Dicen que la sociedad española se ha estremecido ante las brutales violaciones acaecidas en Baena e Isla Cristina, violaciones realizadas por menores y algún mayor. Dicen también, que los violadores de Baena ni siquiera tenían conciencia de haber realizado un acto malvado.
Recuerdo también otros momentos en que, supuestamente, la sociedad se ha sobrecogido: Anglés y las niñas de Alcàsser, Sandra Palo, Marta del Castillo y tantos otros. Parece que se produce algo así como indignación general, pero ¿por cuánto tiempo y para qué?. La sociedad se va olvidando hasta la próxima vez y los políticos hablan de no actuar en caliente a la hora de modificar las leyes.
Ciertamente, la simple modificación de las leyes no acabará con estos crímenes, porque la raíz de los mismos es muy profunda: la pérdida de valores de nuestra sociedad, por lo que nuestros jóvenes no tiene referencias válidas
Desde que el viejo profesor decía aquello de a “colocarse todos”y bailaba con una zorra que enseñaba los pechos y presumía de no llevar bragas, desde que ese mismo pájaro era apoyado por una gran masa de los madrileños y barría en las elecciones y no por lo que aportaba a la mejora de la ciudad de Madrid, sino por aquel libertinaje de la “movida” trasmutado de “libertad”, falsa libertad y mas bien libertinaje, pero que encandilaba a la masa. Desde aquella época hemos ido observando como la pérdida de los valores tradicionales no era sustituida por otros, sino por un relativismo y decadencia muy “decadencia romana”.
Los síntomas se han ido acumulando: desastre educativo, analfabetismo funcional de muchísimos de nuestros jóvenes, eclosión de drogas y botellón, todo acompañado por una verdadera degeneración sexual, hasta el extremo de que en el Reino Unido se hace propaganda turística de España como meca del alcohol y el sexo.
La aparición de un laicismo radical, unido a la debilidad de nuestra Iglesia durante los años de la Transición, mas preocupada por “hacerse perdonar” su apoyo al franquismo que por defender los valores cristianos, llevaron a la desorientación y desmoralización de la masa de católicos. Si a ello le unimos, la debilidad de la representación política de la derecha en la defensa de los valores cristianos, nos lleva a la actual situación, radicalizada sobre todo desde la llegada al poder del equipo de Rodríguez.
Frente a un PSOE dispuesto a establecer su ideario, basado en el pensamiento débil, los derechos, incluso muchos absurdos, pero no los deberes, la destrucción del tejido social histórico de España y de la propia España, la derecha es incapaz de articular un discurso coherente y firme, limitándose a una actuación a la defensiva y a centrarse en la economía.
Esperanzadora ha sido la reacción de una parte de la ciudadanía, que harta de ver a sus políticos destrozando sus valores, su ética e, incluso, su futuro como familias y como país, ha decidido actuar al margen de los partidos en defensa de principios importantes: no al aborto, no a Educación para la Ciudadanía, no a pactos con los terroristas.
Recuerdo también otros momentos en que, supuestamente, la sociedad se ha sobrecogido: Anglés y las niñas de Alcàsser, Sandra Palo, Marta del Castillo y tantos otros. Parece que se produce algo así como indignación general, pero ¿por cuánto tiempo y para qué?. La sociedad se va olvidando hasta la próxima vez y los políticos hablan de no actuar en caliente a la hora de modificar las leyes.
Ciertamente, la simple modificación de las leyes no acabará con estos crímenes, porque la raíz de los mismos es muy profunda: la pérdida de valores de nuestra sociedad, por lo que nuestros jóvenes no tiene referencias válidas
Desde que el viejo profesor decía aquello de a “colocarse todos”y bailaba con una zorra que enseñaba los pechos y presumía de no llevar bragas, desde que ese mismo pájaro era apoyado por una gran masa de los madrileños y barría en las elecciones y no por lo que aportaba a la mejora de la ciudad de Madrid, sino por aquel libertinaje de la “movida” trasmutado de “libertad”, falsa libertad y mas bien libertinaje, pero que encandilaba a la masa. Desde aquella época hemos ido observando como la pérdida de los valores tradicionales no era sustituida por otros, sino por un relativismo y decadencia muy “decadencia romana”.
Los síntomas se han ido acumulando: desastre educativo, analfabetismo funcional de muchísimos de nuestros jóvenes, eclosión de drogas y botellón, todo acompañado por una verdadera degeneración sexual, hasta el extremo de que en el Reino Unido se hace propaganda turística de España como meca del alcohol y el sexo.
La aparición de un laicismo radical, unido a la debilidad de nuestra Iglesia durante los años de la Transición, mas preocupada por “hacerse perdonar” su apoyo al franquismo que por defender los valores cristianos, llevaron a la desorientación y desmoralización de la masa de católicos. Si a ello le unimos, la debilidad de la representación política de la derecha en la defensa de los valores cristianos, nos lleva a la actual situación, radicalizada sobre todo desde la llegada al poder del equipo de Rodríguez.
Frente a un PSOE dispuesto a establecer su ideario, basado en el pensamiento débil, los derechos, incluso muchos absurdos, pero no los deberes, la destrucción del tejido social histórico de España y de la propia España, la derecha es incapaz de articular un discurso coherente y firme, limitándose a una actuación a la defensiva y a centrarse en la economía.
Esperanzadora ha sido la reacción de una parte de la ciudadanía, que harta de ver a sus políticos destrozando sus valores, su ética e, incluso, su futuro como familias y como país, ha decidido actuar al margen de los partidos en defensa de principios importantes: no al aborto, no a Educación para la Ciudadanía, no a pactos con los terroristas.
Esta reacción no es suficiente y los temas mencionados así como otros muchos, tales como los asesinatos de mujeres o la eclosión de la versión más cutre y radical de los homosexuales, siguen marcando el panorama social de España. A ello hay que hacer frente desde planteamientos intelectuales, defendiendo los valores que nos han conformado, pero defendiéndolos con firmeza, sin un paso atrás, haciendo pedagogía para los mas jóvenes, ayudando a que padres y educadores enseñen esos valores y no se “acongojen” ante la ofensiva laicista. En esa lucha nos jugamos el ser o no ser de la Patria: un futuro serio y positivo o caer hasta, quizás, convertirnos en un estado fallido, porque la crisis de valores afecta al armazón del Estado, así como a su economía y sociedad.
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