Durante el mundial de fútbol y a medida que la selección española iba avanzando hacia la final, hemos asistido a una verdadera eclosión de banderas y símbolos patrios, así como a un renovado orgullo de ser español.
La explosión final se ha producido con el triunfo de nuestros futbolistas al convertirse en campeones del mundo. Toda España, desde las ciudades mas “patriotas” a las mas “separatistas”, se llenaron de muchedumbres que agitaban banderas nacionales y proclamaban con orgullo el “soy español”.
Ni que decir tiene que me han satisfecho dichas muestras de españolidad que, por una vez, ha demostrado su fuerza frente a los separatismos evanescentes que han querido hacernos creer que catalanes, vascos, gallegos y otros no se sentían españoles.
Espero que no sea flor de un día y que a partir de ahora, en los acontecimientos verdaderamente importantes y no digo que el triunfo de la selección no lo sea, se hagan también presentes los símbolos. Me refiero a fechas como la Fiesta Nacional o el 2 de enero, pues, lamentablemente, en dichas efemérides creo que he sido de los pocos que he procedido a exponer la bandera, por lo menos en mi barrio y en mi ciudad que es Madrid.
Ignoro si el campeonato celebrado ha sido la excusa aprovechado por muchos para vencer su pusilanimidad y lucir con orgullo nuestros colores, pero sería muy triste que tras la euforia desaparecieran públicamente los símbolos y los separatistas volviesen a comernos el terreno.
Decía De Gaulle que la diferencia entre un patriota y un nacionalista es que el primero, sobre todo, ama a su patria, mientras el segundo, sobre todo, odia al otro. Es bastante cierto y se ha visto como la selección ha conseguido aunar a todos los españoles sin distinción de la región a que perteneciesen o la idea política que sustentase. Se ha demostrado que los españoles podemos unirnos en torno a un objetivo, en este caso conseguir el campeonato, lo que demuestra que estamos capacitados para hacerlo en torno a objetivos mas importantes.
Esperemos que a partir de este momento, la sociedad civil exija a sus líderes que abandonen la pequeña política, las ambiciones bastardas y, con respeto a las ideas de cada uno, tengan claro que el objetivo es una España fuerte, pujante y unida. Que el ejemplo del combinado nacional cale en nuestros políticos y busquen el bien de nuestra sociedad y no sus interese de medio pelo.
¡Viva España!, ¡gracias selección española de fútbol!
La explosión final se ha producido con el triunfo de nuestros futbolistas al convertirse en campeones del mundo. Toda España, desde las ciudades mas “patriotas” a las mas “separatistas”, se llenaron de muchedumbres que agitaban banderas nacionales y proclamaban con orgullo el “soy español”.
Ni que decir tiene que me han satisfecho dichas muestras de españolidad que, por una vez, ha demostrado su fuerza frente a los separatismos evanescentes que han querido hacernos creer que catalanes, vascos, gallegos y otros no se sentían españoles.
Espero que no sea flor de un día y que a partir de ahora, en los acontecimientos verdaderamente importantes y no digo que el triunfo de la selección no lo sea, se hagan también presentes los símbolos. Me refiero a fechas como la Fiesta Nacional o el 2 de enero, pues, lamentablemente, en dichas efemérides creo que he sido de los pocos que he procedido a exponer la bandera, por lo menos en mi barrio y en mi ciudad que es Madrid.
Ignoro si el campeonato celebrado ha sido la excusa aprovechado por muchos para vencer su pusilanimidad y lucir con orgullo nuestros colores, pero sería muy triste que tras la euforia desaparecieran públicamente los símbolos y los separatistas volviesen a comernos el terreno.
Decía De Gaulle que la diferencia entre un patriota y un nacionalista es que el primero, sobre todo, ama a su patria, mientras el segundo, sobre todo, odia al otro. Es bastante cierto y se ha visto como la selección ha conseguido aunar a todos los españoles sin distinción de la región a que perteneciesen o la idea política que sustentase. Se ha demostrado que los españoles podemos unirnos en torno a un objetivo, en este caso conseguir el campeonato, lo que demuestra que estamos capacitados para hacerlo en torno a objetivos mas importantes.
Esperemos que a partir de este momento, la sociedad civil exija a sus líderes que abandonen la pequeña política, las ambiciones bastardas y, con respeto a las ideas de cada uno, tengan claro que el objetivo es una España fuerte, pujante y unida. Que el ejemplo del combinado nacional cale en nuestros políticos y busquen el bien de nuestra sociedad y no sus interese de medio pelo.
¡Viva España!, ¡gracias selección española de fútbol!
1 comentario:
Yo creo que lo que consiguió el mundial fue que la bandera de un país se identifique con una selección y no al revés. A día de hoy la bandera rojigualda representa a los futbolistas y a su triunfo, no a una nación, ni a un estado, ni a nada semejante. Aunque el fútbol siempre fue una herramienta de los gobiernos para “nacionalizar” a la población, en este caso es a la inversa, la bandera “futboliza” al Estado. El mundial, ni es un referéndum como dice la derecha ni demuestra ningún sentimiento nacional mayor que otro, sólo representa la enorme incidencia del fútbol en el ocio de los ciudadanos españoles. Sin embargo, creo que los problemas de nacionalismo en España son un debate agotado que sirve para desviar la antención, al igual que el fútbol, de la economía. La integración de Galicia en España se dará cuando reciba su parte del pastel económico y la de Cataluña cuando los presupuestos no dependan tanto de su aportación al PIB. Potenciar al resto de las autonomías hará que para Cataluña pertenecer al Estado de las Autonomías resulte beneficioso ya que, aún a riesgo de caer en tópicos, la pela es la pela.
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