Pero el problema va mas allá
de nuestra clase rectora, al fin y al cabo reflejo de una sociedad donde las
corruptelas, desde dinero en negro, no pagar el IVA o arramblar con elementos del trabajo, han sido y son moneda
continua.
Nuestra sociedad,
históricamente, ha sido la de Rinconete y Cortadillo, o la de los bandoleros de
las serranías. Siempre el defraudador de Hacienda ha sido un héroe y los
inspectores los villanos, por tanto que ese estado haya salpicado a nuestros
rectores es la lógica de una sociedad enferma por ese lado.
Resulta curioso que mientras
y con razón, apuntamos con el dedo a esos defraudadores, sigamos sin querer
facturas o cobrando en negro, con lo que se produce una dicotomía irracional,
pues no es solo la cantidad defraudada, o el hecho defraudatorio, como ficharse
unos trabajadores a otros o fingir enfermedades inexistentes, sino el estado de
conciencia colectiva.
Si algo está quebrando
nuestro sistema político y social, son estos hechos, estas actitudes y la hipocresía
de acusar al otro de lo que yo hago. Recordemos el viejo refrán de “ ponme
donde haya, que de coger me encargo yo”.
Parece llegado el momento de
que se produzca una catarsis colectiva que nos lleve a modificar esa mentalidad
un tanto hampona y no solo exigir el castigo de las grandes corrupciones, sino
también el de las pequeñas y las corruptelas, porque por ahí se empieza, con
las chuletas en los exámenes, el amiguismo y las defraudaciones.
Los Bárcenas, corruptos del
PSOE o de CiU deben pagar por sus fechorías, pero la ciudadanía debemos
respetar la ley y no creernos los más listos en nuestras corruptelas y tonto el
que no lo haga, pues por ese camino acabaremos siendo un estado, un país y una
sociedad de poco fiara, tanto hacia nosotros mismos como hacia el exterior.
Dice el Fiscal general que
va a ser beligerante contra la corrupción política, que así sea, pero también
debemos la ciudadanía serlo en nuestro entorno, dejando de tolerar las nuestras
y las de nuestros conciudadanos, pues así podremos exigir a nuestros dirigentes
honradez y rectitud, sino será un ejercicio grave de hipocresía colectiva.
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