a vivir de la”sopa boba”. Ahora la brutal realidad se impone y aquellos derechos sociales, algunos mas que discutibles, desaparecen, llevándose por delante los que si lo eran.
Lógicamente, no se tocan los derechos de las élites: alta burocracia, banqueros, constructores, “cejistas”, etc., si aquellos que el Presidente juró nunca tocar, porque a “defensor” de los derechos sociales no le ganaba nadie, aunque entre esos derechos hubiese crímenes como el aborto o la eutanasia.
Pues bien, de pronto el “progresista”, obligado por Merkel, Sarkozy y el propio Obama, ¡oh!, ¡que desilusión!, ¡hasta Obama!, le exigen que actúe como un neoliberal puro y duro, sin que le quede otro remedio que inclinar la cerviz ante sus amos y decir ¡amén! y encomendarse a su Alá favorito.
¿Y la sociedad?, ¿cómo va a reaccionar?, de momento, por lo visto y oído, con cabreo, pero ¡muy light!, mas bien con lloriqueos del porque a mí si y al otro no. Eso se debe a que el desarme ético y moral nos ha incapacitado para ser capaces de actuar por nuestra cuenta y salir adelante sin esperar el momio de los gobernantes. Convertidos en una sociedad del PER hemos perdido la capacidad de actuar por nosotros mismos y eso es lo peor que le puede ocurrir a España.
Si a ello añadimos unos partidos de la oposición incapaces de liderar la reacción frente al “rodriguerismo”, solo nos quedan esos intentos, en verdad cada vez más abundantes, aunque todavía muy minoritarios, de grupos de ciudadanos intentando agruparse para defenderse del estado neototalitario. Tal ves estemos en vísperas de un Tea Party español, pero el tiempo apremia y el país se deshace. Los próximos meses van a ser cruciales y no se atisba el líder capaz de animar y aglutinar la reacción social. Tal vez no vayamos camino del ´36 otra vez, pero, si no hay una reacción rápida, vamos camino de retroceder al siglo XIX, época en la que perdimos el primer tren de Europa lo que conllevó años de convulsión y miseria. Ahora que hemos cogido el segundo, mas vale que no nos desenganchen el vagón, porque, me temo, no habrá tercer tren.
Parece que una versión moderna de esos mandatos o fideicomisatos es lo que la Europa que manda, es decir Alemania y Francia, con la colaboración de EE.UU. ha decidido imponer a España, vista su incapacidad para salir de la crisis y el peligro que eso conlleva para la zona euro y, por tanto, nos ordenan las acciones a tomar al respecto.
Desde el punto de vista propio se trata de una humillación tremenda, máxime cuando solo hace 6 u 8 años España era un ejemplo para Europa e, incluso, para países de otros continentes debido a su vertiginoso desarrollo socio-económico. El modelo español se estudiaba como ejemplo como ya había sucedido años atrás con el modelo de cambio político de la Transición.
Pero 6 años de peronismo, o priismo, a lo socialista español han llevado a la ruina la economía, la política y la sociedad. Lo que eran grandes logros han sido dilapidados por Rodríguez y, no contento con ello, está intentado cambiar la faz de España en los social y lo político.
Sus obsesiones por ganar la guerra civil, por desligarse de la idiosincrasia cultural y religiosa histórica y su intento por convertirse en el más posmoderno de los posmodernos ha llevado a que estemos camino de convertirnos en una colonia, la segunda europea tras Gibraltar.
No se trata solo de los cerca de 5 millones de parados, del descomunal déficit o de nuestra baja capacidad productiva, no, lo peor es la decadencia moral a que nos ha conducido el actual gobierno, bien secundado por sus secuaces mercenarios, bien pagados, de los sindicatos CC.OO. y U.G.T., de una patronal que desde la marcha de Cuevas no es mas que otra banda de pesebristas del régimen y de una “intelectualidad” incapaz de producir obras interesantes pero muy bien remunerada vía subvenciones.
Pero, no nos equivoquemos, esto no ocurriría si nuestra sociedad no estuviese adocenada y desnortada. No, ciertamente, toda, pero si una cantidad suficiente de ciudadanos que han renunciado a serlo y se acostumbraron a vivir de la”sopa boba”. Ahora la brutal realidad se impone y aquellos derechos sociales, algunos mas que discutibles, desaparecen, llevándose por delante los que si lo eran.
Lógicamente, no se tocan los derechos de las élites: alta burocracia, banqueros, constructores, “cejistas”, etc., si aquellos que el Presidente juró nunca tocar, porque a “defensor” de los derechos sociales no le ganaba nadie, aunque entre esos derechos hubiese crímenes como el aborto o la eutanasia.
Pues bien, de pronto el “progresista”, obligado por Merkel, Sarkozy y el propio Obama, ¡oh!, ¡que desilusión!, ¡hasta Obama!, le exigen que actúe como un neoliberal puro y duro, sin que le quede otro remedio que inclinar la cerviz ante sus amos y decir ¡amén! y encomendarse a su Alá favorito.
¿Y la sociedad?, ¿cómo va a reaccionar?, de momento, por lo visto y oído, con cabreo, pero ¡muy light!, mas bien con lloriqueos del porque a mí si y al otro no. Eso se debe a que el desarme ético y moral nos ha incapacitado para ser capaces de actuar por nuestra cuenta y salir adelante sin esperar el momio de los gobernantes. Convertidos en una sociedad del PER hemos perdido la capacidad de actuar por nosotros mismos y eso es lo peor que le puede ocurrir a España.
Si a ello añadimos unos partidos de la oposición incapaces de liderar la reacción frente al “rodriguerismo”, solo nos quedan esos intentos, en verdad cada vez más abundantes, aunque todavía muy minoritarios, de grupos de ciudadanos intentando agruparse para defenderse del estado neototalitario. Tal ves estemos en vísperas de un Tea Party español, pero el tiempo apremia y el país se deshace. Los próximos meses van a ser cruciales y no se atisba el líder capaz de animar y aglutinar la reacción social. Tal vez no vayamos camino del ´36 otra vez, pero, si no hay una reacción rápida, vamos camino de retroceder al siglo XIX, época en la que perdimos el primer tren de Europa lo que conllevó años de convulsión y miseria. Ahora que hemos cogido el segundo, mas vale que no nos desenganchen el vagón, porque, me temo, no habrá tercer tren.
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